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El interior de un avión | Foto: Shutterstock
El interior de un avión | Foto: Shutterstock

Antes de bajar del avión, piloto nota que el último pasajero a bordo es idéntico a él - Historia del día

Antes de desembarcar del avión que acababa de aterrizar, el capitán de la aeronave notó que un hombre en el avión se negaba a bajar. Al mirar con claridad, se dio cuenta de que era idéntico a él.

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“Buenas tardes, damas y caballeros. Les habla el Capitán Eduardo Bastidas. Acabamos de aterrizar. Esperamos que hayan disfrutado su vuelo con nosotros”, dijo el piloto desde la cabina después de aterrizar con éxito el avión.

Tras estacionar el avión, el capitán y su primer oficial siguieron el protocolo y esperaron a que todos los pasajeros desembarcaran antes de salir de la cabina.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Cuando finalmente era su turno, abrieron la puerta de la cabina y el piloto vio una azafata hablando con un hombre que se negaba a salir del avión.

“¿Todo bien aquí?”, preguntó Eduardo, acercándose a ellos.

La azafata asintió. "Les daré algo de tiempo, chicos", dijo con una sonrisa antes de caminar hacia la parte trasera del avión.

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Eduardo estaba confundido acerca de por qué lo había dejado solo con el pasajero. De repente, vio que el hombre era idéntico a él. Antes de que pudiera decir algo, el pasajero habló.

“¿Quieres ver a mamá?”, preguntó.

“No puedo creerlo. ¿Eres tú, Adán? ¿Mamá regresó? ¿Está viva y bien?”, respondió Eduardo, mientras era bombardeado por pensamientos en su cabeza.

Adán era su hermano gemelo, y no lo había visto en décadas. Eduardo había salido del orfanato donde vivieron cuando tenía ocho años y ahora tenían 32 años.

“Te hice una pregunta primero. ¿Quieres ver a mamá?”, volvió a preguntar el hombre con un tono impaciente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El piloto asintió y su gemelo salió del avión. El capitán lo siguió y los dos se subieron a un taxi que se dirigía a la ciudad.

En el camino Adán estuvo en silencio todo el tiempo. Mientras tanto, Eduardo no pudo evitar hablar con lágrimas en los ojos.

“Cuando mamá nos dejó en el orfanato no pensé que volvería. No quería hacerme ilusiones. Entendía que no podía alimentarnos porque papá se había ido”.

“Pero pensé que ella nos había dejado porque una parte de su ser también quería deshacerse de nosotros. No pensé que alguna vez volvería”, manifestó.

“Entonces, en lugar de eso, aceptaste ser adoptado por una familia adinerada. ¡Los elegiste antes que a MÍ! Te supliqué durante días que no me dejaras en ese lugar, pero elegiste vivir una vida de comodidad por sobre tu propia sangre”.

“Ella regresó un año después de que te fuiste, y no podía perdonarse a sí misma por haberte perdido”, respondió Adán.

“Hasta hoy se culpa a sí misma por no haber tenido lo suficiente para mantenernos. No me malinterpretes, te odio. De hecho, te odio tanto como a nuestro padre”.

“Dejé de buscarte hace años, pero cuando escuché tu nombre en ese avión, recordé a mamá y su deseo de verte”, agregó con los dientes apretados.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Después de un par de minutos, el taxi se detuvo. Adán salió y se dirigió a una casa antigua que sorprendió a Eduardo. Se dio cuenta de que su hermano y su madre vivían en la pobreza.

Por otra parte, Adán tenía una novia desde hacía mucho tiempo, no podía pedirle que se casara con él porque pasaba la mayor parte de su tiempo trabajando y cuidando a su madre enferma.

Siempre quiso establecerse y formar una familia, pero se sentía en deuda con su madre y quería asegurarse de que viviera el resto de su vida cómodamente.

Cuando entraron a la casa, Eduardo vio de inmediato a su mamá, Ana, en una silla de ruedas, sentada en la sala de estar. Cuando la mujer vio a sus dos hijos en la misma habitación, comenzó a llorar descontroladamente.

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“¡Dios mío! Eres tú, Eduardo. Adán, tu hermano están aquí. Ha vuelto”, sollozó, acercando su silla de ruedas a sus hijos.

“Él no ha vuelto, mamá. Solo vino a verte, pero estará de regreso a su mansión cuando termine la noche”, dijo Adán pasivamente mientras vertía un vaso de agua para que su mamá se calmara.

Eduardo no dudó en caminar hacia su mamá, abrazarla y pedirle perdón. “Lo siento mucho, mamá. Lo siento, no te creí cuando dijiste que volverías por nosotros. Ojalá puedas perdonarme”, dijo llorando.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“No te culpo, hijo. No te culpo en absoluto. Lamento no haber podido brindarles a ti y a Adán una buena vida desde el principio. Ojalá pudiera, pero fue muy difícil para mí encontrar trabajo”.

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“Lo siento, cariño. Estoy muy contenta de que estés aquí”, respondió su madre, acariciando su cabello mientras se abrazaban.

“¿Te gustaría quedarte a pasar la noche? Tenemos mucho de qué hablar. Me encantaría que pasaras más tiempo con nosotros”, le dijo.

“Lo siento, mamá, pero tengo que irme a casa esta noche. Conseguí un trabajo en España, así que mis padres adoptivos y yo nos mudaremos. El vuelo de hoy fue el último que tomé aquí. Creo que era el destino que Adán estuviera en ese vuelo. Gracias a eso pude verte”, explicó.

Después de escuchar que su hijo se mudaría a Europa, Ana quedó desconsolada. “¿Te irás?”, dijo débilmente. “Ojalá nos hubiéramos encontrado antes... Me entristece que nuestro tiempo juntos haya sido tan corto”.

“Lo siento, mamá. Te visitaré tanto como pueda. Estoy seguro de que tendré vuelos hacia acá de vez en cuando”, dijo el hombre.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Deja de ilusionarla. No merece que le rompan el corazón a su edad. ¡Vete!”, dijo Adán, dándose cuenta de que su hermano quería ver a su madre, pero no establecer una conexión con ella.

Un par de días después de su encuentro, Adán notó que llegaba un servicio de transporte a la casa frente a la suya, y los hombres comenzaron a cargar muebles adentro, junto con electrodomésticos.

“Mamá, parece que alguien compró la casa justo en frente de la nuestra. Pronto tendremos nuevos vecinos”, le dijo.

Ana estaba encantada, ya que siempre había querido tener vecinos. Le gustaba hacer pasteles y comidas horneadas y buscaba compartir sus creaciones con otras personas.

Sin embargo, se sorprendieron cuando el hombre que los siguió poco después, conduciendo un vehículo de lujo, resultó ser Eduardo.

Los dos salieron por la puerta principal para enfrentarse a él. “¿Qué estás haciendo aquí?”, le preguntó Adán a su hermano.

“Hablé con mi esposa sobre lo que pasó el otro día y ambos nos dimos cuenta de que nuestro hogar no estaba en Francia, sino aquí. Rechacé la oferta de trabajo de la aerolínea francesa y les dije a mis padres adoptivos que quería mudarme a algún lugar en esta ciudad.

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Ellos entendieron y prometieron que se mantendrían en contacto mientras disfrutaban de su retiro en Europa”, explicó Eduardo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Lamento no haber tenido la oportunidad de buscarte, mamá. Sé que cometí muchos errores en el pasado, pero espero que me des la oportunidad de demostrarte que no soy una mala persona y que realmente quiero pasar tiempo contigo”.

“Quiero reconectarme contigo también, Adán. Somos hermanos. Los amo a los dos, y se los demostraré si me lo permiten”, agregó.

Ana no podía creerlo y comenzó a llorar. Eduardo les presentó a su esposa, Emilia, y a su pequeña hija, Alejandra. Mientras la mujer mayor conocía a la niña y a su madre, ​​Adán y su hermano tuvieron una buena conversación.

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“Sé que no confías en mí para nada, pero por favor dame esta oportunidad de demostrarte que tengo buenas intenciones contigo y con mamá”, le suplicó Eduardo a su hermano.

“Estoy dispuesto a dejar atrás mis problemas del pasado por el bien de mamá. Se ve feliz y eso es todo lo que me importa”, admitió Adán.

Los hermanos se pusieron al día y Eduardo descubrió que Adán tenía una novia desde hacía mucho tiempo con la que quería casarse. El piloto se ofreció como voluntario para cuidar de su madre en la casa de al lado mientras Adam trabajaba en su propia relación personal.

Además, hizo reparar la casa en la que vivían y le mandó a hacer renovaciones que dejaron la vivienda como nueva.

Adán comenzó a trabajar en su vida personal mientras Eduardo y su familia cuidaban de Ana. La familia se reunía todas las noches para compartir y cenar juntos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Las personas destinadas a estar en tu vida siempre encontrarán el camino de regreso a ti. Adán no sabía que Eduardo era el capitán de la aeronave en la que viajaba. Gracias a su encuentro casual, su hermano volvió a crear un vínculo con su madre y con él, a quienes no había visto en años.
  • Nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo. Adán estaba enojado con su hermano por haberlo abandonado cuando eran niños, pero pudieron dejar de lado sus diferencias por el bien de su madre. Terminaron reconstruyendo sus relaciones entre ellos, llevándolos a convertirse en una familia más fuerte y feliz.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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