Mi familia me echó del negocio que construyó mi abuelo – Hice que se arrepintieran
El día que mi hermano cambió las cerraduras de la panadería familiar, lloré durante horas en mi coche. Seis meses después, estaba en mi puerta, sombrero en la mano, viendo cómo los clientes hacían cola para comprar mis pasteles, no los suyos. El karma tiene una forma de crecer, como la buena masa.
