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Tres bebés en una cuna. | Foto: Getty Images
Tres bebés en una cuna. | Foto: Getty Images

Pobres trillizas recién nacidas son abandonadas: en su cumpleaños 18, la madre aparece por primera vez - Historia del día

Una madre que se vio obligada a abandonar a sus trillizas recién nacidas se presentó ante ellas 18 años después para pedir perdón.

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Giselle siempre se había considerado una mujer afortunada. Estaba comprometida con el hombre de sus sueños, tenían una casa pequeña y acogedora en un vecindario encantador y estaba a punto de darle a su prometido, David, el mejor regalo de su vida.

Con solo mirar esas dos líneas en la prueba de embarazo, la mujer se sintió como si estuviera en la cima del mundo. Pronto tendría una bebé en casa: ¡el hijo de David y ella!

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

“¡Estoy segura de que le encantará la sorpresa!”, pensó mientras envolvía cuidadosamente un par de calcetines de bebé y los resultados de la prueba en una hermosa caja.

Esa noche, después de que David abrió la caja, Giselle sintió que el corazón se le iba a salir del pecho. No podía esperar para abrazarlo y decirle que se convertiría en papá. Pero el hombre estaba lejos de sentirse feliz.

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“¿Qué es esta tontería?”, exclamó enojado. En ese momento, la sonrisa de la mujer se desvaneció.

“Vamos a ser padres, cariño. ¿No estás feliz?”, preguntó ella, nerviosa.

“¿Feliz? ¡Vas a interrumpir el embarazo!”, declaró él.

“¿Qué? David, pero...”.

“¡No estoy listo para ser padre, Giselle! ¡Depende de ti decidir si te casarás conmigo o no!”, Arrojó la caja al suelo y se alejó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La mujer quedó destrozada. Lo pensó bien, pero su corazón no le permitía interrumpir el embarazo. Eventualmente, ella y David se separaron. Pero eso fue solo el principio de muchas dificultades en la vida de Giselle.

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No tenía un título, trabajo o incluso ahorros suficientes para mantenerse. Comenzó a vivir en un motel barato, con la esperanza de encontrar trabajo y volver a encarrilar su vida.

Pero las cosas solo empeoraron, hasta el punto de arrepentirse de haber salvado el embarazo. “¿Trillizas? ¿Está segura, doctora?”, preguntó impotente.

La doctora asintió y Giselle sintió que su mundo se derrumbaba. El embarazo estaba muy avanzado y ya no era seguro interrumpirlo; al final, la mujer dio a luz a tres hermosas niñas.

Solo la madre sabía lo mal que se sentía al tenerlas en sus brazos. Le partía el corazón pensar que no estaría allí para presenciar sus risas o lágrimas.

Nunca conseguiría cambiarles los pañales ni cantarles canciones de cuna. Porque poco después de dar a luz a las trillizas, Giselle decidió que se las dejaría a otra familia.

“¡Espero que perdonen a su madre por esto! ¡Lo siento!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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La mujer no paraba de llorar mientras se alejaba. Pero se prometió a sí misma que volvería por sus hijas algún día, una vez que se recuperara. Se disculparía con ellas por lo que había hecho.

Poco después, Giselle comenzó a trabajar como conserje. La paga era horrible y su jefe era un completo idiota, pero ella lo aguantó, todo por el bien de sus niñas. Como era huérfana y sus supuestos amigos le habían dado la espalda, se quedó sola para valerse por sí misma.

Pero la mujer no se dio por vencida. Se inscribió en un colegio comunitario para completar la educación que había dejado a medio terminar para concentrarse en su vida con David. Aunque le tomó varios años difíciles, logró graduarse.

Después de lograr una buena vida, lo único que Giselle quería era volver con sus hijas. Quería abrazarlas, llorar con todo su corazón y mantenerlas cerca. Pero parecía que el destino tenía otros planes.

“¿Habla en serio, Sr. Bastidas? ¿Me va a transferir? ¡No puedo aceptar esto!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Si yo fuera tú, haría las maletas y buscaría el próximo vuelo”, dijo su jefe. “No puedo ayudarte porque esta decisión me la indicaron los miembros de la junta”.

Inesperadamente, se le pidió a Giselle que se mudara a otra ciudad. No tenía elección y tenía que mudarse. Y a partir de ahí, todo fue un lío. La carga de trabajo se incrementó mucho y, antes de que ella se diera cuenta, habían pasado varios años.

Un día, la mujer decidió regresar a su ciudad natal. Tomó el vuelo un día antes del cumpleaños número 18 de sus hijas para finalmente reunirse con ellas.

Le dolía el corazón al pensar que la despreciarían por lo que había hecho, pero era madre, y pasara lo que pasara, las madres nunca se dan por vencidas con sus hijos.

Cuando llegó se paró en el mismo lugar donde había dejado a sus hijas. Su corazón latía rápido y finalmente llamó a la puerta. Poco después, una mujer abrió y Giselle la reconoció.

“Hola, Cynthia. Soy Giselle. Espero que me recuerdes. ¿Puedo pasar?”, preguntó. El rosto de la mujer estaba pálido.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Si no me equivoco...”.

Giselle asintió. “Supongo que recibiste mi carta... He venido a ver a mis hijas. ¿Puedo?”.

Cynthia deseó poder rechazar a la mujer, pero no pudo. La llevó a donde estaban las trillizas y fue entonces cuando Giselle vio a sus hijas después de 18 años.

Sus preparativos de cumpleaños estaban en pleno apogeo. Había una pancarta de cumpleaños con sus nombres: Katy, Rina y Casandra.

“¡Mis niñas!”. Ella se echó a llorar al verlas. “¡Dios mío! ¡Las extrañé demasiado! Me tomó 18 largos años finalmente reunirme con ustedes. ¡Feliz cumpleaños, mis amores!”, exclamo.

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“¿Estás bromeando?”, gritó Casandra. En ese momento, la sonrisa de Giselle se desvaneció. “¿Crees que puedes abandonarnos cuando quieras y montar este melodrama emocional para reclamarnos? Tenemos los mejores padres, así que puedes irte”.

“Cariño, no”, dijo Giselle. “Yo… no quería...”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Ya leímos esa estúpida carta que nos dejaste! Nos abandonaste porque no pudiste cuidar de nosotras. ¡Fin de la historia!”, dijo Katy.

“¡No, por favor, escúchenme! ¡Eso no es todo! Hay mucho más”, suplicó Giselle, pero las chicas simplemente no querían escuchar.

Después de un rato, Cynthia y su esposo, Aldo, persuadieron a las trillizas para que le dieran una oportunidad a Giselle. Después de todo, lograron disfrutar de la paternidad gracias a ella.

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Las chicas fueron un rayo de luz para la pareja en su oscuro mundo de tratamientos de fertilidad fallidos.

Giselle se sentó con las trillizas y les contó todo. “Su papá me había dejado. Vi a Cynthia y a Aldo en la maternidad por primera vez. Me enteré de que eran infértiles”.

“Los seguí y las dejé con ellos. Miren, no estoy aquí para separarlas de sus padres, que les han dado la mejor vida posible, seguro que lo han hecho lo mejor posible”.

“Pero esperaba algún día pararme valientemente frente a mis hijas en lugar de ser alguien débil. Quería demostrarles que su madre no era una cobarde”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“No voy a obligarlas a que me acepten. ¡Yo solo quiero que sepan que siempre las he amado y que lo seguiré haciendo!”.

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“Perdonarte…”, dijo Rina en voz baja. “Creo que puedo perdonarte. Pero no quiero dejar a mamá y a papá nunca. Siempre serán lo primero para mí. Lo siento...”.

Con lágrimas en los ojos, Giselle abrazó a Rina. “No tengo ningún problema con eso, cariño. Pero, ¿podemos ser amigas? Espero poder ser una buena amiga”.

La joven asintió y le devolvió el abrazo. Eventualmente, los corazones de Casandra y Katy se derritieron y se unieron a su hermana y a su madre biológica.

“Está bien. ¡Supongo que podemos ser amigas!”, dijo Katy. En ese momento Giselle tenía la sonrisa más grande en su rostro.

“Cualquier cosa por ustedes, chicas. Estoy muy feliz hoy”, dijo mientras continuaba abrazando a sus hijas con fuerza.

A partir de entonces, Giselle comenzó a visitar regularmente a Cynthia y Aldo, y las chicas la han aceptado como una amiga cercana.

Todavía tienen un largo camino por recorrer en términos de comprender el vínculo madre e hija, pero Giselle sabe que las trillizas no la odian, y eso es suficiente para ella.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

Una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos. Giselle abandonó a sus hijas porque quería la mejor vida para ellas, y Cynthia y Aldo no la defraudaron.

Un corazón fuerte puede y debe perdonar. El fuerte corazón de Rina dio el primer paso y perdonó a Giselle. Poco después, sus hermanas siguieron su ejemplo.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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