Exmendigo adopta a niña huérfana que conoció 4 años atrás en el cementerio cuando no tenía hogar - Historia del día
Michael Bruzual odiaba su vida. Antes había sido un hombre felizmente casado, con una familia maravillosa y una brillante carrera como artista. Ahora era un mendigo sin hogar.
Era aterrador lo rápido que se habían desmoronado las cosas. A su hija Tatiana, de siete años, le habían diagnosticado leucemia y, tras su fallecimiento, la esposa de Michael se marchó.
El padre había caído en una profunda depresión, obsesionado con lo que podría haber sido. Dejó de pintar y sus ahorros se agotaron. Acabó en la calle y no le importó... hasta que conoció a Melisa en el cementerio.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
Lo único a lo que Michael se aferraba era al recuerdo de su hija y visitaba su tumba todos los domingos. Un día, estaba sentado cerca de la tumba de Tatiana, hablando con ella, cuando escuchó un llanto.
Vio a una niña pequeña que estaba arrodillada, agarrando un puñado de flores silvestres, llorando. "Los echo de menos, mamá y papá ¡Intento ser valiente, pero es muy difícil!”, expresó.
"La semana que viene es mi cumpleaños y me iban a llevar a Disneylandia, ¿Lo recuerdan? Ahora nunca iremos juntos. Echo de menos todas las cosas que hicimos juntos, y todas las que nunca haremos...".
Michael se levantó y se acercó a la niña. "Hola", dijo en voz baja, para no asustarla. "¿Estás bien?".
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La niña lo miró, con la cara hinchada de tanto llorar. "Sí", dijo amablemente. "Estoy bien".
"¿Estás aquí sola?", le preguntó.
"No", respondió ella. "La pareja que me cuida está conmigo, pero les pedí que me dejaran hablar con mis padres a solas. ¿Por qué estás aquí?".
"Mi hija pequeña ha fallecido", dijo Michael. "Así que supongo que sé a qué te refieres cuando dices que echas de menos todas las cosas que hacían juntos".
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"Sí", dijo la chica.
¿Cómo te llamas?", preguntó el hombre. "Soy Melisa", respondió ella. "¿Quién eres y cómo se llamaba tu niña?".
"Soy Michael, y mi hija se llamaba Tatiana".
"Mi madre se llamaba Dora y mi padre Francis, pero lo odiaba", dijo Melisa. "Así que todo el mundo le llamaba Frank. Puedes ver sus fotos...".
Michael se acercó a la lápida para mirar las fotos. "Son muy guapos", comentó.
Fue entonces cuando apareció una mujer alta que miró a Michael con desconfianza. "¿Quién eres tú?", le preguntó. "¿Y qué haces hablando con Melisa?".
Melisa se puso en pie de un salto. "Está bien, Johanna", le dijo a la mujer. "Michael me estaba hablando de su hija. Ella también murió, igual que mi madre y mi padre".
La mujer no parecía tranquilizada. "¿Qué te he dicho sobre hablar con extraños?", la regañó. "Vamos, es hora de ir a casa".
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Melisa se levantó obedientemente y le dijo a Michael: "El sábado de la semana que viene es mi cumpleaños. ¡Por favor, ven a mi fiesta! Es en la urbanización “La Viña”, casa número 27".
La mujer fruncía el ceño a Michael y arrastraba a Melisa tan rápido como podía. Michael pudo oírla regañar a la niña por decir su dirección a un desconocido. Y fue entonces cuando tuvo una idea.
Cuando Michael llegó, Melisa estaba celebrando su cumpleaños con sus amiguitos. "¿Quién eres tú?", preguntó un hombre fornido.
"Soy un amigo de Melisa", explicó Michael. "He venido a dejar un regalo".
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"¡Melisa!", dijo el hombre. "¡Un amigo tuyo te ha traído un regalo!".
Melisa vino corriendo y reconoció inmediatamente a Michael. "¡Has venido!", expresó. "Me alegro mucho".
"Te he traído un regalo", dijo Michael y le entregó a Melisa un regalo grande y mal envuelto. Observó cómo Melisa lo desenvolvía y vio el asombro en su rostro.
"¿Cómo has hecho esto?", preguntó ella con lágrimas en los ojos. Tenía en sus manos un cuadro en el que aparecían ella, su madre y su padre delante del castillo de Cenicienta en Disneylandia.
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"Me acordé de que decías que echabas de menos las cosas que nunca harías con ellos", dijo Michael. "Quería que tuvieras esto".
"¡Gracias!", respondió Melisa.
Su padre adoptivo tomó el cuadro y lo vio. "¿Lo has pintado tú?", preguntó. "Soy el director de un instituto y estamos buscando un profesor de arte. Creo que deberías solicitar el puesto".
Michael lo hizo y consiguió el trabajo. También se convirtió en el mejor amigo de Melisa. Poco a poco, fue rehaciendo su vida. Se enamoró de una compañera de clase y se casó con ella.
El día de la boda, Michael y su nueva esposa, Rita, le dijeron a Melisa el mayor deseo de su corazón: querían que fuera su hija para siempre.
Melisa miró fijamente a Michael y se le llenaron los ojos de lágrimas. "¿Quieres decir que vas a ser mi padre?", susurró. "¿Tú y Rita me quieren?".
"Sí", dijo Michael. "Si estás de acuerdo, será el mejor regalo de bodas de la historia".
"Cuando te vi por primera vez en el cementerio supe que eras especial. Nunca lo he olvidado, ahora sé por qué", dijo la niña.
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Cuatro años después de conocer a Melisa en el cementerio, Michael y su mujer la adoptaron. Volvió a tener una familia y Melisa tuvo una madre y un padre cariñosos.
Cada año, en su cumpleaños, Michael le pinta a Melisa una foto con su madre y su padre en algún lugar en el que nunca hayan estado. Este año, es París; el próximo, quizá España o Canadá.
Michael se asegura de que los padres de Melisa formen parte de su vida, al igual que su hija formará siempre parte de la suya.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los seres queridos siempre estarán en nuestros corazones: Michael comprendió lo mucho que Melisa echaba de menos a sus padres porque él sentía el mismo dolor.
- Un acto de bondad puede curar un corazón roto: El dulce regalo de Michael devolvió a Melisa su sueño de ver el mundo con sus queridos padres.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.