Hijos visitan de sorpresa a su madre ciega en su cumpleaños 65: se enteran de que no ha vivido allí en 3 años - Historia del día
Tres hijos que no se habían reunido con su madre ciega durante seis años hicieron una visita sorpresa a su casa en su cumpleaños 65. Se estremecieron cuando un extraño abrió la puerta y reveló que no había vivido allí durante tres años.
Los hermanos Simón y José, ambos de poco más de 30 años, y su hermana menor Ava, de 29, estaban en el taxi, emocionados de ver a su madre, Edith, después de mucho tiempo.
La brisa de la tarde y la lluvia que caía del cielo elevaban su alegría. Habían llegado de diferentes ciudades con un clima abrasador, por lo que regresar a su ciudad natal era un gran alivio.
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“José, ¿crees que mamá se sorprenderá al saber que estamos en casa?”, preguntó Simón.
“Estoy seguro de que lo hará. ¡Después de todo, han pasado seis años!”, respondió José. “Y hoy es su cumpleaños. ¡No podría pedir un mejor regalo que tenernos cerca!”.
Los hermanos se rieron, imaginando la reacción de Edith cuando los viera. Pero no sabían que también les esperaba una sorpresa.
Su madre estaba celebrando su cumpleaños número 65 ese día y no tenía idea de que sus hijos la visitarían. Estaba sentada en el patio, contemplando la oscuridad: estaba ciega. Pero eso no le impedía sonreír.
A ella le encantaba escuchar a los pájaros. Le encantaba cuando las primeras gotas de lluvia acariciaban su piel y cuando la brisa acariciaba su cabello.
Le encantaba el aroma de las flores y el susurro de las hojas. Aunque estas pequeñas cosas la hacían sonreír, ella no estaba feliz. A menudo lamentaba no poder reunirse con sus hijos. Ella los había criado sola con mucha devoción y amor.
Ellos se habían mudado al extranjero para establecer sus vidas de forma independiente después de cumplir 18 años y no tuvieron mucho tiempo para ella después de eso.
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Simón, José y Ava estaban muy ocupados y asumían que a Edith le iba bien sola. Y, aunque a ella le dolía, optó por no compartir su pena y arruinar la felicidad de sus hijos.
La madre estaba perdida en sus pensamientos cuando un bocinazo repentino la despertó.
“¿Has vuelto a casa? Pensé que llegarías tarde hoy...”, dijo, girándose a la derecha y luego a la izquierda. Su vista podría haberle fallado, pero podía distinguir el olor de la persona.
“¡Ah, sí! Fui a la iglesia y compré estas velas aromáticas en el camino. ¿Te gustan?”, dijo una mujer.
“Huelen muy bien”, dijo Edith, oliendo las velas y pasando sus frágiles dedos sobre ellas.
“Empezó a llover en el camino, querida. Estoy segura de que comenzará a llover aquí en cualquier momento. Entremos”, respondió la mujer mientras ayudaba a la mujer mayor.
Apenas lograron entrar a la casa cuando comenzó a llover fuertemente. Edith se detuvo un momento para disfrutar del olor a lluvia en la tierra.
Mientras tanto, Simón, José y Ava llegaron a la casa de su mamá. Estaban emocionados e impacientes por abrazarla. Pero algo extraño les llamó la atención.
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“¿Quién es ese hombre? ¿Por qué está en el jardín de la casa de mamá? ¿Y para qué son esas cajas?”, preguntó José. Simón y Ava estaban igualmente confundidos.
“No estoy seguro, José. Vamos a averiguarlo. Mamá debe saberlo”.
Simón tocó el timbre dos veces, ansioso por saber sobre el desconocido fuera de la casa de su madre. Momentos después, la puerta se abrió con un chirrido. “¡MAMÁ!”, gritó Simón, pero se sorprendió al ver a una mujer joven abrir la puerta.
“Sí, ¿en qué puedo ayudarte?”, preguntó ella.
“¿Quién eres tú? ¿Y qué haces en la casa de nuestra mamá?”, cuestionó Simón. “¡Mamá!”.
“Lo siento”.
“Nuestra madre. Esta es su casa. ¿Dónde está ella?”.
“No sé de qué estás hablando. Hemos estado viviendo aquí durante los últimos tres años y no sé quién es tu madre”, respondió la mujer.
Simón y sus hermanos se sobresaltaron.
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“¿QUÉ? ¿Qué quieres decir con que vives aquí? Esta es la casa de nuestra madre... Déjanos entrar. Queremos ver a nuestra madre. Ella es ciega. ¿Dónde está?”.
La situación se tensó cuando Simón intentó entrar en la casa.
“Déjanos entrar, o llamaré a la policía... Esta es la casa de nuestra mamá. ¿Por qué no nos dejas entrar?”.
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“¿Pueden calmarse, por favor? No sé quién es su madre. Como dije, este ha sido nuestro hogar durante tres años... Por favor, váyanse”, dijo la mujer, cerrando la puerta en sus narices.
Los hermanos estaban confundidos. Se alejaron y siguieron mirando la casa. Se preguntaban qué había pasado en su ausencia.
Entonces Simón sacó su teléfono y llamó a Edith para averiguar qué había sucedido y si estaba bien.
“Está repicando, ¡gracias a Dios! Está repicando... Hola, hola, ¿mamá? ¿Puedes escucharme? ¿Mamá?”.
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“¿¡Simón!? ¿Eres tú?”, respondió, Edith, confundida por la llamada inesperada.
“¿Mamá? Vinimos a verte”, gritó Ava, que estaba junto a su hermano. “Pero dicen que esta es su casa. ¿Quiénes son estas personas? ¿Y dónde estás?”.
“¡¿Ava?! ¡Dios mío! ¿Vinieron los tres a verme?”, preguntó la mujer mayor, llorando.
“Dame el teléfono... ¿Mamá? ¿Estás bien? ¿Dónde estás?”, dijo José, tomando el teléfono.
“Mamá, ¿dónde estás? Queremos verte de inmediato”, dijo Simón, impaciente y ansioso, después de tomar su teléfono nuevamente.
“¡Muy bien! Anota esta dirección, cariño. ¡Pueden visitarme aquí!”.
Edith le dio la dirección a su hijo y este se sorprendió porque estaba bastante lejos. Además, todavía no entendía por qué su madre no vivía en su casa.
“Mamá, ¿qué haces tan lejos?”.
“Ya lo sabrás cuando vengan. ¡Los estaré esperando!”.
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Una hora después, los muchachos llegaron a la entrada de la dirección que su madre les había dado.
La puerta se abrió con un crujido, y esta vez, otra mujer los saludó.
“¡Hola, soy Katy! Han venido a ver a Edith, ¿verdad?”.
“¡Sí! ¿Dónde está nuestra madre?”, preguntó Simón.
“Bueno, entren. ¡Ella los está esperando!”.
Simón, José y Ava nunca habían estado tan ansiosos. Corrieron hacia su madre, que estaba sentada en un sofá, con lágrimas en los ojos.
“¡Mis hijos! ¡Qué bueno tenerlos en casa, mis amores!”, dijo, llorando, reconociendo sus olores.
“¡Mamá!”, los muchachos la abrazaron. “Nuestros corazones dieron un vuelco al no encontrarte en casa”, dijo Ava.
“¿Pero por qué estás aquí? ¿Y de quién es esta casa? ¿Quién era esa mujer?”, preguntó Simón. “Mamá, por favor dinos”.
“Les contaré lo que pasó”, intervino Katy, llevándose a los tres aparte para revelar algo sobre su madre que los conmovió hasta las lágrimas.
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“Simón, ¿cómo está tu auto nuevo? Y José, espero que tu negocio haya crecido bien... y Ava, ¿tus amigos en la universidad te elogiaron por el teléfono y la computadora portátil caros que recibiste?”.
Los hijos de Edith estaban desconcertados y no tenían idea de por qué Katy estaba hablando del dinero y las cosas que su madre les había dado hace varios años.
“¿Por qué preguntas todo esto?”, preguntó José.
“Bueno, cariño, debes saber que tu madre se quedó ciega y sin trabajo después de eso. Lo único que tenía era su seguro de discapacidad. Pero les daba a sus hijos todo lo que le pedían. ¿Alguna vez se han preguntado de dónde salió ese dinero?”.
Los hermanos se pusieron pálidos. “¿Qué? Ay, Dios mío... ¿Mamá perdió la vista? Pero nunca nos dijo nada. Y siempre pensamos que podía permitirse esas cosas caras gracias a sus ahorros”, respondió Simón.
Los tres se dieron cuenta de lo ignorantes que eran acerca de su madre.
“¿Ahorros? Ella gastaba cada centavo en criarlos. Pero nunca dejaban de pedirle más a pesar de haberla dejado y haberse marchado al extranjero para ocuparse de sus propios asuntos”.
“Y su madre los amaba demasiado como para rechazar sus pedidos, así que vendió su casa para cumplir sus deseos”.
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“La ayudé a vender su casa, y ella quería ir a un asilo de ancianos después de eso. Pero la traje aquí. No podía soportar ver a mi mejor amiga mudarse a un asilo de ancianos”.
Los hermanos se quedaron sin palabras. Se dieron cuenta de que, a pesar de sus dificultades, su madre se había sacrificado significativamente para hacerlos felices.
“Ustedes, muchachos, no valoraron lo suficiente a su madre. Dejaron de visitarla y recurrían a ella solo cuando necesitaban algo”, agregó Katy mientras los hermanos bajaban la cabeza avergonzados.
“No sé qué decir. Tenemos que disculparnos con mamá”, dijo Simón.
Los hermanos se congregaron alrededor de Edith y se disculparon.
“Mamá, por favor, perdónanos. Sinceramente, no sabíamos que habías perdido la vista. Pensábamos que te iba bien. Por favor, danos una oportunidad para resarcirte”, dijo Simón.
Aunque la mujer mayor estaba herida, Edith los perdonó. Unas semanas más tarde, se encontró con una sorpresa reconfortante.
“¿Adónde me llevas, Simón?”, le preguntó Edith a su hijo. El hombre la había recogido en la casa de Katy para sorprenderla.
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“¡Mamá, confía en mí! ¡Te sorprenderás!”.
Llegaron afuera de una casa. José y Ava saludaron a su madre y la abrazaron. La llevaron de la mano y la condujeron adentro mientras Simón reventaba confeti.
“¡Feliz cumpleaños atrasado, mamá! ¡Bienvenida a tu nuevo hogar!”, dijeron juntos los hermanos. Tras la sorpresa, Edith se puso a llorar.
“¿Me compraron una casa?”, preguntó.
“Sí, te compramos una casa nueva. Lamentamos lo que hicimos. Por favor, perdónanos, mamá. No te dejaremos sola otra vez. ¡Te visitaremos en las vacaciones, te lo prometemos!”.
La mujer mayor se quedó sin palabras. Caminó por la casa con las manos extendidas, palpando las paredes, los muebles y las plantas de interior.
“¡Esto es encantador! Gracias, mis hijos”, exclamó.
Los muchachos también contrataron a una cuidadora de tiempo completo para que ayudara a su madre. Los hermanos nunca más la descuidaron. La visitaban a menudo y se aseguraban de que estuviera bien cuidada.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
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Los hijos no deben olvidar o ignorar los sacrificios de sus padres por ellos: Cuando los hijos de Edith se enteraron de que ella había vendido su preciada casa para cumplir con sus pedidos de dinero, quedaron devastados. Para compensar lo que habían hecho, le compraron una casa nueva y la honraron por todos los sacrificios que había hecho por ellos.
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El mañana es incierto, así que procura valorar a tus seres queridos. Pasa tiempo con ellos y haz que se sientan amados mientras están contigo: Los hijos de Edith no la valoraron lo suficiente. Nunca se molestaron en visitarla mientras estaban ocupados con sus propias vidas. Pronto se arrepintieron después de enterarse de que ella había vendido su casa para cumplir sus sueños.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.