Chofer nota que un niño llora en el bus escolar y lo ayuda tras ver sus manos - Historia del día
El conductor de un autobús escolar se dio cuenta de que un niño lloraba en el asiento trasero de su autobús. Él gastó su último dólar para ayudarlo, sin saber que su amabilidad pronto volvería a él.
El clima gélido y los vientos fríos hicieron temblar a David cuando abrió la puerta del autobús, y un enjambre de lindos niños pequeños con ropa abrigada subieron al vehículo.
“¡Entren rápido, niños! ¡El clima me está matando! Grrr...”, dijo estremeciéndose, y los chiquillos se rieron.
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“¡Eres un tontín, David!”, gorjeó una niña mientras entraba. “¡Pídele a tu mami que te compre una bufanda nueva!”.
“Oh, cariño, desearía que mi mamá estuviera viva. ¡Me compraría una bufanda más bonita que la que tienes tú! ¡Estoy muy celoso!”, dijo él con un puchero, haciendo que la niña sonriera.
“¡Mi mami me compra las mejores bufandas!”, dijo ella. “¡Le diré que te compre una!”.
“Oh, no, no, cariño. ¡Solo estaba bromeando! Sube, sube. Tengo que conducir con cuidado hoy”.
Así era David. Un hombre dulce y regordete que siempre tenía una gran sonrisa en su rostro cuando conducía el autobús escolar. Las risas cálidas de los niños alegraban su día, y amaba su trabajo, a pesar del salario no tan bueno, que a menudo iniciaba discusiones entre él y su esposa.
“¡Te pagan una miseria! ¿Te das cuenta de eso? No podemos permitirnos pagar la hipoteca si te apegas a ese trabajo con esta inflación”, solía gritar ella.
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“Cariño”, respondía él cortésmente. “Sabes cuánto amo lo que hago. Trabajaré duro y todo saldrá bien para nosotros, ¡lo prometo!”.
Pero cuando David estaba solo en su autobús después de dejar a los niños, solía estar triste, pensando en sus problemas y contemplando soluciones. Era un buen hombre, pero la bondad no pagaba las cuentas.
Debido al espeso hielo que había en la carretera ese día, David condujo su autobús despacio y con cuidado. No quería quedarse atrapado en medio de la carretera sobre el hielo.
Cuando llegaron a la escuela, les dijo a los niños que tuvieran cuidado al bajar. “¡No se resbalen ni se lastimen en el hielo, chicos! ¡Cuidado, Milly!”.
Cuando los niños pequeños bajaron del autobús, el chofer decidió pedir una buena taza de café caliente en la cafetería al otro lado de la escuela. “¡El café sería el mejor antídoto para el clima frío!”, pensó emocionado.
Pero cuando estaba a punto de bajarse del autobús, escuchó un suave sollozo y se detuvo. Fue entonces cuando se asomó al último asiento y se dio cuenta de que un niño todavía estaba allí.
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“Oye, chico”, le dijo al niño. “¿No vas a ir a clase hoy?”.
El niño sollozó y sacudió la cabeza.
“¿Qué pasa, chico? ¿Estás bien?”, preguntó, acercándose a él.
David notó que el chico escondía sus manos detrás de él. “¿Qué escondes ahí, amiguito?”, preguntó. “¿Algo te está molestando? Puedes decirme que es. ¡Te ayudaré!”.
“Es... es que hace mucho frío ahí afuera”, dijo finalmente el niño. “Solo tengo frío...”.
Con eso, el chico le mostró las manos a David, y el hombre se preocupó. Las manos del pequeño estaban heladas y se habían puesto azules por el frío.
El conductor del autobús rápidamente se quitó los guantes e hizo que el chico se los pusiera. “Mira, sé que son demasiado grandes para ti, amiguito, pero te mantendrán caliente. ¿Perdiste tus guantes?”.
El chico negó con la cabeza. “Mami y papi dijeron que simplemente... no tienen dinero. Prometieron comprar unos nuevos el próximo mes. Mis guantes viejos están rotos”.
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David se sintió terrible por el niño. “Ah, eso no es un problema, pequeño”, dijo. “¡Tengo un amigo en la tienda de ropa, y él hace los mejores guantes! Te compraré un par después de la escuela, ¿de acuerdo? Ahora, vamos, vas a llegar tarde a clases”.
El niño se secó las lágrimas, le dio las gracias a David y se fue a su clase. No tenía idea de que el hombre le había mentido acerca de tener un amigo en la tienda de ropa.
David no compró su café ese día. En cambio, caminó hasta una tienda cercana y gastó su último dólar en un par de guantes y una bufanda para el niño. De todos modos, esperaba su cheque de pago en unos días, por lo que pensó que no sería un problema.
Y ese día, antes de que el niño saliera del autobús, David le regaló los guantes y la bufanda.
“Estos te mantendrán caliente”, dijo. “No molestes a tus padres con eso, ¿de acuerdo?”.
Los ojos del conductor se llenaron de lágrimas cuando el chico lo abrazó antes de salir del autobús. No sabía que esta amabilidad encontraría el camino de regreso a él.
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Unos días después, David fue llamado inesperadamente a la oficina del director.
“¿Me llamó para una reunión, Sr. Bastidas?”, preguntó, llamando a la puerta del director.
El Sr. Bastidas sonrió. “Por favor, toma asiento. Tenemos que hablar”.
El corazón de David dio un vuelco. Pensó que estaba en problemas, pero cuando el Sr. Bastidas comenzó a hablar, sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.
“No necesitaba hacer esto, señor. ¡Dios mío, muchas gracias!”.
“¡Te lo ganaste!”, exclamó el director. “Nos sentimos obligados a hacer esto después de enterarnos de tu ayuda para Álvaro y su familia”.
“Su padre es un bombero que resultó gravemente herido, por lo que actualmente están teniendo dificultades económicas. Hiciste algo maravilloso al ayudarlo. Significa mucho para el pequeño chico y su familia. Y sobre esa caja…”.
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David había dejado una caja dentro del campus de la escuela, justo al lado de la puerta principal, dos días antes. Estaba llena de guantes y bufandas, con un cartel al lado que decía: “Si sientes frío, toma algo de aquí. Te lo agradecería. David, el conductor del autobús escolar”.
La noche después de ayudar a Álvaro, el chofer no pudo dormir bien, pensando en los otros niños que podrían estar en la misma situación. Entonces compró más bufandas y guantes después de recibir su salario, llenó una caja con las compras y la dejó en el campus de la escuela.
El director de la institución y varios padres apreciaron lo que hizo, y David fue felicitado frente a toda la escuela. Pronto, su salario también aumentó. Pero ahí no terminó todo.
La escuela inició un fondo para ayudar a los niños de entornos con problemas económicos. Milagrosamente, un par de guantes, una bufanda y el buen corazón de un conductor de autobús hicieron posible la maravillosa iniciativa.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
La bondad engendra bondad y, a veces, también engendra amor: David amaba a los niños pequeños en su autobús como si fueran suyos, y debido a su cuidado por ellos, ayudó a un niño pequeño en dificultades. Esa amabilidad y amor encontraron su camino de regreso a él.
Ayuda a alguien si puedes, y nunca te arrepentirás: David ayudó a Álvaro y a los otros niños comprando bufandas y guantes con su propio dinero. Incluso sacrificó su café por eso. Ese sacrificio le valió amor y aprecio.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.