Hombre visita la tumba de su madre, ve una lápida cerca con su nombre y la foto de un niño - Historia del día
Un hombre se enteró de que su madre había fallecido y él acudió a su ciudad natal para presentarle sus respetos. Pero se sorprendió cuando encontró una lápida con su nombre y la foto de un niño cerca de su tumba.
Martín no había visitado su ciudad natal desde que se había mudado a otro país para establecer una carrera como acróbata. Su madre era una mujer mayor frágil, y no trabajaba, por lo que él solía enviarle una asignación mensual para cubrir sus facturas de servicios públicos y otras cosas.
Pero un día, revisó la cuenta conjunta que compartían y notó que el dinero estaba intacto. En ese momento, Martín supo que algo andaba mal y llamó a una vieja amiga en su ciudad natal. Entonces se enteró de que su querida madre había fallecido.
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“¿Cuándo ocurrió?”, preguntó con tristeza. “Esas personas... ni siquiera me avisaron...”.
“La familia de tu padre dijo que no había podido comunicarse contigo. Han pasado más de dos meses, Martín”, dijo su amiga, Alicia. “Ella te extrañaba, lo sabes”.
“Quiero presentarle mis respetos”, le dijo él. “Esto es lo último que puedo hacer por ella como hijo”.
“A ella le hubiera encantado que lo hicieras”, dijo la mujer.
“¿Puedes ir conmigo?”, preguntó él. “¿Para presentarle mis respetos? No creo que pueda enfrentar esto solo... Todavía no puedo creer que se haya muerto”.
“Lo haré”, dijo ella. “Sabes que no me negaría. Ella era como familia para mí. Yo también la extraño”.
Ese fin de semana, Martín viajó de vuelta a su pequeño pueblo natal para visitar la tumba de su difunta madre. Alicia lo acompañó al cementerio.
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Él había comprado un ramo de lirios blancos, las flores favoritas de su mamá, y lloró cuando lo dejó contra la fría piedra gris de su lápida.
“Te extraño, mamá”, le susurró. “Más de lo que crees. Yo te amaba. Siempre lo haré. Desearía haber sido un mejor hijo y haberte visitado más a menudo. Podríamos haber pasado más tiempo juntos. Lo siento, mamá”.
Martín se secó las lágrimas mientras se ponía de pie para salir del cementerio cuando Alicia comenzó a tirar de su brazo. “¡Martín, mira ahí!”, dijo ella agitada. “¡Eres tú! ¡Tiene tu nombre!”.
Alicia estaba señalando una lápida no muy lejos de la de su madre, y él se sorprendió cuando pasó los dedos por el nombre grabado en ella.
“En memoria de Martín”, decía la inscripción, y una foto antigua de un niño estaba cerca, envuelta en un paquete impermeable transparente. Martín la tomó y la miró detenidamente. El niño era la viva imagen suya.
“¿Cómo es esto posible?”, se preguntó. “¿Quién es el niño en esta foto?”.
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“¿Tenías un hermano que no conocías? Honestamente, esto es raro, y nunca se sabe... ¡Tal vez tenías un gemelo! Pero, ¿tenían el mismo nombre?”, preguntó Alicia.
“No lo sé”, suspiró Martín. “Realmente no sé nada... Mamá nunca me dijo nada sobre tener un hermano. Y yo nunca me he llevado bien con mi padre, lo sabes. Pero si tengo un hermano, quiero encontrarlo, y creo que sé por dónde empezar”.
Una hora más tarde, Martín y Alicia estaban en la casa de su madre, buscando pistas, álbumes y cualquier cosa que justificara su nombre en la tumba. Estaba revisando los cajones de la mesita de noche y encontró un par de álbumes viejos, pero nada significativo.
Martín y su padre estaban distanciados, y él no solía visitar a su madre con frecuencia. Luego se enteró de que ella y su padre se habían separado, por lo que comenzó a enviarle dinero a su mamá para ayudarla.
El hombre revisó el último cajón y álbum que había, y suspiró cuando no encontró nada importante. Entonces notó que había algo asomándose por debajo del colchón de la cama de su difunta madre: era un archivo.
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Las hojas del interior estaban manchadas de amarillo y la mayor parte de la escritura había desaparecido. Pero Alicia y Martín dedujeron que el archivo pertenecía a un asilo de ancianos en un pueblo vecino.
Según entendieron tras leer el documento, una prima de su madre que él no conocía vivía en ese hogar de ancianos.
“¿Crees que ella pueda decirte algo?”, le preguntó Alicia a su amigo. “¿Qué pasa si cerraron el lugar? No hay un número de contacto aquí”, agregó ella, revolviendo las hojas.
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“No sabía que mamá tenía una prima en un hogar de ancianos, y si mantuvo el archivo debajo de su colchón y nunca me dijo nada sobre ella, significa que estamos un paso más cerca de este misterio, lío o lo que sea. Me gustaría llamarla. Visitemos este lugar y lo averiguaremos”.
Así que Martín y Alicia condujeron hasta el ancianato en el pueblo vecino y, aunque la edificación parecía muy vieja, todavía estaba en pie. ¡Y estaba operativa!
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El hombre se acercó a la recepcionista y preguntó por Betty. Le dijo que él era un pariente y que quería visitarla.
La recepcionista los llevó a él y a Alicia a una habitación tan alegre como el mar en un día soleado. Pero la figura dentro del espacio en la silla de ruedas... Betty... parecía triste y desamparada.
“¿Betty?”, preguntó él, y la figura se movió ligeramente para mirarlo. “Hola, soy Martín. Soy tu sobrino”.
“¿Qué Martín?”, preguntó la anciana. “¿Se supone que debo conocerte?”.
“Soy el hijo de Katy”, agregó él, con la esperanza de refrescar la memoria de la señora mayor.
“¡Ah!”, exclamó ella cubriendo su boca con las palmas de sus manos. Luego, unas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
“Eres el hijo de mi Katy. ¡Te vi cuando eras un bebé! Ella no me ha visitado en mucho tiempo. ¿Está bien?”.
“Mamá murió, Betty”, reveló Martín. “Han pasado dos meses desde su muerte y estoy aquí para preguntarte algo sobre ella. ¿Mamá dio a luz gemelos? Quiero decir... ¿Tengo un hermano? ¿Sabes algo sobre el pasado de mi madre?”.
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“No, no es así”, dijo Betty entre lágrimas. “No tienes un hermano gemelo. Pero, no puede ser, mi Katy... No pude despedirme de ella”.
“Fui a visitarla en el cementerio”, dijo él. “Y encontré esto cerca de su tumba...”, agregó el hombre, mostrándole a Betty la fotografía del niño. Entonces sacó su teléfono y le mostró una fotografía de su infancia.
Después de eso, la anciana compartió una historia que sorprendió a Martín y Alicia.
“Ese chico en la foto no eres tú, sino tu padre, y tenía el mismo nombre que tú”, dijo. “Tu madre tenía dos amantes, o yo diría, uno era un amante y el otro, un admirador. Ella te puso el nombre de su amante”.
Betty le dijo a Martín que su padre biológico era un pobre acróbata que había muerto en un accidente, dejando a su madre sola con un bebé de un año. Ese niño era él.
El admirador (el padrastro de Martín) era un hombre rico que amaba a su madre. Se casó con ella tras la muerte del padre del niño y prometió criar al pequeño como propio.
Los padres pobres de Katy trabajaban para el hombre adinerado, y así fue como él la conoció. Él tenía problemas de fertilidad, por lo que se casó con ella para tener un heredero. Pero las cosas resultaron diferentes cuando Martín creció.
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Cuando era adolescente, él de repente desarrolló un interés por los acróbatas, y su padre rico estaba en contra de su pasión, por lo que Martín cortó todos los lazos con él y se mudó a otro país para perseguir su sueño.
No sabía que el hombre rico era en realidad su padrastro, y que su padre biológico también había sido un acróbata. Katy nunca le habló de él, y nadie sabe por qué.
“Creo que la enterraron allí porque querían que estuviera cerca del hombre que fue su primer amor”, dijo Betty. “El destino es extraño, ¿no?”.
“Tu madre solía visitarme a menudo y nunca habló de su nueva vida con tu padrastro, sin importar cuánto la presionara para que me contara. Ahora sé que ella había estado tan triste y tan sola como yo...”.
Martín estaba llorando y no podía creer que su madre hubiera pasado por tanto. Estaba enojado con su padrastro y decidió visitar su domicilio, donde lo esperaba otra terrible noticia.
El hombre mayor también había muerto y en su casa estaba viviendo una anciana solitaria: la abuelastra de Martín, Paola.
Ella era la madre del hombre que él había despreciado durante todos sus años de adulto, pero era la única familia que le quedaba, además de Betty.
“¡Ya eres todo un adulto!”, dijo ella sonriendo entre lágrimas cuando vio a Martín. “Siento lo de tu madre, hijo. Pero espero que sepas que ella está cerca de alguien a quien amaba”.
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“¡Lo sé, abuela!”, dijo él llorando en el regazo de la anciana como un niño pequeño. “Perdí a todos. Ahora solo me quedas tú y la tía Betty. ¡No creo que tenga el coraje de alejarme de mi familia otra vez! ¡No creo que pueda!”.
Así que Martín decidió comprar una casa nueva en su pueblo natal y se llevó a Paola y a Betty a vivir con él. Seis meses después se casó con Alicia, quien siempre lo había apoyado, y se convirtieron en una familia.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A veces en la vida, tienes que dejar atrás tu pasado y seguir adelante: Martín se arrepintió de no haber visitado a su madre a menudo. Pero dejó atrás su arrepentimiento y su vida pasada para tener un nuevo comienzo con Alicia, Paola y Betty.
- Todo tiene una caducidad, al igual que los secretos: Katy le había ocultado a su hijo la verdad sobre su padre biológico, pero la verdad finalmente salió a la luz.
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