Mujer mayor ayuda a hombres sin hogar en su vecindario: años después ellos llegan a su casa en auto de lujo - Historia del día
Sandra decidió ayudar a unos indigentes que encontró en su ciudad, y terminó siendo cercana a ellos. Años después, se sorprendió al volver a verlos, esta vez con un coche de lujo.
Sandra Pereira vivía sola y no tenía familia cerca, por lo que trató de mostrar su amor a los que la rodeaban. Todo el vecindario la conocía como una mujer amable a la que gustaba ayudar a los demás.
Un día, al salir del supermercado se encontró con unos mendigos en la calle. Tres de ellos vieron a Sandra luchando con las bolsas de las compras, así que decidieron ayudarla. "¿Quieres que te llevemos las bolsas de la compra? Estaremos encantados de ayudarte", dijo uno.
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"Son ángeles. Por favor, se los agradecería mucho", dijo Pereira, entregando las bolsas a los tres hombres. No pensaba mal de ellos y estaba agradecida de que se ofrecieran a ayudarla.
La acompañaron hasta su casa, que quedaba muy cerca del supermercado. Los sujetos empezaron a mantener una pequeña charla para que Sandra se sintiera cómoda. Se presentaron como Allan, Javier y Samuel.
Cuando llegaron a su casa, ella les preguntó si querían entrar a comer. Como los tres estaban hambrientos, aceptaron encantados la amable oferta.
La casa de Pereira estaba en mal estado, ya que nunca aprendió a pedir ayuda para reparar las cosas dañadas. Cuando los hombres vieron lo que ocurría, se ofrecieron a ayudarla de nuevo.
"Oye Sandra, sabes que Allan y Samuel trabajaron como constructores en su juventud. ¿Quieres que te ayudemos a arreglar algunas de las cosas que necesitan reparación en tu casa?", preguntó Javier.
Pereira, que estaba ocupada preparando su almuerzo, sonrió. "Si tienes algo de tiempo para hacerlo, te lo agradecería", asintió.
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Así que, después del almuerzo, se pusieron a trabajar. Empezaron a ir a su casa todos los días, ayudándola a arreglar varias cosas, como el techo, el suelo y el baño. A cambio, Sandra les daba comida y algo de dinero.
"Espero que no te importe la pregunta Sandra, pero ¿por qué estás sola?", dijo Samuel.
"Bueno, he vivido casi toda mi vida en esta ciudad. Enseñé economía y marketing en la universidad durante años. Así que decidí comprar esta casa y he vivido aquí desde entonces", explicó.
"Pero si por mí fuera, me gustaría mucho vivir en una casita fuera de la ciudad, lejos de las calles concurridas. Ese es mi sueño", añadió Pereira.
Los hombres le preguntaron si estaba dispuesta a enseñarles economía y marketing en lugar de pagarles por sus servicios.
"¡Me encantaría!", respondió Sandra con entusiasmo. Echaba de menos su trabajo, pero dar clases en la universidad le quitaba demasiada energía y no era algo que quisiera hacer a su edad.
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Por las tardes, empezó a enseñar a los tres caballeros. Ellos se comportaban como lo harían los niños en una clase: uno escuchaba atentamente, otro hacía comentarios tontos y bromas, y el otro se quedaba profundamente dormido. Esta rutina los acercó más a ella y Sandra empezó a verlos como sus hijos.
Un día, uno de sus vecinos le preguntó quién reparaba su casa. Sin dudarlo, ella respondió: "Oh, contraté a un equipo de profesionales que ofrecen sus servicios a precios muy asequibles. Su trabajo es de gran calidad".
En ese momento, la vecina los llamó. Sandra se aseguró de comprarles ropa de trabajo adecuada, les dio las herramientas de su difunto marido y los envió a la casa de la vecina. Ganaron dinero por el trabajo, y pronto, más vecinos empezaron a solicitar a sus servicios.
Los tres hombres hacían esto mientras asistían a clases con Sandra durante las noches de la semana. Un día, sin embargo, le dijeron a Sandra que esa sería la última clase que le pedirían. "Has sido muy amable con nosotros y valoramos mucho tu presencia, pero creemos que es hora de que dejemos de ser una carga para ti", explicó Allan.
Aunque Sandra no los veía como una carga, entendía lo que querían decir. Se sintió aliviada porque prometieron visitarla de vez en cuando mientras intentaban hacer algo con sus vidas. Por desgracia, esas visitas nunca llegaron.
Pasaron los años y Sandra pensó que los tres hombres se habían olvidado de ella. Sin embargo, un día volvió del supermercado cargando un montón de bolsas. Se sorprendió cuando alguien, desde un coche de lujo estacionado en la entrada de su casa, le gritó de repente:
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"¡Si hubiéramos sabido que venías del mercado, habríamos llevado tus bolsas como la última vez!"
Cuando Sandra miró el vehículo, se dio cuenta de que nunca lo había visto en la zona. Era un todoterreno color negro, algo parecido a lo que usan los presidentes.
Después de observar el coche durante un par de segundos, vio a Allan, Samuel y Javier salir. Llevaban trajes caros, relojes de oro y lentes de sol. Sandra dejó caer sus bolsas y les dio un abrazo a cada uno de ellos.
"Estoy muy contenta de volver a verlos. Por favor, pasen", les dijo ella abriendo la puerta. Mientras estaban dentro, les preparó unos bocadillos.
Los tres hombres le contaron que se fueron de la ciudad para montar un negocio de reparaciones. Después de un tiempo, su negocio era lo suficientemente grande como para alquilar un apartamento para ellos, así como una pequeña oficina donde guardaban su equipo de reparación.
"Nuestra empresa de reparaciones creció, y en el plazo de un año desde que empezamos, ¡pudimos ampliarnos a ser una empresa de construcción!", explicó Javier.
Sandra estaba tan orgullosa de ellos que no pudo evitar derramar algunas lágrimas. "Todo es gracias a ti, Sandra", le dijo Samuel mientras se limpiaba los ojos.
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"Gracias, Sandra. Gracias por enseñarnos, por alimentarnos y por creer en nosotros. Gracias a ti, tenemos una vida más cómoda", sonrió Allan.
Con eso, le entregó una llave. "¿Para qué es esto?", preguntó ella con curiosidad.
"Hemos construido algo para ti. Es pequeño, a las afueras de la ciudad, como tú querías. ¿Vamos a echar un vistazo?", preguntó Allan.
Sandra estaba sorprendida, pero muy contenta. No podía creer que un encuentro de hace años la llevara a esto. Si bien estaba conmovida por el hecho de que decidieran darle un nuevo hogar, se sintió más feliz por haber podido cambiar la vida de los hombres para mejor.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Que debemos ser amables con todos los que conocemos: Sandra eligió ser amable con los indigentes que le ofrecieron ayuda, y eso dio lugar a una gran amistad que duró años.
- Nunca debemos olvidar a quienes nos ofrecieron ayuda cuando nadie más lo hizo: Desde el principio, Sandra no mostró a los tres hombres más que amabilidad. Ellos se aseguraron de no olvidarlo regalándole la casa de sus sueños.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.