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Ataúd durante un cortejo fúnebre | Foto: Shutterstock
Ataúd durante un cortejo fúnebre | Foto: Shutterstock

Millonario asiste al funeral de su padre pobre: se encuentra con docenas de niños llorosos que nunca antes había visto - Historia del día

Vanessa Guzmán
07 dic 2022
06:00

Un hombre rico que despreció a su pobre padre toda su vida asistió a su funeral y se llenó de pesar. Encontró docenas de niños que nunca antes había visto, y descubrió que su padre estaba lejos de ser lo que él pensaba.

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Daniel estaba de pie en su oficina, mirando por la ventana los brillantes rascacielos mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Regresó a su asiento, con el corazón apesadumbrado, y releyó la invitación en su mesa.

“Amigos y familiares de Simón están cordialmente invitados a su funeral...”.

Daniel no había visto a su padre, Simón, en mucho tiempo. Desde que se mudó de casa para ir a la universidad, habían perdido el contacto. Cortó sus conexiones con él.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Estaba enojado porque su padre no le había dado una buena vida. Le dolía que lo hubiera criado un viudo pobre que aceptaba trabajos ocasionales. Daniel no había tenido una infancia feliz como la de sus compañeros, y culpaba a Simón por ello.

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Pero después de ver la invitación, algo dentro de Daniel cambió. Estaba vencido por el remordimiento. Había sido un hijo egocéntrico y había dejado solo a su padre. Había abandonado al hombre que había dado todo para criarlo.

Cuando Daniel era un niño, Simón lo tomaba de la mano y recorría su vecindario repartiendo periódicos. Un vendedor ambulante de periódicos. Ese era uno de los muchos trabajos que solía hacer el hombre para mantener a su hijo.

Daniel fruncía el ceño y le preguntaba: “¿Por qué tienes que hacer esto, papá? ¿Por qué no vas a una oficina como los otros papás?”.

Simón decía entonces: “Porque tengo un niño pequeño que estaría solo en casa. Papá está teniendo días difíciles y no es rico. Pero ten en cuenta, Daniel, que una persona rica no es la que tiene mucho dinero. Es alguien que puede ayudar a otros y tiene un gran corazón”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Cuando era niño, Daniel no entendía lo que quería decir Simón, y cuando se convirtió en adolescente, ya no quería entender a su padre.

Durante esos años, el joven había comenzado a despreciar a Simón. Nunca olvidaría cómo los niños se burlaban de él y lo llamaban perdedor por culpa de su padre.

Daba la casualidad de que un día, Simón apareció disfrazado de payaso para recoger a Daniel de la escuela. Nuevamente, ese era uno de los trabajos que había tenido que aceptar porque necesitaba dinero.

Cuando los compañeros del chico se dieron cuenta de que el payaso era el padre de Daniel, comenzaron a burlarse de él. “¡Qué raro es!”, le dijo un niño al chico. “¿Quién viene a la escuela vestido así?”.

“¡Si, es verdad!”, dijo otro niño riendo. “¡Tu papá es un perdedor como tú, Daniel!”, le dijeron.

“¿Por qué viniste vestido así, papá?”, le preguntó Daniel a Simón entre lágrimas. “¿Por qué me haces quedar como un tonto?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Oye, hijo, lo siento”, respondió el hombre suavemente. “No quería lastimarte. No tuve tiempo de cambiarme de ropa, así que tuve que venirme como estaba. Lo siento, campeón”.

“Puedes irte a casa solo, papá”, había dicho Daniel, llorando. “¡Ya no necesitas recogerme de la escuela! ¡Me iré a casa solo a partir de hoy!”.

El adolescente se dio la vuelta y se alejó de su padre. Y Simón estaba herido. Pero no le dijo nada a su hijo.

En cambio, pidió la pizza favorita de Daniel para cenar esa noche y, mientras comían, de repente fue a su habitación y sacó un sobre para su muchacho.

Los ojos de Daniel estaban como platos cuando encontró dinero dentro.

“Esa es tu mesada, hijo”, dijo Simón. “Eres un chico grande y papá ya no puede pagar por ti. Necesitas aprender a manejar el dinero”.

“¡Eso es mucho dinero!”, dijo Daniel con una sonrisa. “¡Guau! ¡Gracias, papá!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Simón sonrió y tomó un par de billetes de dólar de la mano del niño. “Este es el impuesto que debes dejar de lado”.

“Pero papá, eso es…”.

Daniel apenas había terminado lo que estaba diciendo cuando Simón tomó otro par de billetes de sus manos. “Y esta es la parte que necesito recortar para mis impuestos”.

Con solo unos pocos billetes de dólar, Daniel no pudo contener su ira. “¿Qué diablos, papá? ¿Por qué tomas tanto dinero? ¡Apenas me quedan unos pocos dólares!”.

“Necesito guardar esto y ponerlo en el banco de nuestra parte, Daniel. Algún día me lo agradecerás”, dijo con una sonrisa que irritó al chico. EL adolescente dejó la mesa de la cena con ira y se encerró en su habitación.

Al día siguiente, cuando Simón habló con su hijo, el pobre padre recibió un comentario amargo. “¡Quiero ser alguien inteligente y tener un buen trabajo, así que no estaré en tu lugar! ¡No quiero ser como tú, papá! ¡NUNCA!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Simón asintió, ocultando las lágrimas en sus ojos. “Espero que te conviertas en un hombre exitoso, hijo”, dijo en voz baja. “Realmente lo espero”.

Cada mes después de eso, Daniel recibía dinero de Simón después de recortar los “impuestos”, y el chico lo aceptó de esa manera a pesar de que no tenía idea de a dónde iba realmente ese dinero.

Y antes de que pudiera averiguarlo, el tiempo pasó volando y se mudó. Daniel había obtenido una beca para una prestigiosa universidad fuera de su estado natal, y esa fue la última vez que vio a Simón en persona.

“Llévate este dinero, hijo, y avísame si necesitas más en cualquier momento”, había dicho su padre, entregándole un sobre a Daniel cuando se iba.

Pero el joven no se lo llevó. Lo escondió en su habitación y se fue de la casa para siempre. Comenzó a hacer trabajos de medio tiempo para financiar sus gastos universitarios, pero nunca le pidió ayuda a su padre.

Años más tarde, Daniel se convirtió en uno de los mejores abogados de una prestigiosa firma y disfrutaba de su vida. Estaba demasiado ocupado para pensar en su pobre padre.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Simón lo había invitado durante los años a pasar el Día de Acción de Gracias con él, así como la Navidad y el Año Nuevo, pero él había rechazado las invitaciones.

“¿Vas a venir este año, hijo? ¡Oh, sería genial tenerte aquí!”. Simón llamaba a Daniel todos los años, con la esperanza de escuchar un sí.

“Lo siento, papá. Quizás la próxima vez. Adiós”, respondía Daniel y colgaba.

En el vuelo camino al funeral de Simón, el abogado no pudo evitar pensar en esos recuerdos.

Cuando llegó a la casa de Simón, se encontró con un doloroso silencio y lloró mientras abrazaba la foto de su difunto padre.

“Lo siento, papá”, sollozó. “Llegué un poco tarde. Nunca podría haberte amado como tú me amabas. ¡Lo siento! ¡Permíteme ser un buen hijo para ti por última vez!”.

Daniel llegó al funeral de Simón para despedirse de él con respeto. Sin embargo, no estaba preparado para lo que vio.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Se encontró con decenas de niños llorando alrededor del ataúd de su padre.

“¿Quiénes... quiénes son estos niños?”, preguntó Daniel sorprendido, y un hombre con ojos amables se le acercó.

“¡Usted debe ser el hijo del Sr. Díaz! Se parece a él. Qué pena. Nos dejó demasiado pronto. ¡Qué gran hombre fue su padre!”, dijo entre lágrimas. “No podemos agradecerles lo suficiente a usted y a su papá por todo lo que han hecho por estos niños. Gracias...”.

Daniel no tenía idea de qué estaba hablando el hombre hasta que miró alrededor del ataúd y notó que cada uno de los pequeños sostenía una foto. En esta aparecía su padre sonriendo con los niños pequeños.

“Tu papá hablaba muy bien de ti y estaba muy orgulloso”, continuó el señor. “Nos contó que los dos ahorraban dinero cada mes para hacer una donación generosa a nuestro orfanato. Una donación de $600.000 puede tener un impacto significativo en la vida de estos niños”.

“Así que aquí tengo algo para ti y tu padre...". Daniel recibió una carta de agradecimiento. “Por favor, acepte nuestra más sincera gratitud”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Esto tiene mi nombre! ¡Pero la donación la hizo papá! ¿De dónde sacó el dinero?”, dijo Daniel. Luego recordó los “impuestos”. Simón había ahorrado dinero para los niños necesitados e hizo la donación.

Entre lágrimas, el hombre se excusó. Y más tarde ese día, después del funeral, se sentó con la foto de su padre en sus brazos y el viejo frasco que había descubierto en la habitación del hombre. “Impuestos”, decía la etiqueta.

Daniel puso un par de billetes de su billetera allí y susurró: “Esta es mi parte”. Luego sacó otro par de billetes y sollozó mientras los echaba en el tarro.

“Y bueno, esto... esto es de tu parte, papá. Lo siento, te odié todo este tiempo... ¡Lo siento tanto!”.

Desde entonces, el hombre comenzó a hacer muchas obras de caridad en nombre de su padre, con la esperanza de hacer al menos una cosa buena como hijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • La vida es demasiado corta para guardar rencores: Daniel se dio cuenta de esto cuando recibió la invitación al funeral de su padre un día. Entonces se dio cuenta de que su papá se había ido y nunca sería capaz de amarlo y abrazarlo de nuevo.
  • Respeta y ama a tus padres mientras puedas: Un día, te arrepentirás de no tenerlos cerca. Si tan solo Daniel hubiera amado a su padre en lugar de despreciarlo, su corazón estaría más aliviado.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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