Embarazada salva a pobre chico de matones: él le devuelve el favor tras verla en el hospital años después - Historia del día
Una futura madre se encuentra con un grupo de adolescentes que acosa a un joven en un parque y lo ayuda. Años después, cuando menos lo espera, él le devuelve el favor.
Diana estaba en la cima del mundo. Estaba comprometida con un hombre maravilloso y embarazada de siete meses. La familia feliz que había anhelado toda su vida estaba por fin a su alcance.
Diana había ido a comprar ropa para el bebé durante su descanso para almorzar, y ahora estaba dando un tranquilo paseo por un parque cercano, disfrutando de un helado. La vida era perfecta, pensó Diana, y fue entonces cuando escuchó un grito.
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Justo delante de ella, a través de los árboles, vislumbró a un grupo de personas alrededor de un banco del parque. Al acercarse, se dio cuenta de que cuatro adolescentes estaban alrededor de un hombre joven con una actitud amenazante.
Diana oyó sus voces burlonas: "¡Piérdete, basura! No necesitamos basura como tú en este parque".
"¡Sí!", exclamó otra voz. "¡Mi hermanita juega por aquí! No quiero a pervertidos como tú merodeando".
"Por favor", dijo el chico al que rodeaban los adolescentes, mostrándoles una bolsa de papel marrón. "¡No soy un pervertido! Miren, ¿ven? Solo vengo a comer mi almuerzo".
Diana vio cómo uno de los adolescentes se adelantaba y empujaba al joven. La bolsa de papel cayó al suelo y de ella salieron un sándwich y dos manzanas.
Uno de los adolescentes pisoteó inmediatamente el sándwich ante la evidente angustia del chico. "¡Esa es mi comida!", gritó el hombre. "¡He trabajado duro para conseguir el dinero para comprarla!".
El adolescente sonrió. "¡Qué lástima! Hoy vas a pasar hambre". Fue entonces cuando Diana reconoció al más ruidoso y atrevido de los adolescentes. Era el hijo de su vecina.
Dio un paso adelante y gritó: "¡Detente, Tomás!".
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Tomás se giró y vio a Diana. La fea mueca se borró inmediatamente de su cara. "¡Oh!", exclamó. "¿Srta. Lagos?".
"¿Qué crees que estás haciendo, Tomás?", preguntó Diana. "¡Deja a este hombre en paz!".
"Pero, señorita Lagos...", se quejó Tomás. "¡Es un vagabundo, y huele mal, y está justo enfrente del parque infantil!".
"No soy un vagabundo", dijo el joven. "Trabajo en la obra del otro lado de la calle. Vengo aquí para escapar del polvo".
"¿Han acosado a este pobre chico porque está 'sucio'?", preguntó Diana con enfado. "¡Deberían avergonzarse de ustedes mismos! Y tú, Tomás. Puedes apostar que tu madre se va a enterar de esto".
"Por favor, señorita Lagos", suplicó Tomás. "¡Por favor, no se lo diga a mi madre!".
"Vete de aquí", dijo Diana con rabia. "¡No dejes que te pille de nuevo intimidando a alguien!".
Los cuatro chicos salieron corriendo, con cara de susto. Diana sabía que eran cobardes en el fondo.
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El joven con el que se habían metido los chicos estaba arrodillado, tratando de salvar su almuerzo. "Vamos", dijo Diana suavemente. "Te invito a comer".
"Gracias, señorita", dijo el chico amablemente. "¡Pero no tiene que hacerlo! Ya me ha ahorrado muchos disgustos".
"No acepto un no por respuesta", dijo Diana con firmeza. Tomó el brazo del sujeto y lo guio hasta un local de comida cercano, donde le compró una enorme hamburguesa con patatas fritas y toda la guarnición.
El joven se presentó. "Soy Paúl", dijo. "Paúl Campos. Vengo de otra ciudad. Tengo un título en administración de empresas, y quería encontrar un trabajo aquí".
"Tenía unos ahorros que se suponía que me iban a durar seis meses, pero me los robaron. Así que ahora trabajo en la construcción, y me dejan dormir en el cobertizo".
Se encogió de hombros, y las lágrimas llenaron sus ojos. "Los chicos tienen razón, huelo mal. Mi pobre madre se horrorizaría si pudiera verme ahora".
"Tonterías", dijo Diana con firmeza. "Mucha gente habría corrido de vuelta a casa con el rabo entre las piernas, pero tú no te has rendido. Tu madre estaría muy orgullosa de ti".
La cara de Paúl se iluminó con una enorme sonrisa. "Gracias", le dijo a Diana. "¡No tiene ni idea de lo que significa para mí! Su prometido es un hombre afortunado".
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Diana se rio. "Me aseguraré de decírselo", dijo.
Y esa noche lo hizo, pero su prometido no estaba impresionado. "¿Hablas con un indigente en el parque?", le preguntó. "¡Eso es una locura!".
Diana y su prometido acabaron discutiendo y, por desgracia, fue la primera de muchas. Resultó que él no era tan agradable como Diana había imaginado, y un día simplemente se marchó.
Tres semanas después, Diana dio la bienvenida a su hija. Como madre soltera, era afortunada. Tenía un buen trabajo y su propio apartamento, Con un poco de ayuda de sus amigos, logró salir adelante.
A medida que la pequeña Sara crecía, Diana tuvo que hacer sacrificios. Quería que su hija fuera a las mejores escuelas, así que redujo la cobertura de su seguro médico. Nunca imaginó que necesitaría más que la póliza básica.
Cuando Sara tenía siete años, Diana empezó a sentirse muy mal y le diagnosticaron una grave enfermedad renal. Su única opción era la diálisis porque, desde luego, no podía permitirse un trasplante de riñón.
Eso significaba que Diana pasaba cuatro tardes a la semana en el hospital, y Sara la acompañaba y hacía sus deberes. Todo ello hizo mella en la salud de Diana.
Su nefrólogo le rogó que consiguiera el dinero, pero Diana no tenía a quién recurrir. Sus padres tenían problemas y ella era hija única.
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Un día, recibió una llamada telefónica. "Diana", le dijo su nefrólogo. "¡Tienes un ángel!".
"¿Cómo que un ángel?", preguntó Diana, desconcertada.
"¡Alguien está pagando tu trasplante!", dijo el médico. "¡Te voy a reservar para el procedimiento lo antes posible!".
El doctor cumplió su palabra y, unos días después, Diana se despertó tras la operación en una de las habitaciones privadas del hospital. Había un hombre con traje y una gran sonrisa sentado en una silla junto a su cama.
"Hola Diana", le dijo. "¡Me alegro de verla!".
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"Hola", dijo Diana con cautela. El hombre era un extraño para ella, pero sonaba como si la conociera. ¿Podría ser su ángel? "¿Quién es usted?".
"¿No se acuerda de mí?", preguntó el sujeto. "Hace ocho años, me rescató en el parque".
"¿Lo rescaté?", preguntó Diana, desconcertada. "Lo siento, pero... ¡oh! ¿Eres Paúl?".
"¡Sí!", dijo Paúl, y su sonrisa se hizo aún más amplia. "¡No sabe lo que ha hecho por mí! Me dio la fuerza y la inspiración para luchar por mi sueño, ahora dirijo este grupo médico.
"Cuando la vi aquí y me enteré de que necesitaba un trasplante, supe que por fin tendría la oportunidad de transformar su vida como usted transformó la mía".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Un acto de bondad puede cambiar una vida: Lo que puede parecerte el gesto más insignificante, para otros podría significar un gran cambio en sus vidas e inspirarles a conseguir grandes logros.
- Todos los matones son cobardes en el fondo: Los adolescentes desagradables se metían con Pablo porque lo veían vulnerable, pero cuando apareció Diana, se asustaron y huyeron.
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