La muerte de los niños de Godella: Una tragedia evitable

España y el mundo se paralizaron este 14 de marzo cuando la Guardia Civil encontró los cadáveres de un niño de ocho meses y otro de tres años enterrados en fosas distintas cerca de la casa de sus padres.

¿Los responsables? Sus progenitores con presuntos problemas de drogas y psicológicos.

Los niños asesinados vivían en una casa en ruinas abandonada en medio del campo, que no tenía techo y cuyas paredes estaban destrozadas, en Godella, Valencia.

Se trataba de una familia poco común, de la que incluso los vecinos de la zona hablaban. No eran ‘normales’.

Según EL ESPAÑOL, el padre de las criaturas, Gabriel Salvador, llevaba a su hijo mayor a la escuela en bicicleta y, a menudo, se detenía en el camino y se sentaba en un banco para cantar y tocar su guitarra.

Salvador salía a recolectar animales muertos y, al parecer, colgaba cráneos de animales en la casa para “protegerse de los demonios".

Hacía un mes, el hombre había perdido su trabajo por incumplimiento de horario y porque presuntamente tomaba estupefacientes.

Por otro lado, la madre, María Gombau, trabajaba como bibliotecaria en la Casa de la Cultura de Rocafort.

LAS MUERTES PUDIERON PREVENIRSE

Pero debido a lo que cuentan los vecinos de la familia, la tragedia pudo haberse prevenido. La abuela materna de las criaturas alertó a los servicios sociales hasta en dos ocasiones de la situación problemática de su hija.

Entonces, el 11 de marzo, la Policía Local se presentó en el domicilio y ‘constató’ que tanto los padres como sus hijos se encontraban en perfectas condiciones.

Y es que esto es lo que más sorprende a los vecinos de Godella. El hogar no era habitable por varias razones: No tenía techo y las paredes estaban destrozadas y vandalizadas por todos los lados. Un muro incluso decía “vais a morir todos", pintado con spray.

"Sabíamos que alguna vez tenía que pasar algo, es imposible pensar otra cosa", confesó un vecino a EL ESPAÑOL.

"¿¡Cómo es posible que no hicieran nada!?", exclamó otro.

"Es una zona totalmente tranquila, donde nunca pasa nada. Por eso, es extraño. Si nosotros pensábamos que podía pasar algo, ¿cómo no se dieron cuenta los servicios sociales?", recalcó otra persona al diario.

EL DÍA DE LA TRAGEDIA

El 14 de marzo, la Guardia Civil acudió a la casa de la pareja luego de que se les reportara fuertes gritos provenientes del lugar. Además, vecinos los vieron correr semidesnudos con manchas de sangre en su cuerpo.

Al llegar, el padre reveló que sus hijos estaban muertos, pero no colaboró con la investigación. María fue encontrada en un bidón de plástico con poca ropa puesta y con arañazos muy alterada. Lo primero que les dijo a los oficiales:

“Tengo miedo, porque Gabriel me ha pegado una paliza esta mañana y tengo mucho miedo y me estoy ocultando aquí. ¿Dónde están mis hijos? Quiero ver a mis hijos, me da miedo que les haya pasado algo a mis hijos. Hay una secta que nos persigue y tengo un hijo que está poseído por el diablo."

Un muro incluso decía “vais a morir todos", pintado con spray.

De acuerdo a Las Provincias, luego de que el Grupo de Homicidios asumió la investigación y las interrogaciones, María finalmente decidió colaborar y llevó a los agentes a los lugares de los entierros de sus hijos.

Eran dos fosas poco profundas situadas a unos metros del domicilio. La mujer incluso llegó a decir que los niños “tenían que resucitar”.

PROBLEMAS PSICOLÓGICOS

Tras interrogaciones, ambos padres dijeron ser seguidores de los Illuminati, una supuesta organización secreta que busca el nuevo orden mundial. También creían que sus hijos estaban poseídos y se ‘cuidaban de los demonios’ usando huesos de animales.

Por otro lado, Gabriel les contó a los interrogadores que María supuestamente intentó ahogar a los niños el miércoles por la noche, cosa que él evitó, pero los niños igualmente fueron asesinados poco después, de una aparente golpiza.