Niña avergonzada de su papá lo esconde de todos: un día sus compañeros de clase se le acercan - Historia del día
Una niña estaba profundamente avergonzada de su padre hasta que un día sus compañeros de escuela llegaron a su casa y le expresaron al hombre su respeto y admiración.
Todo padre quiere ser el héroe de su niña. El papá de Sandra no era diferente. Desafortunadamente, ella no estaba orgullosa de él. La niña nunca quería que él fuera a buscarla a la escuela o que asistiera a sus partidos de fútbol.
Estaba avergonzada de su padre, y él lo sabía. Él la avergonzaba, y saberlo le rompía el corazón. Pero nunca imaginó que algún día él sería el héroe de todos.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash
Jesús Manrique era bombero y en el pasado había sido un hombre muy guapo. Había una foto sobre la chimenea que había sido tomada cuando Sandra tenía siete años, antes de que su madre los abandonara.
El hombre y su esposa, Alicia, formaban una hermosa pareja y su hija estaba muy orgullosa de ellos. Pero un año después de que se tomara la foto, ocurrió un terrible incendio en una fábrica local, cuando Sandra tenía ocho años.
Jesús y su equipo habían sido llamados. Un hombre estaba atrapado en el edificio en llamas y el bombero había entrado. Logró sacar al hombre, pero él se quemó gravemente.
Su uniforme protegía su cuerpo, pero no su rostro. Cuando Jesús salió de ese edificio, ya no era el hombre más guapo de la ciudad. Tuvieron que hacerle varias cirugías plásticas para colocarle injertos de piel, pero nunca volvió a ser el mismo.
Después de que la mamá de Sandra mirara cómo había quedado el rostro de su esposo empacó sus maletas y los abandonó. Jesús no la culpaba a ella, se culpaba a sí mismo.
Alicia le había pedido que dejara la fuerza, pero él se había negado. Si hubiera renunciado, no habría quedado desfigurado.
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A él le encantaba su trabajo y todavía continuaba trabajando como bombero. Al menos allí nadie miraba de soslayo su rostro lleno de cicatrices. Era respetado y útil.
El accidente de Jesús y la partida de Alicia habían puesto de cabeza el mundo de Sandra. ¡Antes se sentía muy orgullosa cuando su padre la llevaba a la escuela! Pero ahora, tenía miedo de que alguien lo viera.
“No quiero que me acompañes hasta la puerta”, le dijo Sandra a Jesús. “Puedes pararte en la esquina y mirar”.
“Pero hija”, protestó el hombre. “Quiero...”.
“¡No me importa!”, gritó. “¡No quiero que mis amigos vean el MONSTRUO que eres! ¡Por eso mamá se fue! No quiero perderlos a ellos también”, dijo la niña.
Después de eso pasaron dos años. Durante ese tiempo Sandra siempre se aseguraba de que sus amigos nunca vieran a su padre. Nunca llevaba amistades a casa de visita e incluso insistía en que él no asistiera a sus fiestas de cumpleaños.
Jesús era un padre bueno, cariñoso y comprensivo, y la actitud de su hija lo lastimaba. Quedó desconsolado cuando la escuela organizó un baile de padre e hija, y Sandra invitó a su tío, el hermano de su papá.
La jovencita se sorprendió cuando Jesús comenzó a salir con una compañera bombera. “¿Cómo puede besarte?”, le preguntó Sandra.
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Ella hizo el mismo comentario frente a la mujer, y esta respondió: “Las cicatrices de tu padre se volvieron invisibles en el momento en que vi su corazón”.
La niña se rio y torció los ojos. Pero estaba secretamente avergonzada de sí misma. ¿Sentía que estaba haciendo lo mismo que había hecho su mamá? ¿Era la apariencia de las personas más importante para ella que sus corazones?
Luego se encogió de hombros. ¡Todos se sentían de la misma manera! Estaba segura de que, si sus amigos veían a su papá, se burlarían de ella. ¡De ninguna manera iba a dejar que eso sucediera, aunque eso significara ignorar los sentimientos de su padre!
Pero un día, el destino intervino. Hubo un incendio en un edificio de apartamentos en el centro, y Jesús y los otros bomberos fueron llamados. El incendio se propagó rápidamente y un residente dijo que todavía había alguien adentro en el tercer piso.
Jesús entró de inmediato y salió veinte minutos después con un hombre inconsciente envuelto en una manta mojada. El hombre fue trasladado de urgencia al hospital y tratado por inhalación de humo.
Gracias al heroico bombero no se perdieron vidas. La gran sorpresa llegó al día siguiente en la escuela. El hombre que Jesús había rescatado era el Sr. García, ¡el maestro más popular de la escuela!
Todos los alumnos hablaban del heroico bombero que había rescatado al docente, y comentaban que ya tenía medallas al valor. “¡Creo que deberíamos mostrarle nuestro aprecio!”, dijo el presidente de la clase.
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Todos los alumnos del Sr. García decidieron ir a la casa del valiente bombero y darle una ovación de pie. ¡Sandra estaba horrorizada! ¡Seguramente descubrirían que Jesús era su padre!
Ella fingió estar enferma y se fue a casa temprano. Se encerró en su habitación. ¡Con suerte, nadie la vería ni se daría cuenta de que esta era su casa!
Estaba escondida detrás de las cortinas cuando sus compañeros de clase tocaron el timbre. Escuchó a su papá abrir la puerta y los chicos comenzaron a cantar. ¡Nadie gritó de disgusto!
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La jovencita caminó hasta el pasillo, desde donde podía mirar. El líder de la clase le hablaba respetuosamente a su padre y lo miraba a la cara con admiración.
“Señor”, dijo el presidente de la clase. “¿Le importaría decirme cómo su cara...?”.
Jesús dijo: “Está bien. Me quemé hace muchos años, sacando a un hombre de otro edificio en llamas”.
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“¡Señor!”, exclamó el chico con y orgullo. “¡Esas son las marcas de un héroe! ¡Estaríamos muy orgullosos si viniera a la escuela y nos hablara sobre su trabajo!”.
¡Los otros niños estaban vitoreando y aplaudiendo! Sandra no podía creerlo. ¿No estaban impactados por la apariencia de su padre? Entonces recordó lo que había dicho la novia de Jesús: “Las cicatrices de tu padre se volvieron invisibles en el momento en que vi su corazón”.
¡Sus amigos vieron el corazón y la valentía de su padre cuando todo lo que ella veía eran sus cicatrices! Sandra salió de su escondite y tomó la mano de su papá.
“¡Sandra!”, dijo el presidente de la clase. “¿Conoces al Sr. Manrique?”.
“Sí”, dijo la niña, sonriendo con orgullo. “¡Él es mi papá!”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Juzga a las personas por sus cualidades, no por su apariencia. Sandra había olvidado que su papá era un hombre valiente del que debería estar orgullosa, pues lo único que le importaba a ella eran las apariencias.
- La belleza se desvanece, pero el coraje y la bondad duran para siempre. Sandra aprendió que los demás valoraban mucho más a su padre y se dio cuenta de que estaba equivocada.
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