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Un niño y un hombre plantando un árbol | Foto: Shutterstock
Un niño y un hombre plantando un árbol | Foto: Shutterstock

Niño resigna un viaje escolar para ayudar a abuelo solitario a plantar árboles: encuentra un archivo de viejas fotos enterrado - Historia del día

Tras escuchar la conversación de su madre con su abuelo por teléfono, Adrián cambió sus planes para ayudar al hombre mayor con su jardinería. Mientras cavaba en la tierra, el niño descubrió una caja con fotos antiguas.

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“¡Papá! No puedes cuidar el jardín solo. ¿Qué hay de tu espalda? Déjalo para otro día. Adrián y yo vendremos a ayudarte”, escuchó el niño decir a su madre, Julia, a su abuelo por teléfono.

Él había estado preparando su mochila porque su clase se iba de viaje escolar al acuario local. Estaba emocionado por el viaje, pero fue a la sala y siguió escuchando la conversación telefónica.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Su mamá finalmente colgó y el chico se acercó a ella. “Mami, ¿el abuelo necesita ayuda?”, preguntó.

“Sí, cariño, pero será en otro momento. Tenemos que irnos para que puedas disfrutar de tu viaje”, respondió ella, acariciando su cabello.

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“No, mamá, puedo saltarme el viaje escolar. Vamos a ayudar al abuelo”, sugirió Adrián. Luego se miró los zapatos. “Voy a ponerme las botas que me dio el abuelo”.

“Hijo, no. ¿Y tu viaje al acuario?”, le recordó su madre. Una visita al acuario local siempre era muy divertida y emocionante para los niños.

“Podemos ir en otro momento, ¿verdad? Y hoy plantaremos árboles y esas cosas, ¿verdad? ¡Es la naturaleza!”, exclamó Adrián, y su madre suspiró, asintiendo hacia él.

“Bueno, si insistes...”, dijo su madre, levantando su teléfono para llamar a su padre. “Oye, papá, vamos para allá”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La jardinería era más divertida de lo que Adrián imaginaba. Su abuelo estaba feliz por su ayuda y compañía. La madre del niño aprovechó la visita para ayudar a arreglar las cosas de su padre dentro de la casa.

“Está bien, Adrián. Cava un gran hoyo allí y plantaremos este último árbol. Después, podemos pedir una pizza”, dijo el abuelo Claudio, moviendo las cejas y haciendo reír a su nieto.

El niño comenzó a cavar lo más rápido posible. De repente, sus manos descubrieron algo extraño. “¡Abuelo, hay algo aquí!”, gritó.

“¿Qué es?”, dijo el hombre mayor, a unos metros de distancia.

“No lo sé. ¡Ven! ¡Es pesado!”, resaltó el chico cuando no pudo levantarlo. Siguió cavando en la tierra a su alrededor, tratando de desenterrar el objeto lo mejor que podía. “¡Es un tesoro escondido! ¡Ven, abuelo!”.

“Vaya”, dijo el hombre mayor cuando Adrián finalmente levantó el objeto del suelo. Era una caja de cartón, y estaba cubierta de humedad y musgo. “No puedo creerlo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿Qué es?”, preguntó el niño, mirando a su abuelo.

“No había visto eso en, bueno, desde que tenía tu edad, chico”, reveló el hombre mayor cuando vio la caja que su nieto había descubierto. Se sentó en la tierra junto al niño para abrirla.

“¡Fotos!", dijo el niño, emocionado. Su abuelo comenzó a hojearlas. Algunas estaban arruinadas por el tiempo y la humedad, pero la mayoría había sobrevivido. “¿Tú las tomaste?”.

“Hace años, sí. ¿Quieres escuchar su historia?”, preguntó Claudio, y Adrián asintió con entusiasmo.

“Cuando tenía más o menos tu edad, mi mamá me regaló una cámara grande y comencé a tomar fotografías. Me dijo que algún día me convertiría en fotógrafo profesional”, reveló el abuelo, sonriendo mientras miraba las fotografías.

“Mira, en las fotos aparecemos mi madre, tu bisabuela y yo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿Qué pasó? ¿Creciste y seguiste tomando fotos?”, preguntó el niño, mirando las fotos antiguas.

“No, no lo hice. Un día, mi padre llegó a casa después de un día difícil. Estaba de mal humor y cansado. Lo asusté con el flash de la cámara y se enojó mucho, mucho, conmigo”.

“Agarró la cámara, la rompió y me dijo que me deshiciera de todo”, explicó su abuelo, con la boca tirando hacia abajo en una mueca.

“¡No!”, exclamó el niño, frunciendo el ceño también.

“Sí, pero no podía tirar mis fotos. Las puse todas en una caja y las enterré aquí”, continuó el abuelo Claudio. “¡Simplemente, me olvidé de ellas!”.

“Vaya, papá. No tenía ni idea”, interrumpió Julia. Ella les había llevado un poco de limonada y escuchó toda la historia. Se sentó en el suelo y también le preguntó a su padre sobre las fotos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Sí, cariño. Me encantaba la fotografía. Pero me olvidé por completo después de enterrar las fotos. No puedo creer lo bien conservadas que están”, continuó el hombre mayor.

Después de unos minutos más, entraron y llevaron las fotos con ellos. Julia lo ayudó a limpiar algunas y planearon colocar las más bonitas alrededor de su casa.

Más tarde, Adrián decidió guardar dinero de su mesada para comprarle a su abuelo una cámara nueva para su cumpleaños. Por supuesto, Julia tuvo que ayudar a pagar la mayor parte del costo, pero se alegró de hacerlo.

El hombre mayor lloró frente a la familia por primera vez, así que su nieto se apresuró a abrazarlo. “¡Deberías ser fotógrafo! ¡Nunca es demasiado tarde!”.

El abuelo Claudio le sonrió entre lágrimas y asintió con la cabeza. “Tienes razón, chico. Tienes mucha razón”, pronunció sabiamente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca es demasiado tarde para perseguir los sueños que tenías cuando eras niño: Adrián le recordó a su abuelo que todavía podía dedicarse a la fotografía porque nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo en la vida.
  • Cría a tus hijos para que quieran ayudar a su familia por encima de cualquier otra cosa: Adrián había sido criado tan bien que renunció a su divertido viaje escolar por un día de jardinería con su abuelo. Eso es algo notable que la mayoría de los niños no habrían hecho.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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