Niña espera a su mamá en un refugio: 30 años después su madre la espera en el hospital - Historia del día
Alicia había decidido olvidar a su madre, quien la abandonó en un centro de acogida cuando era una niña. Treinta años después, leyó una vieja carta y tuvo que tomar una dura decisión.
Alicia tenía la habitación más grande del refugio cuando lo único que quería era estar en su hogar. La niña pasó semanas sentada junto a la ventana de su habitación, esperando ver a su madre.
A la pequeña le daba igual lo que dijeran los otros niños. Solo recordaba las palabras tranquilizadoras de su mamá.
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"Bebé, quédate aquí. Mami tiene un plan para cambiar nuestra vida. Todo va a mejorar muy pronto, te lo prometo. Pero necesito que te quedes aquí un tiempo. Volveré a por ti".
"¿Solo por esta noche?", preguntó Alicia inocentemente.
Conteniendo las lágrimas, Sarah respondió: "Un poco más, querida".
Habían pasado treinta años desde que la madre de Alicia la besó en la frente por última vez y se marchó.
Nunca volvió a ver a Sarah. Alicia fue acogida por una familia que la educó para ser una mujer fuerte e independiente.
Empezó a trabajar vendiendo joyas y creció hasta convertirse en la fundadora de una de las marcas internacionales más populares de bisutería.
Con el pasó de los años, Alicia tuvo que enfrentar el fallecimiento de sus padres de acogida, la ruptura de su matrimonio de ocho años e intentar criar a su hijo en un mundo plagado de masculinidad tóxica.
Aunque siempre sintió una débil presencia de su madre en su vida, decidió no volver a acercarse a la mujer que la abandonó. Escogió criar a su hijo de manera diferente.
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Una tarde, Alicia estaba escribiendo una carta a Carlos, su hijo, que se había mudado a otra ciudad para ir a la universidad.
"Carlos, hijo mío, sabes que siempre estoy aquí para ti. Puede que estés en una ciudad lejana, pero siempre estoy a una sola llamada de distancia. Te quiero, cariño".
Mientras doblaba la carta, Alicia lanzó una mirada a la pila de cartas que había estado evitando leer todos estos años. Tal vez fuera la repentina soledad que sentía tras la marcha de su hijo, pero algo la impulsó ver esas cartas por primera vez.
"Mi querida Alicia, ¿Cómo estás? Si estás leyendo esto, sé que debes estar enfadada conmigo. Pero si estás leyendo esto, probablemente quieras saber por qué te he fallado, pero la vida también me ha fallado”.
“¿Te han llegado mis cartas, cariño? Me encontré con tu vieja amiga del jardín de infantes, me dijo que tenías un niño, Carlos. Ofrecí una oración especial por ti y Carlos en la víspera de Navidad”.
“Alicia, querida, me estoy apagando lentamente”.
La última carta sacudió a Alicia hasta el fondo. Continuó leyendo.
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“Alicia, querida, me estoy desvaneciendo lentamente. Como una tonta, había seguido los rastros que me llevaban a ti solo para poder ver tu cara.
Regalé todo lo que tenía para poder encontrarte. La semana pasada, vendí la mitad del relicario que había comprado para ti y para mí. Era lo único que quedaba por vender. ¿Todavía tienes la otra mitad del corazón?
No importa de cualquier manera. Porque mi deseo se ha cumplido. Después de vender todo lo que tengo y gastar hasta el último centavo, finalmente te vi. ¡Por fin he vuelto a ver a mi pequeña!
Fue hace dos días. Estabas sentada en una cafetería y parecía que estabas trabajando. No quise remover viejas emociones y agobiarte con mi mirada. Sé que probablemente sigas enfadada. Y con razón.
Así que me quedé en la parada de autobús al otro lado de la carretera y te admiré a través de la distancia. ¡Qué hermosa mujer te has convertido, cariño! A pesar de haber sido abandonada por tu propia madre, resultaste tener una vida feliz y plena.
Al verte ante mí, te imaginé creciendo, siendo igual de feroz, igual de entregada e igual de amable que con el desconocido que se acercó a ti y te preguntó por una dirección.
En ese momento, pensé que tal vez tú también serías amable conmigo. Con ese emocionante pensamiento, me armé de valor para cruzar la carretera y no vi el coche que se dirigía a toda velocidad hacia mí.
Tal vez era el universo el que me decía que me mantuviera alejada. Tal vez no vuelvas a verme. Quizás no sobreviva a la infección que los médicos han tratado de contener. De todos modos, no tenía otro lugar donde ir. Dios me dio esta cama, estos amables asistentes, y la oportunidad de escribirte una última vez antes de que deba partir.
Mi corazón te espera en esta habitación de máquinas que pitan, incluso cuando mi cuerpo se rinde al dolor.
Te quiero, mi hermosa Alicia. Siempre lo he hecho. Perdóname si puedes”.
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Las palabras de la última carta de Sarah se repetían en la cabeza de Alicia mientras conducía al hospital. Se aferró al medallón que su madre le había regalado años atrás y rezó.
Finalmente, llegó. Alicia entró por la puerta de la Unidad de Cuidados Intensivos y vio a su madre por primera vez en años.
"Mamá...", susurró al oído de su madre y le cogió la mano.
Sarah abrió ligeramente los ojos y, aunque no podía hablar con una máscara de oxígeno en la cara, sus ojos saludaron a su hija con un amor abrumador. Intentó moverse, pero Alicia la detuvo.
"Descansa, mamá. Ahora estoy aquí. Me ocuparé de todo".
Una lágrima rodó por los ojos cansados de Sarah mientras se aferraba a la mano de su hija y escuchaba la dulce voz de Alicia.
"Todo va a mejorar muy pronto, te lo prometo. Y no voy a volver por ti. Porque no me voy a ninguna parte, mamá. Ahora, descansa".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Seamos más amables con nuestras madres: Escuchemos sus historias, ofrezcámosles nuestra presencia amorosa e intentemos perdonarlas, como hizo Alicia después de 30 años.
- Donde hay amor, siempre puede haber perdón: Aunque Sarah no estaba presente en la vida de Alicia, fue el amor de Alicia por su madre lo que le permitió acudir a su lado y dar una nueva oportunidad a su relación.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.