Todos miraban a una embarazada sucia en el supermercado, era obvio que necesitaba ayuda - Historia del día
La chica embarazada estaba bastante sucia cuando entró al supermercado. La mayoría de los clientes la miraron con disgusto, pero luego obtuvo algo que no esperaba.
Francis nunca olvidará el día que conocí a Anita. Estaba esperando para pagar su compra en la cola de una caja en la tienda de comestibles cuando la vio entrar por la puerta principal. No fue el único que se fijó en ella, todos voltearon a verla.
Desafortunadamente, no fue por ser una mujer deslumbrante, de hecho, lo era, pero las condiciones en las que estaba viviendo en ese momento la dejaron en la indigencia.
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Todos murmuraban y hacían comentarios como: “¿Quién la dejó entrar? ¡Está asquerosa!". Pero nadie pensó en su sufrimiento.
Anita agarró el jabón más barato y caminó hacia Francis. La miró con los ojos llorosos y le preguntó si podía comprarle una barra. Resaltó que era el más barato.
"Claro que sí”, respondió sin pensarlo la mujer. Anita tomó el producto, le dio las gracias y salió de la tienda.
“No podía dejar que se fuera así. Así que salí corriendo, me acerqué a ella y le pedí que me acompañara a almorzar. Vi una sonrisa en su rostro como una forma de decir que sí”.
Francis compró dos sándwiches y se sentaron en un banco del parque. Ella quería entender cómo una chica tan joven y hermosa terminó en la calle. Le preguntó qué le había pasado y ella comenzó a contarle su triste historia.
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“Hace seis meses, mi novio me convenció para que me mudara con él. Era todo lo que quería, pero mi madre era una mujer estricta y dura. Le dije que ya tenía 18 años y que podía tomar mi propia decisión”, narró la futura madre.
Anita hizo una pausa en su relato para respirar profundo y proseguir. Creyendo en el amor fue en contra de la voluntad de su mamá, pero ahora no sabe si hizo lo correcto.
Empacó sus cosas y se fue. Al salir de casa su madre le dijo que si se iba no sería más su hija. En aquel momento no le importó mucho. Estaba enamorada.
"Pero nuestra felicidad no duró mucho. Cuando quedé embarazada, me echó de su casa. Traté de volver a casa de mi madre, pero ella no me aceptó, así que terminé en la calle”, confesó Anita.
La joven le dijo a Francis que su progenitora le había expresado que no le importaba si daba a luz en las calles. Eso la impactó muchísimo.
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De inmediato los ojos de Francis se llenaron de lágrimas al escuchar su historia. Sabía que no la podía dejar en la calle. Por eso le dijo que se fuera con ella. Que estaría segura y recibiría todos los cuidados necesarios.
Anita se bañó y se cortó el cabello. Se puso ropa limpia y se quedó con la bondadosa mujer algunos días. Sin embargo, muchos pensamientos pasaban por su mente. Se imaginaba qué pasaría si ella era una ladrona u otra persona con malas intenciones.
La primera noche, Francis no pudo dormir hasta que a la mañana siguiente sus preocupaciones desaparecieron con el olor de los panqueques.
La joven le mostró su gratitud y eso lo hizo confiar en su instinto inicial hasta que una vez más los pensamientos negativos se cruzaron por su cabeza. Llegó a imaginar que ella se podía estar ganando su confianza para después hacerle daño.
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Pero decidió escuchar su corazón y dejó que se quedara a su lado. Una mañana mientras tomaban el café, Anita le preguntó: “¿Por qué haces esto por mí?”.
Fue entonces cuando ella compartió su historia personal. Le pidió que se subiera al auto y manejó hasta el cementerio.
Allí le mostró la tumba de su hija y expresó que nunca pudo demostrarle cuánto lo amaba. Precisó que si estuviera viva tendría su edad.
Comentó que lo que ella hacía, era mucho más de la ayuda que le podía brindar. Anita le agradeció y le dio un abrazo a la mujer que le compró el jabón en el supermercado.
Francis puntualizó que no pretendía reemplazar a su hija y tampoco quería sustituir a su madre, pero reveló que le gustaría ser parte de su vida y la de su hijo.
Entonces decidieron formar una familia. Anita dio a luz unos meses más tarde. Trajo al mundo a un niño por el que agradeció a Dios. Por su parte, Francis se alegró de poder cargar en sus brazos al bebé. La felicidad había invadido sus corazones.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A veces, las personas más cercanas no son de nuestra sangre. Anita recibió ayuda de una mujer que no conocía cuando su propia madre y su novio le dieron la espalda.
- Siempre debemos escuchar nuestros corazones. Francis dudaba un poco sobre si debía o no ayudar a Anita, pero decidió escuchar su intuición y terminó teniendo razón.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.