Adolescente reprocha a su difunto padre por no dedicarle tiempo hasta que descubre una puerta en el garaje - Historia del día
Un niño despreciaba a su padre por no dedicarle suficiente tiempo, pero todo cambió cuando descubrió una puerta en el garaje.
Carlos Pereira siempre estuvo cerca de su madre, Lidia, porque su padre, Eduardo, era un hombre de negocios que rara vez le dedicaba tiempo a su familia.
Carlos era un niño atlético que empezó a participar en competencias del colegio a los diez años. A los 13, estaba decidido a convertirse en ciclista, y a los 15 años ya estaba activo con las carreras.
Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels
Con la mente puesta en su objetivo, se olvidó de todo lo demás y se centró únicamente en una cosa: su amor por el ciclismo. Desgraciadamente, ese año le ocurrió algo terrible de camino a una competencia.
Lidia perdió el control del coche en el que viajaban al derrapar, y Carlos se despertó dos días después en un hospital.
No pudo identificar su entorno cuando abrió los ojos hasta que su atención fue atraída por el goteo intravenoso conectado a su brazo. "¿Qué... qué me ha pasado?", se preguntó mientras intentaba levantarse y miraba la habitación del hospital. Por desgracia, no podía moverse ni un poco.
Intentó quitarse la manta que le cubría y se quedó sin palabras al descubrir que había perdido una de sus piernas en el accidente. Cuando Eduardo entró en la habitación, Carlos no pudo contener las lágrimas.
"¿Papá? ¿Qué haces aquí? ¿Qué me ha pasado? ¿Y dónde está mamá?", preguntó, llorando.
"Lo siento, hijo", dijo Eduardo. "Sucedió hace dos días... Tu madre y tú tuvieron un accidente y... ella está en coma".
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"¿Qué?". Carlos no podía creer cómo su vida había cambiado tan rápido. Fue a visitar a Lidia en muletas y la vio acostada, pálida y sin vida, en la cama del hospital, como si nunca hubiera estado viva.
"¡Lo siento mucho, mamá!", dijo mientras se sentaba junto a ella. "Estaba tan emocionado que estuve gritando todo el camino en el coche; quizá por eso no pudiste concentrarte y perdiste el control. Pero te juro, mamá, que ganaré ese torneo por ti. Te lo prometo", le dijo repetidamente.
Al cabo de una semana, Carlos recibió por fin el alta, pero estaba disgustado porque Lidia no volvía a casa con él. En su lugar, estaba atrapado con Eduardo, que apenas le hablaba.
El joven se percató que desde que su madre no estaba en casa, Eduardo se distanciaba cada vez más de él. Pasaba horas en el garaje del patio trasero y no iba a trabajar.
Carlos creía que Eduardo estaba muy afectado por el accidente y le daba el espacio que consideraba necesario. Mientras tanto, deseaba poder volver a practicar el ciclismo y continuar con su entrenamiento. Pero había un problema: no podía montar la bicicleta con una sola pierna, y estaba cansado de intentarlo.
Carlos sabía que si Lidia estuviera allí, lo apoyaría y podría hacerlo de alguna manera. Pero eso le parecía imposible con Eduardo, ya que apenas le prestaba atención.
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Un día, el chico estaba tan enfadado con su padre que irrumpió en el garaje para gritarle y acusarle de ser un mal papá, porque apenas le prestaba atención. Sin embargo, se dio cuenta de que el lugar estaba vacío, solo había botellas vacías y naipes en la mesa central.
"¡Te odio, papá! Te odio por esto!", expresó y se fue a su habitación, dándose cuenta de que Eduardo había estado bebiendo y jugando a las cartas con sus amigos todo este tiempo, dejándolo solo. Eduardo y Carlos se distanciaron más que nunca después de aquello, y Carlos evitaba hablar con él.
Un año después, su padre murió repentinamente de un ataque al corazón, dejando a Carlos con su abuelo. El joven ni siquiera estaba seguro de si echaba de menos a Eduardo debido a lo tensa que se había vuelto su relación.
Dos días después del funeral, Carlos decidió sacar las cosas de Eduardo de su casa y acabó tirando las cajas en el garaje. Pero cuando estaba a punto de salir, vio una carta que se había caído al suelo.
Se agachó para recogerla y descubrió algo que nunca había visto. Había un pestillo debajo de la mesa. Apartó la mesa y tiró del pestillo, revelando una habitación oculta dentro del garaje. Bajó los escalones que conducían a una habitación oscura y no pudo creer lo que vio.
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En el centro de la habitación había una bicicleta oculta bajo sábanas blancas. Era una bicicleta para personas que tenían una pierna amputada, y su nombre estaba grabado en ella.
Carlos no pudo evitar llorar. También descubrió los documentos y diarios de Eduardo, donde había tomado notas sobre la construcción de la bicicleta desde cero. Su padre también dejó una nota en la bicicleta indicando que era una sorpresa de cumpleaños para Carlos.
"¡Lo siento mucho, papá! ¿Qué he hecho? Pensé que no me querías", manifestó.
Carlos prometió no dejar que los esfuerzos de Eduardo se desperdiciaran y se esforzó aún más para clasificarse en el próximo torneo de ciclismo de ese año.
Por desgracia, no consiguió el primer puesto, pero sí el segundo. Cuando recibió su medalla de plata, pronunció un discurso de reconocimiento no solo a Lidia, sino también a Eduardo, que hizo todo lo posible por él.
Después de su victoria, el joven fue a ver a su madre al hospital y le dejó la medalla y una foto familiar junto a su cama. "Papá siempre está con nosotros, mamá", le dijo. "Nos mira desde arriba. Y espero haberle hecho sentir orgulloso".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No te apresures a sacar conclusiones; podrías lamentarlo: Carlos había supuesto que Eduardo le ignoraba, pero en realidad estaba ocupado construyendo la bicicleta.
- Nunca renuncies a tus sueños: Carlos estaba decidido a ganar la competencia y hacer que sus padres se sintieran orgullosos. Al final, lo consiguió.
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