"¡Feliz cumpleaños, mami!", le dice chico a su vecina de 60 años que lo crio como si fuera su propio hijo - Historia del día
Cuando la madre de Javier murió, el chico fue adoptado por una vecina. A él nunca le cayó bien la Sra. Helena, pero el día de su cumpleaños número 60 ocurrió algo especial y la llamó "mami" por primera vez.
La familia de la señora Helena era numerosa y feliz, a diferencia de la de Javier que solo estaba conformada por su madre Lidia y él. El padre del joven había muerto hacía muchos años, y como ninguno de sus parientes se ofreció a cuidarlo tras la muerte su mamá, la señora Helena se hizo cargo de él.
"Tu madre y yo nos conocemos desde hace años, muchacho", le dijo la mujer cuando solicitó su custodia. "No me gustaría verte crecer en ese sistema de acogida, Javier. De verdad".
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Pero a Javier no le gustaban ni la señora Helena ni su gran familia, que incluía varios hijos y nietos que vivían en una acogedora casa en su urbanización. Para empezar, no tenía privacidad en el hogar. Además, el lugar era caótico a todas horas, excepto por la noche.
Pero había oído historias terribles sobre casas de acogida y refugios donde vivían huérfanos, y le dijo a la trabajadora social que se sentía seguro en casa de la señora Helena. Sin embargo, con el paso del tiempo, Javier empezó a odiar el ambiente animado de la casa.
Un día, estaba jugando a la videoconsola con su amigo Roberto cuando los nietos pequeños de la Sra. Helena irrumpieron en su habitación y le exigieron que les dejara jugar con ellos.
"¡Atrás, niños!", dijo Javier irritado. "¿No pueden al menos tocar la puerta antes de entrar?".
"¡Estefanía y yo queremos jugar, Javier!". dijo Tomás, de 6 años. "¿Por favor?".
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"¡Son tan molestos! Ya me cansé. Oye, Roberto, vamos a tu casa. Aquí ni siquiera puedo estar tranquilo". Y Javier se fue a casa de su amigo.
Al chico tampoco le gustaba cenar en familia, prefería quedarse en su habitación. Y ese día había invitados en la casa.
"Javier", le llamó el esposo de la señora Helena desde el piso de abajo. "¡Ven y únete a nosotros, chico!".
Javier lo oyó, pero fingió que no y se puso los auriculares para evitarlo. Fue entonces cuando el hombre entró en su habitación.
"¿Javier?", preguntó, y esta vez tuvo que quitarse los auriculares. "¡Hace minutos que te estoy llamando! ¿No vienes?".
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"No tengo hambre", respondió. "Me iba a dormir".
"Bueno, puedes irte a dormir pero no con el estómago vacío, chico. Le prometimos a tu madre que te cuidaríamos, y seguro que odiaría esto. Tenemos tu ensalada favorita. Baja pronto, ¿ok?".
Frunciendo el ceño, Javier bajó las escaleras y se reunió con todos. Tuvo que saludar a todo el mundo aunque no quería, y finalmente se sentó a la mesa, odiando el tono de voz alto de la gente.
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"¡Así que tú eres Javier!", dijo una mujer a la que le presentaron como Linda. "Has tenido mucha suerte de formar parte de esta familia. Los huérfanos acaban en casas de acogida".
El comentario de Linda irritó a Javier. "Creo que tus hijos estarían mejor en ese hogar de acogida. ¿Quién querría una madre como tú?", dijo en voz alta, y todos se callaron.
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"Javier, cariño", le reprendió suavemente la señora Helena. "¡Eso ha sido grosero!".
"Parece que te has buscado problemas, querida", dijo Linda. "¡Qué chico tan malcriado!".
La señora Helena suspiró. "Lo siento, todo el mundo. Javier no quería faltar el respeto", dijo disculpándose. "Su madre era una buena amiga mía, y ha sido duro para él no tenerla cerca. Javier, cariño, está bien… y lo siento, Linda".
"Sí, da igual", dijo la mujer. "Eres una buena amiga, así que lo dejaré pasar. Después de todo, es un niño huérfano de madre. Por desgracia, su mamá lo abandonó sin enseñarle a respetar a los mayores".
En ese momento, Javier perdió la calma. Tiró el plato de comida al suelo y anunció que se iba. "¡Estaría mejor en la calle!", gritó. "¡Esto es ridículo! ¿Me han llamado aquí para humillarme así?".
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La señora Helena fue tras él cuando volvía con una mochila y se disponía a marcharse. "Javier, cariño, podemos hablar. No hace falta que te vayas", le dijo.
"¡Aléjate de mí!", le respondió Javier. "¡Tú no eres mi madre, así que deja de decirme lo que tengo que hacer!".
En ese momento, el rostro de la Sra. Helena cambió y sus ojos se llenaron de lágrimas. Javier salió furioso de la casa, sorprendiendo a todos.
"Bueno, tienes razón…", se dijo la señora Helena. "Después de todo, no soy tu madre".
Javier no tenía dinero, así que se fue directamente a casa de Roberto, pero este no le dejó quedarse allí.
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"Javi, mamá y papá conocen a la Sra. Helena. Si mi madre descubre que estás aquí porque te fuiste de casa, te mandará de vuelta. Además, dudo que te deje quedarte aquí. Está demasiado preocupada con todo, y no podrá cuidarte".
Tras pasar la noche en la calle, a la mañana siguiente Javier, hambriento y cansado, se encontraba frente a la casa de la señora Helena, arrepentido de lo que había hecho la noche anterior. Sin embargo, seguía dudando en entrar hasta que oyó una voz detrás de él qué decía: "¿Estás aquí? Pasa".
Cuando Javier se volteó, vio al esposo de la señora Helena.
"He vuelto aquí solo…", hizo una pausa, "para coger algunas cosas".
"Hablé con Roberto y supe que volverías", dijo el hombre. "¡No llevabas dinero! ¡Así que déjalo ya, chico! Entra a casa".
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Javier bajó la cabeza, avergonzado. "Lo siento, ayer fui un poco grosero con todos", admitió. "También debo disculparme con la señora Helena".
"Sí, debes hacerlo", dijo el señor. "Cuando vuelva a casa del hospital".
"¿Qué?", preguntó Javier. "¿El hospital?".
"Tuvo un ataque al corazón. La llevaron de urgencia al hospital anoche, después de que te fuiste".
Javier se sintió fatal cuando el señor le dijo cuánto le quería la Sra. Helena. "Ayudó a tu madre durante el parto, ¡y estuvo a tu lado cuando eras tan pequeño como un cacahuete!", se rio. "Tu padre había fallecido, y tu mamá se sentía muy mal cuando descubrió que estaba embarazada, Javier".
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"No te lo digo para que te sientas mal ni nada de eso, pero deberíamos disfrutar de la compañía que tenemos mientras podamos porque la vida es muy corta, chico".
"Estuvo muy mal lo que hice ¿verdad?", preguntó Javier. "Tengo que compensar a la señora Helena. Ella ha hecho mucho por mí".
"Bueno, entonces, tengo una idea", dijo el hombre.
Pocos días después, la Sra. Helena regresó del hospital y encontró su casa llena con globos y pétalos de rosa que iban desde la puerta hasta la mesa del salón, donde la esperaba un precioso pastel.
"Feliz cumpleaños, cariño, y bienvenida a casa", le dijo su esposo mientras la llevaba al interior. En su cumpleaños número 60, todos los miembros de la familia felicitaron a la Sra. Helena, pero sus ojos tristes buscaban a Javier por todas partes.
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"¿No está aquí?", preguntó ella con tristeza. "¿Aún no ha vuelto a casa?".
"Lo siento, cariño", dijo su esposo. "¿Qué tal si simplemente cortamos el pastel?".
La Sra. Helena suspiró. Se sentó a la mesa y estaba a punto de soplar las velas cuando sonó el timbre de la puerta.
"¡Yo abro!", dijo el hombre mientras caminaba hacia la puerta. Cuando abrió, la Sra. Helena comenzó a llorar.
En la puerta estaba Javier con un enorme ramo de rosas rojas en las manos. Se acercó a la Sra. Helena, la abrazó y le dijo: "¡Feliz cumpleaños, mami! ¿Pensabas cortar el pastel sin mí?".
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La Sra. Helena lloró tanto que ni siquiera Javier pudo contener las lágrimas. "Lo siento", sollozó. "Siento lo grosero que fui. Debió dolerte no verme aquí para la celebración, ¿verdad? Pues fue idea de papá".
"¿Papá?", preguntó la señora Helena entre lágrimas. "¿Acabas de…?".
"Mamá y papá, sí", dijo Javier, secándose las lágrimas. "Esta es mi familia, y atesoraré cada momento que compartamos porque la vida es demasiado corta. ¿Verdad, papá?".
El cumpleaños número 60 de la Sra. Helena resultó ser el mejor, y fue "premiada" con un hijo cariñoso.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El amor lo puede todo: Los cuidados de la Sra. Helena hicieron que Javier se diera cuenta de que merecía ser su madre.
- La familia es algo más que genética. Así que aprecia a las personas que te quieren: La señora Helena le proporcionó a Javier un hogar lleno de amor, y el niño se convirtió en parte de la familia tras darse cuenta de lo mucho que se preocupaban por él.
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