Mamá pobre salva al anciano de 85 años de un robo: hereda viejo refrigerador oxidado tras su muerte - Historia del día
La madre soltera de tres hijos salvó a un anciano frágil de las agresiones de un grupo de adolescentes que querían robarlo. En agradecimiento, él le dejó un refrigerador viejo y oxidado.
Sheryl Zapata regresaba a casa tras una dura jornada en busca de empleo. De repente, vio a un grupo de adolescentes agrediendo a un anciano de aspecto frágil en un callejón. Hacía frío, llovía y Sheryl estaba cansada, pero sabía que tenía que hacer algo.
La mujer usó su paraguas como arma de defensa y se apresuró a entrar gritando. Por un segundo pensó que ellos también la atacarían, pero cuando vieron su rostro furioso, huyeron intimidados. El anciano estaba temblando y lucía pálido del susto.
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Sheryl corrió hacia el hombre justo a tiempo para evitar que se cayera. "¿Estás bien?", le preguntó mientras buscaba a tientas su teléfono celular para llamar a la policía.
El hombre susurró: "Gracias, me salvaste, gracias..."
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Sheryl ayudó al anciano a sentarse en la acera y lo abrazó. "No pasa nada", dijo con suavidad. "Esperemos a la policía y la ambulancia, ¿de acuerdo?".
El anciano negó con la cabeza. "Nada de policías", gritó. "¡Nada de ambulancias! ¡Por favor! Me iré a casa..."
"Tranquilo", dijo Sheryl en voz baja. "¡No has hecho nada malo!".
"Lo sé, pero uno de los chicos... vive al lado, y su madre, Elena, es una mujer muy amable", dijo el anciano.
"¿Entonces quieres proteger a su mamá? Pero... ¿y si yo no hubiera intervenido? ¿O si lastiman a alguien más?", preguntó Sheryl.
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El anciano suspiró. "Tienes razón, debemos denunciar. ¿Cuál es tu nombre?", preguntó.
"Soy Sheryl Zapata, ¿y tú?", respondió ella con una sonrisa.
"Soy Martín Guzmán", dijo. "Vivo justo al lado. Hoy fui a cobrar mi pensión. Estos chicos deben haber estado vigilándome".
Sheryl suspiró. "Este solía ser un vecindario realmente agradable, pero ahora... Me mudé aquí hace seis meses", explicó. "Mi esposo me dejó, perdí mi trabajo y con tres hijos, este es el único alquiler que puedo pagar".
En ese momento llegaron los policías y la ambulancia, y Sheryl ayudó a Martín a explicarles todo. Los paramédicos revisaron al señor y dijeron que todo estaba bien. Solo necesitaba descansar un poco.
Así que Sheryl invitó al anciano a casa con ella para que conociera a sus hijos y disfrutara de una agradable cena caliente. Durante los siguientes meses, Martín se convirtió en el abuelo putativo de los hijos de Sheryl y los visitaba frecuentemente.
Lo que la mujer no sabía era que Martín, de 85 años, estaba ocultando un secreto. Tenía un cáncer terminal y le quedaban pocos días. Cuando murió, Sheryl y los niños quedaron desolados.
Después del funeral, un hombre vestido de traje se acercó a Sheryl y le dijo que era el abogado de Martín. "Él te amaba", dijo el abogado. "Y él quería que tú y los niños estuvieran a salvo, así que te dejó su casa".
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Sheryl no podía creer que Martín hubiera sido tan amable y generoso. "Sólo hay una cláusula que tienes que cumplir", dijo el abogado. "Martín dijo que podías botar todo excepto el refrigerador. Insistió en que tienes que quedarte con eso porque es muy valioso".
Sheryl se rio con lágrimas en los ojos. El refrigerador de Martín era un viejo cacharro, de al menos cincuenta años, el más feo que había visto en su vida y estaba todo cubierto de óxido.
"Yo no paraba de insistirle en que se comprara uno nuevo", dijo Sheryl. "Y él siempre me decía que era valioso, una reliquia. ¡Y ahora es mío!”.
Entonces Sheryl se mudó a la casa de Martín, pero dos semanas después, el viejo refrigerador se dañó. La mujer llamó a un técnico, un buen hombre llamado Kelvin. "De verdad, necesito que lo repares", dijo.
Kelvin estaba separando el refrigerador de la pared y negó con la cabeza. "Señora", dijo, "¡esta cosa es tan vieja que le costará más arreglarla que comprar una nueva!".
Sheryl se molestó. "Este refrigerador pertenecía a un querido amigo, y él creía que era valioso. Si era valioso para él, es valioso para mí. ¡Por favor, intenta repararlo!".
Kelvin aceptó y comenzó a quitar la tapa trasera del refrigerador. Luego se detuvo de repente. "¿Tu amigo dijo que esto era valioso? ¿Te dijo cuán valioso?".
Sheryl se rio. "Era una tontería de Martín. Creo que él pensaba que era una pieza de época o algo así..."
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"Bueno, señora", dijo Kelvin sonriendo. "¡Este refrigerador vale oro!". Cuando Sheryl se asomó a la parte trasera del electrodoméstico, se sorprendió porque había montones de barras de oro.
Martín le había dejado a Sheryl y sus hijos no solo una casa, sino suficiente dinero para vivir cómodamente el resto de sus vidas.
Además, el refrigerador no solo le dio estabilidad económica a Sheryl, sino que gracias al viejo cacharro, conoció a Kelvin y terminaron casándose un año después.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Si nos ayudamos unos a otros, todos estaremos más seguros. Sheryl defendió a Martín, y al denunciar el hecho a la policía, evitó que los adolescentes siguieran lastimando a más personas.
- El verdadero valor de un objeto o persona no siempre es evidente a primera vista. Sheryl nunca imaginó que el viejo refrigerador oxidado escondía una fortuna en oro.
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