Usó cama bronceadora y le dio cáncer de piel que llega al cerebro, médico cree que hay relación
Cuando Sarah Brookes fue a un salón de bronceado, lo que menos se esperaba era terminar luchando por su vida contra un letal y fulminante cáncer de piel.
Según reporta el Daily Mail, Sarah Brookes, madre de dos de 41 años oriunda de Bradford, West Yorkshire, Inglaterra, cree que deberían vetar las camas bronceadoras comerciales por completo.
Y es que Brookes tiene un avanzado melanoma maligno, el más peligroso tipo de cáncer de piel, y ella cree que las camas bronceadoras son las responsables.
A Sarah "nunca le gustó siquiera sentarse bajo el sol", y su familia le decía "vampira". Pero hace 6 años accedió a someterse a unas sesiones de bronceado cuando una amiga le pidió que participara en el cortejo de su boda. La amiga quería que ninguna de las damas del cortejo tuviera un "rostro blanco y paliducho" el día de la boda.
No usó productos en aerosol porque es alérgica a los productos para la piel y el maquillaje, y no quería estar irritada el día de la boda", contó Sarah al Daily Mail.
Accedió a someterse a diez sesiones de tres minutos de bronceado, pagadas por la novia. Fue una decisión de la cual se arrepentiría el resto de su vida.
Las camas bronceadoras suelen ser vendidas como una manera de obtener un "bronceado seguro". Sin embargo, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer clasifica a dispositivos que emiten luz ultravioleta como "cancerígenos para humanos", en la misma categoría que fumar y el asbesto.
También sostienen que hay suficiente evidencia como para demostrar que las camas bronceadoras causan melanomas, y el riesgo es mayor en la gente joven que está comenzando a usar estos procedimientos.
La Organización Mundial de la Salud sostiene que la radiación de camas bronceadoras produce efectos negativos en la salud comparables con la luz solar natural, sobre todo en personas de piel clara. Pero cuando Sarah fue al salón de bronceado, no le dieron información, advertencias, ni protector solar. "Me dieron un par de lentes y eso fue todo".
Sarah fue a sus diez sesiones, asisitió a la boda y nunca volvió a pensar en camas de bronceado. Hasta que 4 años después, en 2018, su oído comenzó a sangrar mientras iba conduciendo. En la farmacia pensaron que era una infección, y le recomendaron buscar a un médico si se sentía caliente al tacto.
No se sintió caliente, y Sarah lo dejó ir. 4 meses después,, su madre señaló el área, llamándola un "bulto". Sarah decidió ir al médico, quien la refirió a un dermatólogo. 2 semanas después, en el hospital St. Luke, le dijeron que necesitaría una biopsia.
Días después de la biopsia, le dieron la noticia. Se trataba de un maligno melanoma, el cual se había esparcido a sus nódulos linfáticos, y tendrían que quitarle parte de la oreja. Apenas podría creerlo, ya que siempre ha evitado el sol.
1 de cada 4 melanomas comienza como un lunar que cambia de forma, según el Dr. Christian Aldridge,, dermatólogo experto. El resto parten de piel aparentemente normal. Lo principal es monitorear tamaños, formas y colores de lunares y el desarrollo de nuevas lesiones pigmentadas en cortos períodos de tiempo.
Por su parte, la Dra. Emma Wedgeworth, dermatóloga consultora, dice que es difícil determinar la radiación UV que emite una máquina específica, pero que ciertos modelos producen hasta 4 veces más radiación UV que el sol de medio día.
Cuando recibieron su diagnóstico, Sarah y Darren hablaron con sus hijos en un tono positivo. Tres semanas después, cirujanos le quitaron el tumor, además de dos nódulos linfáticos. Una incisión en el mentón hasta la oreja, y luego hasta la clavícula, en una operación de 4 horas.
"Me desperté y pronto me pegó el dolor, y las preguntas sobre porqué esto me está pasando a mí", recuerda. "Me la pasaba pensando, ¿cómo diablos me dio cáncer de piel?"
"Yo siempre evité el sol. Jamás me quemé de niño. El cáncer comenzó en mi oreja, pero siempre he tenido cabello largo cubriéndome las orejas. Parecía imposible", recordó.
Seis días más tarde, Sarah volvió a casa y comenzó un tratamiento de cuatro semanas de radioterapia. Fue entonces cuando tuvo su epifanía. Estar echada en el túnel de radioterapia le recordó la cama bronceadora cuatro años antes. De repente, todo tenía sentido.
Y su equipo oncológico le ha dicho que existe la posibilidad de que la cama de bronceado haya sido el detonante. La luz ultravioleta es cancerígena, y es el mayor factor ambiental vinculado con desarrollar cáncer de piel. Las camas bronceadoras emiten radiación ultravioleta tan poderosa como los niveles del Mediterráneo.
10 meses después de su radioterapia, Sarah sufrió jaquecas, y una tomografía reveló que tenía un tumor cerebral. Se sometió a cirugía de rayos gamma para reducir el tamaño del tumor. Dos meses después, descubrieron tres tumores más.
Volvió a someterse a cirugía de rayos gamma, pero el cáncer llegó a la membrana que recubre el cerebro. Sarah ahora recibe terapia selectiva, con drogas específicas para sus genes, y proteínas que detienen el crecimiento del cáncer. Los efectos secundarios, náusea y fatiga, le impiden trabajar y conducir. Pero siguen esperando que mejore.