Hombre deja a su exesposa sin nada: 5 años después ella lo encuentra durmiendo en el baúl de su auto - Historia del día
Un hombre se divorcia de su mujer y la deja con dos hijos, quedándose con todo lo que tiene. Años después, ella lo encuentra durmiendo en el maletero de su coche.
Sandra Landaeta conoció a Oliver Contreras en la universidad. Ella era una guapa y tímida estudiante de contabilidad y él era uno de los chicos más populares. Un prometedor jugador de fútbol americano con un futuro brillante.
Tras la graduación, Sandra y Oliver se casaron y se prepararon para mudarse a Miami después de que a él le ofrecieran un contrato para jugar en un equipo local. Pero un mes antes de la mudanza, Oliver sufrió un accidente.
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Contreras había cruzado la calle con el semáforo en rojo y fue atropellado por un taxi. A Oliver se le desgarró el tendón de su tobillo izquierdo, lo que puso en pausa su carrera profesional, y ahora tenía que replantearse sus posibilidades.
Sandra se sentó junto a Oliver en su habitación del hospital y le tomó la mano. "Amor", le dijo a su manera tranquila y decidida. "Vamos a estar bien. Si perdemos un sueño, lograremos otro".
Oliver cerró los ojos y fingió dormirse. Estaba bien que Sandra hablara, no había perdido todo por lo que había luchado. Estaba enfadado con la vida, y por alguna razón que no podía explicar, se sentía enfadado con Sandra.
Pero Sandra tenía razón. Ella encontró un trabajo en una gran empresa de contabilidad, y él fue contratado como entrenador asistente de un exitoso equipo fútbol americano colegial.
Cuando los padres de Oliver se mudaron, la joven pareja compró su antigua casa y, después de tres años, Sandra quedó embarazada. Estaba en su sexto mes de gestación y brillaba de alegría.
Sandra colocó sus manos con ternura sobre su vientre y sonrió. "Todo ha salido muy bien", suspiró.
En ese momento. Oliver lanzó su vaso contra la pared y gritó: "¿Ha salido bien? Soy un cojo que enseña a niños mocosos con la mitad de mi talento para que puedan llegar a la cima. ¡No tengo nada más que tú lloriqueando! ¡No salió bien!".
Después de eso, Oliver se disculpó con Sandra, pero la primera grieta había aparecido en su matrimonio.
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Tras dar a luz a sus gemelos, Sandra volvió a trabajar. Rápidamente, la ascendieron y le dieron un fabuloso aumento de sueldo. Ganaba tres veces el salario de Oliver y él lo odiaba. Entonces le ofrecieron un trabajo como entrenador del equipo de fútbol de la universidad local.
La situación de Oliver mejoró y recuperó un poco su antiguo estatus. También empezó a fijarse demasiado en las chicas guapas que acudían a los partidos.
"Creo que deberías estar en casa con los niños", le dijo Oliver a Sandra. "Van a empezar el colegio y no quiero que sean malos estudiantes".
"Pero, Oliver...", dijo Sandra. "Necesitamos el dinero...".
"¿Estás diciendo que no puedo mantener a mi familia?". Preguntó Oliver con dureza. "¿Soy una especie de perdedor? ¿Una sanguijuela?".
"¡No!", respondió Sandra. "Por supuesto que no...".
"¿No quieres a tus hijos?", preguntó Oliver. "¿O el dinero es más importante para ti?".
Sandra dejó su trabajo y se quedó en casa con los niños. La relación entre ellos se volvió cada vez más tensa. La mujer sospechaba que Oliver estaba coqueteando con las universitarias, e incluso que tenía aventuras, pero tenía miedo de enfrentarse a él. Había aprendido a temer su temperamento explosivo y su lengua afilada.
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En lugar de eso, sacó lo mejor de su situación, y sus hijos fueron unos excelentes niños, hasta el día en que Oliver la echó. Un día entró y le dijo: "Recoge tus cosas. Te vas a mudar".
"¿Qué?", preguntó Sandra. "¡No lo entiendo!".
"Me estoy divorciando de ti, ¿lo entiendes?", dio Oliver. "Lárgate".
"Los niños...", expresó Sandra.
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"Quédate con los niños", respondió Oliver. "Solo vete".
Sandra empacó sus cosas y las de los niños y se fueron a la casa de sus padres. Pero el divorcio le trajo una sorpresa más. La casa seguía a nombre de los padres de Oliver y, por tanto, ella no tenía ningún derecho sobre la propiedad. Salió del matrimonio sin nada.
"Tienes a tus hijos", le dijo su madre con firmeza. "Tienes tu profesión a la que recurrir. Estarás bien".
Y lo estuvo. Sandra encontró otro trabajo. No ganaba tanto, pero su habilidad le valió rápidamente elogios y ascensos. Volvía a estar en la vía rápida, y esta vez nada la iba a hacer descarrilar.
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Cinco años después, Sandra era una mujer feliz. Tenía un gran trabajo como directora financiera en una gran empresa, su propia casa y sus hijos crecían y estaban sanos.
Un sábado por la mañana, decidió ir de compras, así que tomó unas bolsas de tela de la cocina y se dirigió a su coche. Abrió el maletero para guardar las bolsas y se llevó un gran susto. Había un hombre delgado y sucio acurrucado dentro de su maletero, profundamente dormido. Sandra gritó y el hombre se despertó con un sobresalto.
"Por favor. No quiero hacer ningún daño...", dijo.
Fue entonces cuando Sandra lo reconoció. "¿Oliver?", dijo. "¿Qué estás haciendo aquí? ¿Me estás acosando?".
"¡No!", respondió Oliver. "No sabía que este era tu carro... Es que estaba tan frío y era el único maletero que podía abrir...".
Sandra lo miraba fijamente. No se parecía en nada al apuesto y atlético hombre que ella recordaba. "¿Qué te ha pasado?", le preguntó.
Los ojos de Oliver se llenaron de lágrimas. "La universidad... Me acusaron de meter a los chicos en los esteroides...", dijo. "No era cierto, pero... tuve que vender la casa para pagar a un abogado. Me lo gasté todo en los trámites legales y aun así pasé un año en la cárcel. Ahora nadie me contrata".
"Ya veo", dijo Sandra.
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"Todo salió mal después de que te fuiste, Sandra", se quejó Oliver.
"Yo no me fui, Oliver", le recordó Sandra. "Tú me echaste".
Oliver pareció herido y le contestó: "No entiendes por lo que estaba pasando. Nunca dejé de quererte, ¡nunca!".
La expresión de Sandra se suavizó. "Oliver", dijo con tristeza. "¿Cómo hemos llegado a esto?".
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"Tal vez... Tal vez esto sea una segunda oportunidad", dijo Oliver. "Podríamos ser felices...".
Sandra dudó. Luego dijo: "Entra en el carro, Oliver. Te ayudaré".
Oliver subió al asiento del copiloto con una sonrisa. Sabía que podía encantar a Sandra, siempre lo había hecho.
Pero media hora después, Sandra se detuvo frente a un gran edificio. "Esto es un refugio para indigentes", explicó. "Te acogerán para que no tengas que dormir en mi coche nunca más".
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"¡Pero, Sandra!", protestó Oliver. "Pensé que íbamos a hablar...".
"No hay nada que hablar", dijo ella. "¿Sabes de qué me he dado cuenta? Ni siquiera has preguntado por los niños, y hace cinco años que no los ves. No te queremos, Oliver, y lo que es más importante, no te necesitamos. Lárgate".
Oliver se bajó y se quedó mirando como Sandra se alejaba. Luego entró en el refugio y pidió una cama.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Aprender a apreciar las cosas buenas que la vida pone en tu camino: En su arrogancia, Oliver no apreció a Sandra, y acabó solo y arruinado.
- Las segundas oportunidades hay que ganárselas: Oliver pensó que Sandra le aceptaría de nuevo, pero no mostró ningún remordimiento ni preocupación por sus hijos.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.