logo
página principalHistorias Inspiradoras
Mujer y una niña en una farmacia. | Foto: Shutterstock
Mujer y una niña en una farmacia. | Foto: Shutterstock

Abogado paga los medicamentos de niña pobre tras conocerla en la fila: pronto se convierte en parte de su familia - Historia del día

Un hombre solitario se encontró con una familia que no podía pagar los medicamentos de su pequeña hija en la farmacia local. Él prestó su ayuda y su acto de bondad le trajo todo lo que había soñado.

Publicidad

Jaime estaba haciendo cola en la farmacia cuando vio a una familia por primera vez. Estaban la mamá, el papá y una dulce niña con rizos color chocolate, como su Jenny.

Se preguntó amargamente si el hombre que estaba allí con su bella esposa y su hija tenía idea de lo afortunado que era. Lo tenía todo, todo, y Jaime no tenía nada.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

No hacía mucho, él se había considerado a sí mismo un hombre feliz, afortunado, al menos hasta esa terrible mañana de mayo, cuando dos policías aparecieron para verlo.

En aquel entonces, Jaime, un abogado exitoso, estaba por salir a la audiencia de un juicio y estaba impaciente. “Sí, oficial”, espetó. “¿Esto no puede esperar?”.

Publicidad

El oficial había mirado a Jaime con lástima en sus ojos y había sentido que el miedo se apoderaba de él. “Sr. Domínguez, me temo que ha habido un accidente”.

Y así, su mundo se vino abajo. Su esposa, Maya, había llevado a Jenny a la escuela esa mañana, como siempre lo hacía. La madre se había detenido con una luz roja, pero el camión de 18 ruedas que iba detrás de ella no lo había hecho.

Su hermosa esposa y su pequeña hija se habían ido. Al principio, a su familia y amigos les parecía que Jaime estaba sobrellevándolo, hasta que se dieron cuenta de que trabajaba las 24 horas del día y se negaba a dormir.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

Con la ayuda de su socio, la familia convenció a James de ver a un médico que le diagnosticó una depresión profunda. El hombre había estado en terapia durante seis meses, además de tomar antidepresivos, algo que odiaba.

“¿Por qué estoy aquí?”, le preguntó enojado a su terapeuta. “¿Vas a convencerme de que mi depresión es injustificada? ¿De que tengo una vida maravillosa, para mirar el lado positivo?”.

“Mi esposa y mi hija murieron porque los frenos de un idiota fallaron. ¡Tengo todas las razones para estar enojado, abatido y deprimido!”.

El terapeuta se había quedado en silencio; luego dijo: “Tienes que encontrar una manera de superar esto, Jaime. Ellas están muertas, pero tú no. Tienes que dejar ir la ira y aferrarte al amor”.

“¿AFERRARME A QUÉ?”, gritó Jaime, las lágrimas corrían por su rostro. “Mi niña está en un agujero en el suelo. ¿AFERRARME A QUÉ?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

Así que el terapeuta le recetó un antidepresivo nuevo y más fuerte, y aquí estaba Jaime, esperando en la fila, observando a un hombre que tenía todo lo que él había perdido. La fila avanzó y la pequeña familia llegó al mostrador.

“Aquí tiene”, dijo el padre, colocando la receta en el mostrador.

El farmaceuta la leyó y asintió. Volvió segundos después con la medicación. “Son $89,95”.

“¿Perdóneme?”, preguntó el padre sorprendido. “¡Eso es imposible! ¡El mes pasado costaba $16!”.

“El genérico fue retirado del mercado”, explicó el farmaceuta. “Aun así, es un precio razonable en comparación con otros medicamentos de este grupo terapéutico”.

La madre agarraba el brazo del padre, alarmada. “Pero... Nuestra niña necesita ese medicamento. ¡Tiene que tomarlo todos los días!”.

El padre parecía enojado, asustado y avergonzado. “No tenemos 90 dólares", dijo en voz baja. “Por favor, no hay manera... Tengo 30 dólares”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

El farmaceuta negó con la cabeza. “Lo siento, pero tiene que pagar la medicación en su totalidad. No hay nada que pueda hacer”.

La mamá comenzó a sollozar y la niña le preguntó: “Mamá, ¿estás enferma? ¿Por qué lloras?”. El hombre se agachó para consolar a la niña y Jaime dio un paso adelante.

Colocó su tarjeta de crédito en el mostrador y entregó su tarjeta de crédito. “Toma”, le dijo al farmaceuta. “Utiliza esta”.

El hombre parecía confundido. “¡No entiendo, señor!”.

“Cóbrate la medicación de la niña”, dijo Jaime. “Usa mi tarjeta de crédito”.

El padre se puso de pie de un salto y miró al hombre. La mamá seguía llorando y se llevó la mano a la boca.

“¿De verdad?”, preguntó el padre. “¿Harías eso por nosotros?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

“Por tu pequeña”, dijo Jaime. “Yo... yo tenía una hija... de la misma edad que la tuya... Mantén a tu niña a salvo, por favor. Aprecia lo que tienes”. Jaime pagó los medicamentos de la niña y se apresuró a salir.

Creyó escuchar a alguien gritar detrás de él, pero no miró hacia atrás. Se subió a su auto y lloró. Lloró porque se sentía solo y extrañaba a su familia. Al día siguiente, Jaime recibió una visita sorpresa en su oficina. Era la familia de la farmacia.

“Queremos hablar contigo, Jaime”, dijo la madre. “Hicimos que el farmaceuta nos diera tu nombre de la tarjeta de crédito. Queríamos agradecerle”.

“Sí”, dijo el padre, dando un paso adelante y estrechando la mano del abogado. “No sabes lo que significa para nosotros”. La niña se asomó tímidamente por entre las piernas de su madre y saludó a Jaime.

“Soy Carla”, susurró. “¡Hice un dibujo para ti!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

“¿En serio?”, preguntó Jaime. “Gracias. Me encanta el arte. Lo pondré en mi oficina”.

“Queríamos preguntarte”, dijo el padre, que se llamaba Eric. “¿Te gustaría almorzar con nosotros el domingo? Siempre hacemos una parrillada”.

“Me encantaría”, dijo Jaime. Fue a almorzar con Eric, Valeria y Carla y la pasó de maravilla. Empezó a ir todos los domingos y no tardó en convertirse en parte de la familia.

Entonces, un día, Eric y Valeria le hicieron a Jaime una pregunta muy importante. “¿Te gustaría ser el padrino de Carla? Le preguntamos a ella a quién quería y dijo que te quería a ti como su padrino”.

Jaime sintió lágrimas calientes inundando sus ojos. “Sí”, dijo. “Me encantaría. Gracias, no saben lo que me han dado, todos ustedes. Me han hecho sentir que soy parte de algo, ¡me han hecho sentir como en familia!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Publicidad

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Llega a los necesitados y da una mano amiga. Jaime vio la desesperación de los padres y decidió pagar la medicación de la pequeña Carla.
  • Un acto de bondad puede salvar una vida. Jaime pagó los medicamentos de Carla y la amabilidad de la familia con él lo sacó de su depresión.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

Publicidad
Publicidad
Publicaciones similares