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Bebé recién nacido en una incubadora. | Foto: Shutterstock
Bebé recién nacido en una incubadora. | Foto: Shutterstock

Una madre descubre que su hijo fallecido fue cambiado al nacer y que su verdadero hijo está vivo - Historia del día

La alegría de Amy y Fred por el nacimiento de su hijo se convirtió en llanto cuando el niño no sobrevivió a un parto difícil. En su dolor, Amy empezó a estudiar el historial médico de su hijo y descubrió un terrible error.

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“¡Fred, despierta!”, dijo Amy, sacudiendo el hombro de su esposo. “Mi fuente acaba de romperse”.

Fred se incorporó bruscamente y saltó de la cama. “Ya estoy lista. Recogeré tus cosas y te ayudaré a subir al auto. ¿Qué tan fuertes son las contracciones?”.

“Manejables”, dijo Amy con los labios fruncidos. Ahora estaba concentrada en sus ejercicios de respiración.

Los dos se dirigieron rápidamente al hospital. Era el primer hijo de la joven pareja y ambos estaban asustados y muy ilusionados con la idea de ser padres.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Todos los meses de anticipación por fin estaban a punto de dar sus frutos. Ninguno de los dos podía esperar a tener a su dulce bebé en brazos.

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El personal del hospital llevó rápidamente a Amy a la sala de maternidad. Ella había tenido un embarazo normal y la doctora preveía un parto sencillo. Amy pujaba y respiraba siguiendo las instrucciones de su galena, pero pronto quedó claro que algo iba mal.

“Tenemos que hacerte una cesárea de emergencia”.

El pánico se apoderó de Amy. Ella trató de alcanzar a Fred, pero las enfermeras lo apartaron.

La mujer estaba rezando mientras la doctora practicaba la operación. Ella escuchó desesperada el primer llanto de su hijo, pero sólo oyó el ajetreo de las enfermeras que se lo llevaban para tratarlo.

Ella y Fred se abrazaron en la sala de recuperación. No estaban hablando porque ninguno de los dos quería expresar su miedo. Finalmente, la doctora de Amy entró con un pediatra.

“Hemos estabilizado a su hijo”, dijo el pediatra, “pero todavía tenemos que vigilar su estado”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿Se pondrá bien nuestro bebé?”, preguntó Fred.

“Estamos haciendo todo lo que podemos por él”, respondió la doctora.

Amy apretó con fuerza la mano de su esposo y los dos jóvenes padres se miraron. Las palabras de la galena no eran tranquilizadoras. En todo caso, la gravedad de su situación parecía ahora más oscura y ominosa que antes.

Los temores de la pareja se confirmaron unos días más tarde: su hijo había muerto. Amy y Fred se derrumbaron bajo el peso de su dolor.

Lloraron hasta que sus gargantas quedaron en carne viva y no tenían más lágrimas que derramar. Incluso entonces, la tristeza era una herida en sus corazones.

Bautizaron a su hijo con el nombre de Shaun y lo enterraron. Después se les hizo muy difícil volver a la vida cotidiana. Trabajaban, comían y dormían, pero había un vacío doloroso donde debería haber habido cambios de pañales y la risa gorjeante de un bebé.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Amy no entendía qué había causado la pérdida de su hijo. Comenzó a estudiar detenidamente los informes del hospital y se quedaba despierta hasta altas horas de la noche buscando terminología médica que no entendía.

De camino a la cama, solía entrar en la habitación del bebé. Se pasaba los dedos por la cicatriz del vientre y miraba la cuna vacía.

“Averiguaré por qué te pasó esto”, susurraba, mirando a la habitación vacía.

“Nunca me rendiré y nunca dejaré de buscar respuestas”.

Esa misma semana, Amy estaba hojeando las páginas del expediente de su hijo cuando su mirada se posó en una prueba que aún no había examinado en detalle. La revisó e inmediatamente notó algo peculiar.

Amy y Fred insistieron en hacerse pruebas de ADN cuando se enteraron de que estaban esperando un bebé para asegurarse de que ninguno de los dos fuera portador de una enfermedad que pudieran transmitir a su hijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Los resultados de esas pruebas eran claros, pero la prueba que tenía en sus manos daba positivo en anomalías genéticas. Era imposible. Amy llamó a Fred y compararon los resultados de las pruebas de ADN de su hijo con los suyos.

“Esto no cuadra”, murmuró Fred unas horas después. Ya habían comparado las pruebas varias veces.

“Lo sé”. Amy apretó los dientes. “Mañana a primera hora le llevaré esto a mi doctora”.

Al día siguiente, Amy observó a su doctora estudiar los resultados de las pruebas. Se le frunció el ceño y se levantó de repente.

“Gracias por traerme esto, Amy”, dijo la profesional de la salud. “Tienes razón, aquí pasa algo, pero aún no puedo darte ninguna explicación. Voy a llevar esto a la administración del hospital ahora mismo. Por favor, espera aquí”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Amy asintió. Sintió que el apretón de su corazón se había aliviado un poco, sabiendo que por fin obtendría respuestas. La doctora regresó un rato después con noticias que Amy nunca hubiera esperado.

Salió del hospital aturdida por la incredulidad. Lo primero que hizo fue llamar a Fred, pero Amy rompió a llorar en cuanto oyó su voz.

“Amy, ¿qué pasa?”, le preguntó Fred.

“¡Nuestro hijo está vivo!”.

Esa noche, ella le contó a Fred que la doctora le había explicado que su hijo había sido intercambiado accidentalmente con otro bebé nacido el mismo día.

Aunque la galena no había dado mucha información sobre la otra familia, Amy había deducido que la madre había tenido un embarazo y un parto muy difíciles.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“La doctora insinuó que esta mujer había tenido abortos espontáneos o niños que habían nacido muertos antes", dijo Amy, dejando escapar un profundo suspiro. “Fred, me siento destrozada. Nuestro bebé está vivo, pero...”.

“Pero también se ha convertido en el milagro de otra familia”, agregó él. Estaban sentados en el sofá, y Fred abrazó a Amy con fuerza.

“Exactamente. Yo... no quiero ser la razón de que otra familia sufra el dolor que hemos padecido estas últimas semanas”.

“¿Qué dijo la doctora sobre esta situación?”, preguntó el hombre.

“La doctora insistió en que nos reuniéramos con la otra familia lo antes posible. La mujer tiene cita para una revisión este miércoles y tenemos que estar allí para que se solucione este lío”, dijo Amy mirando a Fred. “Tengo miedo, Fred”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El hombre abrazó a su esposa mientras ambos empezaban a llorar. Estaban aliviados de que su hijo estuviera vivo, pero se sentían culpables por apartarlo de una familia que ya había sufrido mucho para tener hijos.

Pronto, Amy y Fred llegaron a la consulta médica y los acompañaron al interior.

“La madre ya está aquí”, dijo la doctora. Apartó las persianas y señaló a una mujer con un bebé en brazos.

Amy apoyó la mano en el cristal y se quedó mirando la sala de espera. De la manta del bebé salían pequeños puños que golpeaban el aire, pero la mujer sonreía. Su rostro brillaba de amor y alegría mientras calmaba al bebé.

“No puedo hacerlo”.

Amy huyó de la consulta médica entre lágrimas. Cuando llegó al pasillo, se desplomó en el suelo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Unos años después...

Amy estaba sentada en su automóvil y apuntaba con la cámara de su teléfono a una mujer que empujaba a un niño en los columpios. Tanto la madre como el niño reían y charlaban sin parar. Cuando el columpio llegó a su punto más alto, el pequeño saltó al suelo y corrió a pegarse a su madre.

Amy sonrió y paró de grabar mientras la madre y su niño corrían hacia el otro extremo del parque. Su hijo se estaba convirtiendo en un chico apuesto y de buen humor. Aunque sólo lo había visto de lejos, Amy estaba orgullosa de él.

Esa noche, Fred y ella vieron juntos el vídeo y Amy rompió a llorar.

“Esa debería ser yo”, se lamentó.

“Lo sé. Amy, aún tenemos todas las pruebas que necesitamos para llevárnoslo”, dijo Fred, secando las lágrimas de su esposa con los dedos. “Somos sus verdaderos padres, después de todo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Amy negó con la cabeza.

“Sigo pensando que hicimos lo correcto y, además, si ninguno de los dos tuvo corazón para llevárselo cuando era un bebé, ¿cómo podríamos hacerlo ahora que es mayor? Sería cruel”.

Fred asintió y Amy lo estrechó en un fuerte abrazo. A decir verdad, había momentos en que sentían profundamente el vacío que había en sus vidas donde debería estar su hijo y se arrepentían de no haberlo reclamado cuando era un bebé.

Habían intentado tener hijos nuevamente para aliviar su sufrimiento, pero no lo habían conseguido.

Un día, Amy estaba navegando por sus redes sociales cuando vio una publicación que captó inmediatamente su atención. Era la solución a su dilema sobre su hijo. Anotó los datos de contacto y marcó el número.

Unos días después, Amy llegó a una pulcra casa de las afueras de la ciudad con una carpeta llena de papeles. Se sentó con la mujer que vivía allí y, una hora más tarde, tenía un trabajo como la niñera de su hijo.

“Te veré mañana temprano”, le dijo Carly a Amy cuando se marchó. “¡Estoy segura de que mi hijo, Ed, te va a adorar!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Estoy deseando conocerlo”, respondió Amy.

Fred se sorprendió cuando su esposa le contó lo que había hecho, pero la apoyó completamente.

“Es una gran idea”, dijo. “Ahora podrás pasar tiempo con nuestro hijo y sabremos de una vez por todas si tomamos la decisión correcta”.

Amy se sintió casi embargada por la emoción cuando Carly le presentó a Ed. Al principio él se mostró tímido, pero Amy y él no tardaron en comenzar a jugar con sus juguetes y colorear juntos.

Con el paso de los días, Amy quedó impresionada por el enfoque amable y cariñoso de Carly y por cómo Ed prosperaba ante su cuidado. El niño era seguro de sí mismo e inteligente y a menudo sorprendía a Amy con su agudo ingenio.

Trabajar como niñera de Ed permitió a Amy, y a Fred, curar las cicatrices dejadas en sus corazones por la difícil decisión que habían tomado hacía varios años.

En pocas semanas, pasaron de ser una pareja llena de dudas y dolor a una pareja segura de sí misma que sabía que había tomado la decisión correcta.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Justo cuando parecía que Amy y Fred habían llegado a un punto en el que podían estar contentos con su vida, recibieron una noticia impactante.

“¿Estás segura?”, preguntó Fred tomando las manos de su esposa mientras la miraba fijamente a los ojos.

“Sí”, dijo Amy rebotando sobre sus talones, incapaz de contener su alegría.

“La doctora me lo confirmó hoy. Vamos a tener un bebé”.

Fred abrazó a Amy y la hizo girar alrededor de la cocina. Por fin iban a tener una familia.

Cuando ella le dijo a Carly que estaba embarazada, la mujer saltó de la silla y la abrazó. Se habían hecho amigas en las últimas semanas.

“Me alegro mucho por ti”, dijo Carly. “Tener un bebé es un milagro. Es el mayor regalo de este mundo”.

“Lo sé”, dijo Amy, mirando a Ed jugar con un camión de juguete en la habitación de al lado.

Amy siguió cuidando de Ed hasta que llegó a su tercer trimestre de gestación. El embarazo iba bien, como antes, y a Amy le invadieron los nervios cuando llegó el gran día.

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“¿Y si algo sale mal?”, le preguntó a Fred mientras las enfermeras la acompañaban a la sala de maternidad.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Nada saldrá mal”, respondió Fred, pero su sonrisa era sombría, y Amy se dio cuenta de que él también estaba preocupado.

“Doctora, va a cuidar bien de mi bebé, ¿verdad?”.

La médica tomó la mano de Amy y asintió. “En todo momento, Amy. Te lo prometo”.

De madrugada, Amy dio a luz a una niña sana. Ella y Fred decidieron llamarla Miranda.

Unas semanas después, la madre llevó a su hija a visitar a Ed y a Carly. Las dos madres estaban tomando té y Miranda dormía, cuando Ed tiró de la manga de Amy.

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“¿Qué es esa marca en el pie de Miranda?”, preguntó.

Amy miró a su hija y sonrió. “Es una marca de nacimiento. Todos en mi familia la tienen”.

“¿Eso significa que soy de tu familia?”.

“¿Qué?”, preguntó Amy mirando al niño. “¿Por qué dices eso?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Ed tiene exactamente la misma marca de nacimiento”, respondió Carly. “En realidad, siempre nos lo hemos preguntado. Es muy inusual, y no hay nada parecido en su familia”.

“Ah”. Amy se rio nerviosamente. “Qué raro, ¿verdad?”.

Carly la miró a ella y a Ed con los ojos entrecerrados. También miró a Miranda y frunció el ceño.

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“Miranda es idéntica a Ed cuando era bebé”.

“Será mejor que me vaya”, dijo Amy. “Es probable que Miranda se despierte pronto y necesite que la cambien”.

La madre salió apresurada de la casa con el corazón acelerado. No podía creer lo cerca que había estado de revelar su secreto. Sin embargo, Amy pronto descubrió que ningún secreto permanece enterrado para siempre.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La siguiente vez que ella visitó a Carly, la otra mujer la esperaba con un montón de documentos y millones de preguntas. Ella admitió que siempre le había parecido extraño que Ed no se pareciera a ninguno de los miembros de su familia.

Cuando se dio cuenta de lo mucho que se parecía a Miranda, Carly empezó a investigar. Amy confesó lo que había hecho y dijo que nunca había tenido el valor de recuperar a Ed.

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Las dos mujeres lloraron juntas y Carly le dio las gracias. Sin embargo, acordaron que esperarían para decírselo a Ed.

El niño recibió un regalo único en su decimoctavo cumpleaños: una hermana, otra madre y otro padre. Aunque al principio se sintió sorprendido, Ed estaba encantado de formar parte de dos familias maravillosas.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Un inmenso sacrificio puede cosechar grandes recompensas: Al dejar que Carly criara a Ed, Fred y Amy pudieron darle a la mujer un poderoso regalo y la oportunidad de curarse al convertirse por fin en madre.
  • A veces los errores ocurren por una razón: Aunque pueda parecer que la vida haya sido injusta, hay ocasiones en las que un pequeño error puede llevarte justo donde necesitas estar.
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