Hijo de soldado le pide a militar desconocido que le dé un pastel a su papá: al otro día recibe una caja a cambio - Historia del día
Un niño le pidió a un militar desconocido que le entregara una caja de pastel a su padre en el ejército. El pequeño se llevó una sorpresa cuando vio un gran paquete en la puerta de su casa al día siguiente.
El pequeño Tomás se estaba preparando para la escuela en una agradable mañana de lunes. Dado que el campus estaba a poca distancia, él solía irse a pie.
Esa mañana, cuando estaba a punto de salir, miró a su mamá, sollozando. “Mamá, ¿papá vendrá a casa para Navidad?”, le preguntó.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
El papá del niño, Simón Keller, estaba sirviendo en el ejército. Llevar el uniforme camuflado había sido su tradición familiar. Antes de él, su padre y su abuelo también habían servido en el ejército.
Aunque su mamá, Alicia, lo consolaba diciéndole que su papá estaría en casa durante las fiestas, Tomás estaba triste. Él le dio un beso de despedida con el corazón apesadumbrado y salió de casa, mirando a su alrededor mientras lloraba.
En ese momento, se encontró con un militar en el camino. El pequeño tuvo una idea y llamó al desconocido.
“¡Sr. Alex Lucas! ¿Ese es su nombre?”, dijo Tomás vacilante, leyendo el nombre en la placa del soldado. “¿Puedo pedirle un pequeño favor?”.
El coronel Lucas se preguntó qué estaba a punto de preguntarle el niño. Anteriormente se había encontrado con niños pequeños traviesos que le pedían dinero para dulces.
Pensó que Tomás estaba a punto de pedirle eso, así que deslizó su mano en su bolsillo para tomar unos centavos. Pero el chico intervino con una petición inusual.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
“¿Conoce a mi padre, Simón Keller?”, el pequeño le preguntó. “Está en el ejército y... y aún no ha regresado a casa”. Alex no tenía idea de lo que le estaba hablando el niño. “Espera un minuto... ¿qué quieres? ¿Puedes apresurarte? Se me está haciendo tarde”, dijo el hombre.
Tomás estaba nervioso. Volvió a preguntarle al soldado si conocía a su papá. El coronel Lucas pensó por un momento y le dijo: “¡Lo siento, hijo! No conozco a nadie que se llame Simón Keller”.
Los ojos del chico se llenaron de lágrimas. Miró dolorosamente a Alex. “Ok, bueno... Ha pasado mucho tiempo desde que vi a mi papá”, dijo llorando. “Y me prometió que estaría aquí para Navidad... Me lo dijo este abril”.
El militar sintió pena por el chico. Ya era finales de noviembre y no le cuadraba que Simón no se hubiera acercado a su familia durante casi medio año.
Mientras el soldado se ahogaba en pensamientos sobre todo el asunto, el niño se quitó la mochila y comenzó a buscar algo dentro. Un poco después, sacó una lonchera y se la dio al coronel Lucas.
“¿Podría encontrar a mi papá y darle este pastel de manzana? Siempre me dice que es bueno para la salud y quiero que él también esté sano para que pueda venir a pasar las fiestas”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
La súplica inocente del niño golpeó el corazón de Álex como un millón de flores suaves. No podía decirle que no. Pero la única pregunta que lo acosaba era sobre el paradero de su padre.
Tomás no tenía una foto del hombre para ofrecerla como identificación. Confundido e impotente, el soldado tomó la lonchera del niño y se fue sonriendo.
“Por favor, déselo a mi papá, ¿de acuerdo?”, dijo el chico mientras se alejaba. Lucas se dio la vuelta y dijo, sonriendo, “¡LO PROMETO!”.
Pero de camino a su base, el soldado estaba preocupado. “¿Quién es este Simón Keller? ¿Pertenece a esta unidad?2, murmuró.
El coronel fue a su tienda de campaña en la base y se sentó un rato, mirando la lonchera. Le dio la vuelta y encontró el nombre Tomás Keller escrito en ella.
“¡Este debe ser el nombre del chico!”, exclamó Lucas. Revisó los registros de los soldados para ver si había algún Simón Keller entre ellos, pero no encontró ninguno. “Pero el niño dijo que su papá estaba en el ejército... necesito averiguarlo”, dijo el hombre.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
En ese momento le vino algo a la mente. El soldado recordó las otras dos bases del pueblo que pertenecían a la misma unidad. Rápidamente se acercó a los altos funcionarios para averiguarlo.
“Sí, el nombre es Simón Keller... ¿Puede averiguar si está allí? El nombre de su hijo es Tomás Keller”, dijo Lucas.
Aproximadamente dos horas después, recibió una llamada de una de las unidades. "¡Coronel Lucas! ¡Sí, nuestra unidad tiene un Simón Keller, y el nombre de su hijo es Tomás Keller!”.
El hombre estaba emocionado. Inmediatamente condujo hasta la unidad y se encontró con su compañero soldado. Pero después de hablar con él, descubrió que no había regresado a casa durante más de siete meses debido a una misión importante.
Lucas revisó el calendario de vacaciones de los soldados. Luego descubrió que las vacaciones de Keller llegarían al día siguiente. “¡Venga aquí, tengo un plan!”, dijo el coronel y llevó a Keller a la tienda.
Al día siguiente, el pequeño Tomás estaba sentado junto a la ventana de su dormitorio, perdido en sus pensamientos. Se había levantado temprano el primer día de sus vacaciones de invierno.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
Las lágrimas rodaban por sus mejillas al recordar la diversión que había tenido la última temporada navideña con su padre. En ese momento, escuchó a su mamá llamarlo.
“¡Tom! Cariño, ven aquí... Creo que tienes un paquete...” El pequeño Tom estaba confundido. Bajó corriendo las escaleras y llegó a la puerta principal. Había una caja grande en el umbral. El coronel Lucas estaba a su lado, sonriendo y saludando.
“¡Oye, hijo! ¡Tu papá me dijo que le encantó el pastel!”, exclamó Lucas. “¡Así que te envió un regalo de Navidad y espera que te guste!”.
Pero Tomás no estaba feliz. “¿Quiere decir que papá no vendrá para Navidad?”, dijo. Caminó hacia la enorme caja y la miró fijamente. “Pero ya tengo un árbol de Navidad que compró la última vez...”.
“¡Vamos, ábrela!”, dijo Lucas. Curioso, Tomás volteó la tapa de la caja y cayó hacia atrás en estado de shock.
“¡PAPÁ!”, gritó mientras Simón salía. “¡Estoy en casa, cariño!”, gritó de alegría.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
El niño nunca había estado tan emocionado. Saltó sobre su padre y lo besó llorando. “Papá... ¡Regresaste!... ¡Has vuelto!”, gritó.
Ese día, el coronel Lucas derramó lágrimas de alegría al ver a la pequeña familia feliz. Se dio cuenta de que todos los soldados tenían algo en común, independientemente de su origen y cultura. ¡Eran un equipo establecido para servir a su patria y a las familias!
Ese día, el militar se quedó hasta la tarde con la familia Keller. También comió un poco de tarta de manzana. “¡Está deliciosa!”, exclamó mientras Tomás se reía.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No lo pienses dos veces antes de ayudar a alguien si tienes la oportunidad de hacerlo. Cuando Tomás le pidió al coronel Lucas que le diera la caja de pastel de manzana a su padre en el ejército, se ofreció a ayudar, aunque no tenía idea de quién era el soldado en cuestión.
- Un pequeño acto de bondad puede hacer una gran diferencia. Cuando el coronel Lucas se enteró de que Simón Keller estaba atrapado en una misión importante y no había visitado a su familia en siete meses, ideó una sorpresa. Al día siguiente, fue a la casa del hombre con una enorme caja con el padre de Tomás escondido dentro para sorprender a su hijo.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.