"¡Arruinaste todo, desharrapada!", grita una joven a su pobre abuela cuando la ve llegar a su boda - Historia del día
Bea entró en la boda de su única nieta con ropa sencilla y un regalo especial. Cuando la novia la insultó brutalmente, una voz inesperada la interrumpió y puso el gran día de cabeza.
A través de los gruesos anteojos redondos que claramente pertenecían a otra época, Bea comenzó a mirar a su alrededor en su vieja casa polvorienta y fruncía el ceño a todo lo que tocaba con la vista.
“¡No veo nada que valga la pena vender aquí!”, murmuró. “No lo suficiente como para comprarle a mi Gia un regalo de bodas decente”.
Gia era la única nieta de Bea, y la amaba más que a la vida misma. Cuando la madre de la joven estaba teniendo dificultades para criarla tras su nacimiento, luego de ser abandonadas por su padre, fue Bea quien intervino y cuidó de la niña.
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Pero eso fue hace mucho tiempo. Gia tenía ahora 23 años, era una adulta, independiente y siempre ocupada. “No es de extrañar que la pobre no haya tenido tiempo de enviarme la invitación todavía”.
“¡De todos modos, las invitaciones son demasiado formales para la familia!”, pensó Bea.
En realidad, Gia había estado evitando a su abuela a propósito. Antes consideraba que la mujer mayor era dulce, pero ahora era mucho más vieja, más pobre, y estaba empezando a sonar incoherente y repetitiva.
Y en su gran día, cuando se iba a casar con el hijo rico de un empresario influyente, no quería ningún drama a causa de su abuela olvidadiza y algo ruidosa.
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Mientras tanto, Bea estaba ocupada buscando la manera de comprar un hermoso regalo de bodas para su amada nieta.
Cuando se quedó sin ideas, llamó a su vieja amiga Susana, que tenía una sastrería en el centro.
“¡No, no! No quiero dinero prestado”. Bea rechazó con orgullo la oferta de su amable amiga. “Quiero trabajar para ganarlo. ¿Cuánto podrías pagarme por un mes de limpieza en la tienda? ¡También limpiaría los baños!”.
Bea comenzó a trabajar en la tienda y hacía su trabajo de la misma forma en que hacía todo lo demás: a la perfección. Iba más allá de barrer y trapear. Incluso creó un sistema completamente nuevo para exhibir ropa y reciclar telas sobrantes en el lugar.
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Un mes después, la mujer mayor estaba feliz. Salió de la sastrería y entró a una joyería fina. “¿Cuál de estos aretes elegiré para mi niña?”.
El dinero era suficiente para comprar un par de aretes. “¡Estos son perfectos!”.
Era lo más caro que Bea había comprado en mucho tiempo. Lo llevaba con cuidado en su bolso y lo sacó solo para mostrárselo a su amiga Susana un día antes de la boda.
“El regalo es hermoso, pero ¿qué diablos te vas a poner para la boda? Sé que no hay nada festivo en tu guardarropa. Y no me dejas comprarte o hacerte un vestido bonito”.
“Oh, por favor. No necesito nada de eso. Nadie irá allí a mirarme. No importa lo que lleve puesto. Lo que importa es que estaré allí, a su lado, en el día más importante de su vida”.
El día de la ceremonia, Bea caminó sobre césped magníficamente decorado vistiendo una blusa sencilla y una falda desteñida pero bien planchada. No prestaba atención a las miradas y risas que venían de ambos lados.
“¡Que alguien envíe a esta mujer harapienta al refugio del que escapó!”.
“O denle un peine”.
“¡O perfume, por favor! ¡Huele como el metro!”.
Las voces y las risas se hacían cada vez más fuertes.
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Pero la voz más fuerte y brutal del salón provino de la persona más inesperada. Y rompió el corazón de la pobre anciana.
“¡Abuela! ¿Qué haces TÚ aquí? ¿Te envié una invitación por error?”, le gritó Gia a su abuela Bea.
Sus palabras drenaron la alegría y la emoción del rostro de Bea. “¡No pensé que necesitaba una invitación para asistir a la boda de mi nieta!”.
Los invitados suspiraron y sonrieron burlonamente, esta vez mirando a la novia.
“Esto es EXACTAMENTE lo que estaba tratando de evitar. ¡Mírate, abuela! ¡Ni siquiera te importó lo suficiente como para comprar ropa decente para usar en mi boda! ¡Has estado aquí por solo unos minutos y ya has causado una escena! ¡Arruinaste todo, desharrapada!”.
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En ese momento, Gia sintió un fuerte agarre en su brazo. No era Bea. Era David, el joven con el que estaba a punto de casarse.
“¡Suficiente! Es tu abuela a la que estás insultando frente a una multitud. Creo que deberías disculparte con ella”.
Gia apartó el brazo e ignoró a David, lanzando otra mirada furiosa a la pobre Bea.
“¿Me escuchaste, Gia? Esto es inaceptable. De hecho, bastantes cosas sobre ti lo son. Pero estoy dispuesto a dejarlas pasar, excepto esto. Si no te disculpas con esta dulce mujer aquí mismo, ahora, ¡cancelaré esta boda!”.
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Ahora David tenía la atención de la joven. Gia lo miró. Estaba desconcertada. No entendía por qué le importaba eso. Ella quería casarse, pero no a costa de que su ego resultara herido.
“Buen intento. ¡No hay forma de que me disculpe con ella!”, dijo la novia, segura de que su prometido estaba mintiendo.
“Bueno”, el hombre se giró hacia la audiencia, frotándose las palmas de las manos. “Damas y caballeros, gracias por haber venido, pero lo siento, la boda está cancelada”.
“Por favor, acepten mis disculpas y disfruten de la exquisita variedad de comidas y bebidas por sus molestias. ¡Buenas noches a todos!”.
Gia vio con horror que el hombre de su vida se acercó a su abuela, le susurró algo, le secó las lágrimas y salió del lugar tomándola de la mano. Los invitados estaban ocupados grabando videos del impactante evento y publicándolos en sus redes sociales.
Gia lloraba lágrimas de enojo mientras David se alejaba con la mujer de aspecto andrajoso. El joven consoló a Bea y se convirtió en el nieto cariñoso y solidario que ella se merecía en su vejez.
Años después, salió de compras con su esposa, sus hijos y Bea al centro comercial cercano. Gia los vio y escondió su rostro detrás del cuello de su uniforme de conserje, pero David la reconoció y pasó de largo.
Ella se sentía avergonzada y desanimada, pues había desperdiciado la oportunidad de tener una vida familiar feliz por lo que había hecho aquel día en el altar.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sé amable con quien te crio: Gia había olvidado que su abuela la había cuidado durante una etapa difícil en su vida y la de su madre.
- No desperdicies tu oportunidad de tener una familia amorosa: Gia dejó que su ego se apoderara de ella y arruinó la posibilidad de casarse con un hombre cariñoso y tener una vida feliz con una abuela amorosa.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.