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Maestra viuda renuncia y se niega a ver a nadie hasta que oye que tocan su puerta - Historia del día

Mayra Pérez
24 jun 2022
00:00

Una mañana, una maestra viuda, que se había aislado del mundo después de la muerte de su esposo, escucha un golpe en su puerta que cambia su vida de una manera que no esperaba.

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Janet Pereira era una mujer alegre que amaba su trabajo como maestra. Pero todo cambió el día que su marido, Eduardo, murió de un infarto, dejándola sola.

Janet y Eduardo no habían tenido hijos. Disfrutaban de su vida juntos y de sus respectivos trabajos plenamente. Pero al morir su esposo, nada tuvo sentido para la joven viuda. No pudo hacer frente a su pérdida; renunció al trabajo y se aisló.

Lágrimas corren por el rostro de una mujer. | Foto: Pexels

Lágrimas corren por el rostro de una mujer. | Foto: Pexels

Eventualmente, dejó de recibir a sus vecinos y amigos y no volvió a permitir que alguien entrara a su casa. Los rumores decían que se había vuelto completamente loca después de perder a Eduardo.

Una mañana, Janet estaba en la cocina preparando té cuando escuchó que llamaban a su puerta. Nunca le abría la puerta a nadie, así que ignoró el golpe, pensando que el visitante pronto se iría. Sin embargo, eso no sucedió.

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Los golpes continuaron, seguidos por el sonido constante del timbre de su puerta, lo que le provocó dolor de cabeza a Janet.

“¿Quién es esta persona que me molesta tan temprano en la mañana?”. Janet estaba furiosa mientras caminaba hacia la ventana de su sala de estar, sosteniendo la taza de té en sus manos.

Miró por detrás de las pesadas cortinas que mantenía cerradas para evitar que los extraños miraran dentro de su casa, y dejó caer la taza de té de su mano, totalmente sorprendida.

“¡Oh, Dios mío! ¿Por qué, por qué hacen esto?”, murmuró con incredulidad.

Fuera de su casa, estaban agrupados muchos niños, sus antiguos alumnos, que sostenían regalos, globos y tarjetas de felicitación para ella. Había estado tan consumida por la pérdida de Eduardo que se había olvidado por completo de su cumpleaños.

Janet se retiró de la ventana y se dejó caer en el sofá de la sala, agarrándose el pecho. “Lo siento… no estoy lista para esto”, se dijo a sí misma mientras los golpes continuaban.

Una mujer se inclina con tristeza. | Foto: Pexels

Una mujer se inclina con tristeza. | Foto: Pexels

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Después de algunos minutos, los golpes cesaron y Janet escuchó pasos que se alejaban. Se dio cuenta de que los niños se iban y miró por la ventana para confirmarlo. También notó que habían dejado sus regalos en el umbral.

Cuando sintió que no quedaba nadie al frente, Janet abrió con cautela la puerta principal y tomó los regalos. Estaba llorando cuando leyó las tarjetas de cumpleaños que le habían dejado. Una de ellos decía:

“Estimada señora Pereira:

¡Un muy feliz cumpleaños! Te extrañamos y queremos que vuelvas a la escuela. Nuestras clases ya no se sienten igual. Tenemos un nuevo docente para tu materia, pero la disfrutábamos más cuando eras nuestra maestra. Por favor, regresa.

Samanta”.

Janet estaba abrumada por las emociones mientras abría los regalos y leía las tarjetas una por una. Se sentía terrible consigo misma con cada carta que sus alumnos le habían escrito. ¿Cómo podía alejar a esos niños cuando la amaban tanto?

“No merezco todo este amor. ¡Oh!, debería haber abierto la puerta”, se lamentó.

Ese día despertó algo en Janet y se dio cuenta de que lo que había estado haciendo todo el tiempo estaba mal. Su dolor era comprensible, pero había gente que aún la apreciaban, la extrañaban, y la querían en sus vidas. Debería hacer un esfuerzo para seguir adelante por ellos, pensó.

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Par de niños haciendo manualidades. | Foto: Pexels

Par de niños haciendo manualidades. | Foto: Pexels

Entonces, a la mañana siguiente, Janet se animó a darle otra oportunidad a la vida. Y el primer paso fue levantarse temprano, vestirse e ir a la escuela. La señora Muñoz, la directora, se sorprendió cuando la encontró en su oficina.

“Qué agradable sorpresa, Janet!”, dijo cuando vio a su maestra más querida. “¡Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi!”.

“Así es, señora Muñoz”, dijo Janet en voz baja. “Fue difícil volver a la normalidad después de la muerte de Eduardo. Pero creo que ha llegado el momento, especialmente después de que los estudiantes aparecieron en mi casa para celebrar mi cumpleaños…”.

“En cierto modo, fueron sus deseos los que me dieron la confianza para seguir adelante”, hizo una pausa. “Si no te importa... Me preguntaba si la escuela todavía tiene puestos de trabajo disponibles”.

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“¡Por supuesto que tenemos vacantes, Janet!”, respondió la señora Muñoz alegremente. “Eres la mejor maestra que he tenido, y los estudiantes te adoran. Si no tuviera un puesto disponible, lo inventaría. Solo avísame cuando quieras comenzar”.

“Muchas gracias”, dijo Janet, conmovida. “Me gustaría reanudar lo antes posible. ¿Estará bien si empiezo hoy?”.

“Por supuesto, adelante. ¡Te deseo lo mejor! Y Janet...”, dijo la señora Muñoz cuando la maestra salía de su oficina. “Estoy encantada de tenerte de vuelta”.

Una mujer hace una llamada telefónica. | Foto: Pexels

Una mujer hace una llamada telefónica. | Foto: Pexels

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Janet agradeció a la directora y se dirigió a su clase. Los niños estaban felices de verla de regreso, y ver la alegría en los rostros de los niños hizo que se diera cuenta de cuánto amor había perdido.

Al final de su clase ese día, Janet le preguntó a uno de los niños de quién había sido la idea de celebrar su cumpleaños. Cuando escuchó la respuesta, no pudo contener las lágrimas. “¿Está seguro?”, le preguntó de nuevo.

“Sí, señorita, fue Enrique”, respondió el niño.

Janet no podía creer que Enrique hubiera hecho eso por ella. Era el chico más problemático de su clase y siempre estaba inventando travesuras. Salió de la clase, buscó al niño y lo vio caminar hacia la puerta principal.

“¡Enrique!”, gritó, y el niño se dio la vuelta. “¡Ven aquí!”.

Cuando se acercó a ella, Janet lo abrazó. “Aprecio tu iniciativa, Enrique. Gracias por tu hermosa sorpresa de cumpleaños”, dijo. “Sin ti, no estaría aquí hoy”. La expresión del niño se iluminó con una gran sonrisa.

“Lo hice porque nada me parecía divertido después de que te fuiste, así que debes quedarte aquí y no volver a irte nunca más, ¿de acuerdo? ¡Hasta mañana!”, dijo, y corrió agitando su mano en un adiós apresurado. Janet sonreía con lágrimas humedeciendo sus ojos.

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Ese día, sintió que había tomado la mejor decisión de su vida al seguir adelante y retomar su gran pasión: enseñar a los niños.

Un niño abraza a una mujer. | Foto: Pexels

Un niño abraza a una mujer. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Un estallido repentino de bondad puede cambiar la vida de alguien. La compasión de Enrique y los otros niños por Janet la ayudó a superar su tristeza y seguir adelante con su vida, lo que no había podido hacer desde la muerte de Eduardo.

Perder a un ser querido no es fácil, pero hay que seguir adelante. Janet pudo ver su vida desde una perspectiva diferente después de notar la preocupación de sus alumnos por ella. La ayudó a seguir adelante y empezar de nuevo.

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