A 2 años de la muerte de su hijo, pareja de ancianos pobres halla sobre con dinero en su puerta - Historia del día
Benjamín y Marta Gil perdieron a su hijo Miguel en un accidente hace un par de años. Desde entonces, la tienda de muebles de Benjamín se vino abajo. Apenas podían pagar las facturas hasta que empezaron a aparecer sobres con dinero en su puerta. Finalmente, Benjamín descubrió a la persona que los enviaba y no podía creer quién era.
"Vamos a tener que vender la tienda, cariño. No está funcionando", dijo Marta con un largo suspiro mientras miraba las finanzas de su negocio de muebles.
Ella y su marido, Benjamín, habían levantado la tienda desde cero. Inclusive su hijo Miguel se convirtió en carpintero para hacerse cargo de ella en el futuro.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Lamentablemente, dos años antes Miguel fue atropellado por un conductor presuntamente ebrio que huyó del lugar. Desde entonces todo fue cuesta abajo para ellos. Benjamín se tornó inconsolable. Durante meses, se negó a ir a la tienda, ya que el recuerdo de Miguel era demasiado doloroso.
Marta hizo todo lo posible por apoyar a su marido y hacer que todo siguiera adelante, pero su esfuerzo no fue suficiente.
Ella siempre se había encargado de la administración, no obstante sus clientes iban al negocio por las piezas de Benjamín y Miguel. Nadie podía hacer muebles como ellos, por lo que tras su ausencia, la reputación de la tienda acabó por deteriorarse.
Marta llevaba un tiempo intentando retrasar lo inevitable, pero todo lo que hizo fue en vano. Al final, ya no podían pagar la hipoteca de la tienda y estaban usando sus ahorros para sobrevivir.
"Lo siento, Marta. Empezaré a ir a la tienda y a trabajar con los chicos. Les enseñaré", prometió Benjamín de mala gana, mojándose los labios y sobando sus manos con nerviosismo. Marta le miró con tristeza y supo que su esposo no podría hacerlo. No debía volver a la tienda.
"No, Benjamín. Podemos vender la tienda, ya no tenemos edad para esto. El espacio vale mucho dinero ahora mismo. Podríamos terminar de pagar todas nuestras deudas y aún nos quedaría algo de dinero para nuestro retiro", continuó Marta.
Finalmente, Benjamín volvió a hablar. "Quizá tengas razón", respondió Benjamín y dejó de sobarse las manos. Se levantó de la mesa de la cocina y comentó: "Voy a buscar el correo".
Marta asintió sin mirarlo, mientras revisaba los archivos del negocio en su computadora. Pero de repente, Benjamín gritó y volvió a entrar corriendo. "¡Marta! ¡Marta! ¿Qué es esto?" Llevaba en la mano un grueso sobre.
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Ella apartó los ojos de la pantalla y colocó sus gafas de lectura sobre la mesa. "¿De qué estás hablando?", preguntó. Benjamín le dio el sobre y los ojos de Marta se abrieron de par en par al ver los numerosos billetes que había dentro.
"Encontré esto en nuestra puerta. Alguien nos ha enviado dinero. ¿Pero quién?", se preguntó Benjamín, mojándose los labios una vez más.
"Probablemente sea para otra persona", sugirió Marta. Entonces se fijó en la dirección de su casa, así como en el "Sr. y la Sra. Gil" escrito en el sobre. "No lo entiendo. ¿Quién enviaría esto?".
"¿Tu tía Carolina desde Miami?", insinuó Benjamín.
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"¡Por favor!", se burló Marta. "La tía Carolina no le daría un vaso de agua a alguien que se está muriendo de sed. Es imposible que fuera ella". Sacudió la cabeza, mirando el dinero.
Después de la muerte de Miguel, él había estado tan sumido en su depresión que no se había dado cuenta de lo mucho que necesitaban el dinero hasta que Marta le propuso vender la tienda.
Aunque sabía que volver a trabajar le sería imposible, Benjamín no quería perder el fruto de sus años de esfuerzo. Este dinero podría salvarles de las deudas.
Al final, decidieron guardarlo en el sobre por si alguien venía a buscarlo dentro de unos días. Marta estaba segura de que tenía que ser un error, no importaba lo que dijera el sobre.
Sin embargo, otro sobre apareció días después y uno más al cabo de una semana. La pareja no sabía qué hacer con todos ellos.
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Entonces, Benjamín decidió esconderse entre los arbustos todos los días durante unas horas, con la esperanza de atrapar a quien estuviera haciendo esto. Sin embargo, resultó ser más difícil de lo que esperaba. Estaba a punto de rendirse cuando un viernes por la tarde apareció un joven.
Debía tener unos 20 años y llevaba una sudadera negra con capucha. “Eso implica que no quiere ser atrapado. ¿Podría ser dinero robado?”, pensó Benjamín.
El joven dejó un sobre en el porche y comenzó a girar. Fue entonces cuando el señor Gil saltó de los arbustos y se precipitó hacia él. El desconocido lo miró sorprendido pero no huyó.
"¿Qué estás haciendo?", preguntó Benjamín, respirando un poco agitado después de saltar y correr para alcanzar al sujeto. "¿Por qué nos envías dinero? ¿Quién eres?".
El chico se miró los pies y se metió las manos en los bolsillos. Suspiró lentamente y finalmente levantó la vista. "Señor Gil, me llamo Alex. Soy el que atropelló a su hijo hace años", reveló mientras sus ojos empezaban a brillar.
La boca de Benjamín se abrió con sorpresa, pero su asombro se convirtió en ira rápidamente. "¡No puedo creer que tengas el valor de presentarte aquí en vez de en la comisaría! ¡Voy a llamar a la policía inmediatamente! Mi hijo merece justicia", le gritó a Alex.
El joven levantó las manos, pidiéndole que se calmara. "Por favor, ¿quiere escuchar mi versión? Sé que hice mal. Sé que deberían encerrarme, pero estoy tratando de compensarlo. No sé qué más hacer...", expresó Alex entre sollozos.
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Benjamín quiso gritarle algo más, pero Marta salió justo en ese momento. "¿Qué está pasando aquí?", dijo, mirando a los dos hombres de pie en su jardín. Se cruzó de brazos y añadió: "¿Supongo que eres tú el que nos ha estado enviando dinero?".
Alex asintió con la cabeza, pero no pudo hablar y miró fijamente al suelo. Marta contempló a su marido confundida y Benjamín suspiró enfadado. "Marta, este es Alex. Tiene algo que decirnos. Entremos", exigió Benjamín, usando su mano para conducir a Alex al interior de su casa y cerrando la puerta.
Marta se sorprendió y comenzó a llorar cuando Alex le reveló quién era. "Pero, por favor, escúchenme. No es una excusa. Es solo mi versión de la historia. Mi madre murió ese mismo día y yo me fui a beber. Fue una estupidez", comenzó Alex, sacudiendo la cabeza con vergüenza.
"No vi a su hijo cruzando la carretera, y entonces entré en pánico. Llamé al 911, pero no les di ninguna información. Nada más quería que la ambulancia lo encontrara".
"¿Por qué no te entregaste a la policía?", preguntó Benjamín con severidad.
"Porque tengo una hermana pequeña en casa. No tenemos más familia. Se habría quedado sola si yo hubiera ido a la cárcel. No pude. Lo siento mucho. Aun así tenía que hacer algo por ustedes. He estado invirtiendo dinero durante un tiempo, esperando acumular lo suficiente para darles algo sustancial. Como... una indemnización. No sé, algo que los compense. Al menos, un poco”, explicó Alex entre lágrimas.
Marta y Benjamín se miraron, sin saber qué hacer. Alex se quedó callado un rato y luego tuvo que hablar.
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"Sin embargo, entiendo que quieran llamar a la policía. Estoy dispuesto a pagar por mis crímenes. Es lo que corresponde. Pero me encargaré de que sigan recibiendo el dinero. Solamente espero que encuentren en sus corazones la posibilidad de perdonarme algún día", terminó Alex.
"En lugar de llamar a la policía propongo un trato", dijo Marta de repente. Benjamín y Alex la miraron sorprendidos cuando ella terminó de explicar su idea. Sin embargo, Alex aceptó inmediatamente.
Marta y Benjamín no pudieron llamar a la policía porque vieron lo arrepentido que estaba Alex. No les parecía correcto enviarlo a la cárcel.
Había estado sufriendo en el momento del accidente y había actuado de forma estúpida. Así que Marta le dijo que empezara a trabajar en la tienda de muebles y aprendiera a ser carpintero. Sorprendentemente, a Alex se le daba bien, aunque tardaría años en ser un gran maestro.
Con el dinero de Alex, Benjamín y Marta pudieron saldar sus deudas y revitalizar su tienda de muebles. Más adelante conocieron a Helena, la hermana de Alex. Ella empezó a trabajar con Marta en la administración de la empresa.
Mientras tanto, Benjamín volvió a ir a la tienda y formó un hermoso vínculo con Alex y su hermana. Se volvieron tan cercanos como una familia y Alex se alegró de haberse ganado su perdón.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Expía tus errores: Tienes que disculparte y compensar tus errores, por muy horribles que sean.
- Nunca bebas y conduzcas: Alex provocó una horrible tragedia cuando decidió beber y conducir.
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