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Niña roba una manta de su casa a diario y se la lleva a un amigo en el cementerio: un día su madre la sigue - Historia del día

Romina notó que faltaba una de las mantas de su hija y le preguntó al respecto. Madison le dijo a su madre que no tenía idea, pero luego la mujer la vio salir a escondidas y la siguió. Descubrió algo sorprendente sobre su hija.

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“Madison, ¿dónde está tu manta rosa?”, le preguntó Romina a su hija, quien estaba jugando con sus juguetes en el piso de su habitación.

La mujer había puesto la ropa de su hija en los cajones y de repente se acordó de la manta. No la había visto entre el resto de su ropa sucia.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“No lo sé”, la niña se encogió de hombros, concentrándose en sus juguetes.

“¿Está segura?”.

“No lo sé, mami”, repitió la niña de ocho años levantado la vista y mirando a su madre con ojos muy abiertos e inocentes. Romina no tenía motivos para dudar de su pequeña, así que asintió y continuó con su día. “Mami, ¿puedo jugar afuera?”.

“Claro”, respondió ella, y la niña salió corriendo hacia su patio trasero.

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Vivían en un área suburbana, lejos de la ciudad y cerca del cementerio de la localidad. Teniendo en cuenta que su zona era relativamente segura, Romina sentía que no tenía que vigilar de cerca a su hija cuando jugaba en el patio trasero.

Continuó limpiando y arreglando su casa mientras la niña jugaba afuera. Unas horas más tarde, Madison entró y se fue a su habitación.

Madison ya había comenzado sus vacaciones de verano, por eso jugaba afuera con más frecuencia. Romina se alegraba de que a su hija le encantara estar en su patio trasero.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Decidió hablar con su esposo sobre comprarle más juguetes para mantenerla ocupada.

Mientras limpiaba la casa, Romina pasó por la puerta corrediza de vidrio en la parte trasera y notó que la niña no estaba en el patio. “¡Madison!”, llamó. No tuvo respuesta.

“¡Madison!”, gritó de nuevo, más fuerte y con desesperación. Mareada, recorrió la propiedad hasta que vio que las puertas de la cerca trasera estaban abiertas. “¡Ay, no!”.

La madre pasó corriendo la cerca y supo de inmediato que el único lugar al que su hija podría haber ido era al cementerio. ¿Pero por qué?

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“¡Dios mío, soy tan idiota!”, se regañó a sí misma mientras pasaba corriendo junto a las lápidas, girando la cabeza de un lado a otro para buscar a su hija. “¡Madison! ¡Madison! ¡Madison!”.

Por fin, la vio y no podía creer lo que veía.

La niña de ocho años estaba acostada sobre la manta que faltaba y acariciaba a un perro grande. El corazón de Romina se calmó, mientras disminuía la velocidad. Estaba enfadada con su hija por dejar su hogar, pero creía en la crianza amable.

Se acercó a Madison lentamente mientras pensaba en la mejor manera de manejar esto de manera efectiva.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Mami!”, dijo la niña levantando la vista y sonriendo. “Mira a este perrito. ¿No es lindo?”.

“Sí, Madison. Es muy lindo. Pero, ¿qué haces aquí? No me dijiste que saldrías de la casa”, le recordó Romina a su hija.

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“Lo sé, mami. Es que un día me entró curiosidad por el cementerio, y pensé que podía visitarlo rápido, y luego lo encontré”, dijo la niña, acariciando al perro que yacía en su regazo con la expresión más relajada.

“Creo que su dueño murió. Está aquí todo el tiempo, al lado de esta tumba. Creo que ese era su dueño”.

La niña señaló hacia una de las lápidas cerca.

“Ya veo, ¿y has venido aquí varias veces para jugar con él?”, inquirió la madre. Su ira se había disipado por completo porque su hija estaba bien. Ella solo estaba acompañando al perro.

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“Sí”.

“¿Y le trajiste tu manta?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Lo siento, mami. La escondí en el patio trasero y la traigo aquí todos los días”, se disculpó Madison, con los labios fruncidos.

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“Está bien, pero necesito limpiarla porque ya veo manchas de hierba”, explicó su madre.

“Lo sé, pero él está muy solo. A veces también le traigo agua y galletas”, explicó su hija. “No quiero que esté solo, mami, ¿podemos quedárnoslo?”.

“No lo sé”, dijo Romina mordiéndose el labio inferior. “No sé si quiere seguirnos a casa”.

Los ojos de la niña se abrieron de alegría y se levantó de la manta. El perro hizo lo mismo y la miró con adoración. “Vamos”, le dijo la pequeña al can, y el perro no respondió al principio.

Romina recogió la manta, luego ella y su hija se alejaron un poco. Volvieron a mirar a la mascota y parecía que el perro estaba tomando una decisión importante. “Vamos, muchacho”, lo llamó la niña nuevamente, y por fin, el perro las siguió de regreso a su casa.

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“Está bien, parece que tenemos un perro nuevo”, dijo Romina cuando llegaron a su vivienda y cerraron la puerta trasera. Se giró hacia su hija, que quería jugar en el jardín con su nueva mascota. “Me pregunto qué dirá tu padre”, le dijo a la pequeña.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Él lo amará!”, dijo la niña con entusiasmo.

“Está bien, cariño. Puedes jugar. Pero luego hablaremos sobre todas las responsabilidades que tendrás ahora porque los perros necesitan el cuidado y la atención adecuados”.

“Y también, y no puedo enfatizar esto lo suficiente, por favor nunca salgas sola, sobre todo sin decírmelo. Es peligroso, cariño”, insistió la madre con calma para que su hija entendiera.

La niña asintió ansiosamente, levantando la mano y ofreciendo su dedo meñique para hacer un juramento. “¡Te lo juro, mami!”.

“Bien. Ahora tenemos que encontrarle algunos platos y comida. Y tienes que pensar en un nombre para él”, dijo Romina sonriendo. También pensó en llevar al perro a un veterinario para comprobar si tenía algún chip de seguimiento o dueño anterior.

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“¡Creo que su nombre será Sansón!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

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A veces, enojarse con tus hijos no es la mejor opción, ya que muchos niños aprenden mejor con honestidad y comunicación. Romina estaba enojada al enterarse de que su hija había salido de su casa sin su permiso, pero calmó sus sentimientos cuando habló con Madison para decirle que había hecho algo malo.

Los niños tienen una visión inocente y directa del mundo. Ven a una criatura solitaria y quieren ayudar. Madison se escapó de su casa y descubrió un perro al que quería ayudar, así que siguió haciéndolo con la bondad de su corazón hasta que su madre le permitió adoptarlo.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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