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Hombre se topa inesperadamente en el bosque con una tumba que tenía un hermoso mensaje

Stef Colina
01 feb 2019
05:08

Sid Saunders, es un fotógrafo acostumbra a caminar para observar paisajes que lo inspiren a mejorar, pero esto lo inspiró más allá.

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Hace unos años Sid caminaba por Inglaterra, quizás viendo algún paisaje que lo inspirara para su trabajo fotográfico. Durante su trayecto se tropezó con algo pequeño y de concreto, al acercase notó que se trataba de una lápida.

Aunque para muchos este descubrimiento resultaría más que tétrico, en esta ocasión era quizás todo lo contrario. La sorpresa real se la llevó al día siguiente, cuando volvió para quitar la vegetación sobre la piedra.

“Me propuse volver al día siguiente y limpiarlo, además del área que lo rodea” dijo el hombre que lo hizo y vio una tierna inscripción.

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UN CARIÑO QUE DURA MÁS DE UN SIGLO

En el epitafio encontró el nombre de quien yacía en el sitio, “En memoria de la pequeña Duchie”, “Nacido en agosto de 1869. Fallecido en diciembre de 1882". La lápida tenía tallada en la parte alta de la misma un pequeño conejo, señaló The Dodo.

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Lo que allí estaba tallado habla de un conejo que vivió un poco más de 13 años, “[Él] debe haber sido bien cuidado para vivir tanto tiempo”, señaló Sid que también habló que estaba asombrado de los detalles de la lápida y la cita de la misma que hablan de una mascota que fue muy querida.

Lo que si se mantiene como un misterio es la identidad de la familia de la querida mascota, “La tierra donde está enterrada Duchie solía ser parte de una finca privada en la década de 1800”, explicó Saunders.

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EL CONEJO DE LA FAMILIA

La familia de la mascota quiso demostrar en una lápida el amor que sentían por el peludo animal que formó parte de ellos por más de una década.

El área donde fue enterrado ‘Duchie’ es un verdadero santuario, rodeado de vegetación en un sendero que permite a los que por allí caminan ver el sitio donde tiene el descanso eterno el querido conejo.

La tumba de la mascota ahora al descubierto gracias al fotógrafo es visible, tan visible como debe ser una lápida para que llegaran a verla, como la del hijo de Marie Robinson que recibió la compañía de un amigo plumífero que dejó atónita a Robinson.

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