Mujer con Alzheimer pide a enfermera que lea su diario donde descubre con asombro que están emparentadas - Historia del día
Victoria, una joven enfermera, visita con frecuencia a su paciente anciana, Catherine, que lucha contra el Alzheimer. La paciencia y el humor de Victoria siempre hacen sonreír a Catherine, lo que crea un vínculo entre ellas. Pero tras leer el viejo diario de Catherine, la vida de Victoria cambia para siempre.
Victoria visitó la habitación de Catherine por enésima vez. Sonrió mientras le mostraba una bolsa de fruta fresca.
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"¡Buenos días, Catherine!", exclamó Victoria con una sonrisa.
"¿Quién eres?", preguntó Catherine, desconcertada.
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Victoria dejó la fruta en el suelo y siguió sonriendo. "Catherine, siempre empezamos con esto. Soy yo, Victoria, tu enfermera", dijo Victoria en voz alta y clara. "...guapa, lista y divertida", añadió con sarcasmo.
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"¡Oh, Victoria! Lo siento, querida, ya conoces mi...", empezó Catherine.
"Sí, sí, lo sé, Catherine, tu enfermedad te hace difícil recordar incluso a una persona tan brillante como yo", volvió a bromear Victoria.
Conocía el Alzheimer de Catherine, y cada encuentro empezaba con ella recordándole su nombre. Pero no todo era malo. Catherine no tardaba en acordarse de Victoria, y siempre tenían algo de qué hablar.
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Para Victoria, Catherine era una inspiración; parecía que había vivido una vida muy plena. A Victoria le encantaba preguntar a Catherine por sus dones y su pasado.
Sorprendentemente, Catherine podía recordar selectivamente cosas de su juventud, aunque a veces olvidaba a las personas que había conocido aquella mañana.
"¡Mira lo que tengo!", Victoria sacó dos galletas de la suerte de la bolsa y se las mostró a Catherine.
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"Tori, querida. ¿Para qué necesito esas fortunas? Estoy en una edad en la que el futuro no me preocupa demasiado", respondió Catherine con una sonrisa.
"¡Oh, vamos, Catherine! ¿Cuántas veces tengo que decirte que sigues siendo una petarda? ¡No hables así! Ahora, deja que te ayude con tu galleta".
Victoria abrió la galleta y leyó la nota que había dentro.
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"El tiempo que se pasa con los seres queridos nunca se desperdicia", leyó Victoria en voz alta, sintiendo una punzada de tristeza. Nunca había visto a ningún pariente visitar a Catherine.
No tenía nietos ni hijos, y quizá por eso Victoria quería pasar todo el tiempo posible con ella. Sentía que lo necesitaba.
"Qué ironía. A juzgar por esta fortuna, gran parte de mi vida ha sido tiempo perdido", dijo Catherine, con la voz teñida de pesar.
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"¡No digas eso! Me encantan tus historias, y el mero hecho de hablar contigo es muy interesante", la tranquilizó Victoria.
Catherine miró a los ojos de la enfermera y sonrió sinceramente. "Eres una chica muy dulce, Victoria. Gracias".
"Por favor, recuérdame tu apellido, querida", preguntó Catherine de repente. "Es Whitehouse, ¿por qué?", respondió Victoria confusa.
Victoria le devolvió la sonrisa, sintiendo una cálida sensación de conexión. Catherine abrió la mesilla de noche, sacó un viejo diario y se lo entregó a Victoria.
"Querida, ¿podrías ayudarme? Cada vez que veo tus ojos, me resultan muy familiares. Recuerdo mi juventud y tengo la sensación de haber olvidado algo muy importante".
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"¿Qué has olvidado? ¿Cómo puedo ayudarte? Dímelo y estaré encantada de ayudarte", dijo Victoria, picada por la curiosidad.
"Por favor, léeme mi diario. Ya no veo nada, pero no quiero morir sin recordar lo que olvidé", explicó Catherine, con la voz ligeramente temblorosa.
Victoria sonrió y abrió el diario, pasando las páginas y mirando las fechas mientras Catherine la observaba.
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"Sigue, sigue, querida", dijo Catherine lentamente, intentando encontrar la fecha correcta.
Victoria casi había llegado a la mitad del diario cuando Catherine sonrió. "Sí, sí, parece que está aquí. Lee, por favor".
Victoria se aclaró la garganta y empezó a leer en voz alta: "Hola, querido diario. Hoy es un día importante para mí...".
A medida que Victoria leía, se adentraba en los recuerdos de Catherine, como si viera el pasado ante sus ojos.
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La joven Catherine estaba en casa por la noche, esperando a su esposo, John. La casa estaba en silencio, excepto por el tictac del reloj.
No dejaba de mirar el reloj y la puerta principal, como si John fuera a entrar en cualquier momento. Su corazón se aceleró con una mezcla de esperanza y miedo.
De repente, la puerta se abrió y John entró en la casa con su uniforme militar. La cara de Catherine se iluminó de alivio por un momento, pero luego vio la expresión seria de su rostro.
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"¿Cómo ha ido?", preguntó con voz temblorosa.
John respiró hondo. "Acepté ir a un despliegue en el extranjero".
A Catherine se le encogió el corazón. "¡No, John! Prometiste que te lo pensarías. No nos veremos durante más de un año. No puedo soportarlo".
John la miró, con los ojos llenos de determinación. "Catherine, es mi deber. Es mi carrera. No puedo perder esta oportunidad".
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A Catherine se le llenaron los ojos de lágrimas. "Pero, ¿y nosotros? ¿Y nuestra familia? Te necesito aquí".
John se acercó y le cogió las manos. "Sé que es duro, pero saldremos de ésta. Tenemos que hacerlo. Sólo es un año, y luego volveré".
Catherine, entre lágrimas, le suplicó que se quedara y rechazara la misión. "Por favor, John, no te vayas. No puedo hacerlo sola".
John le secó suavemente las lágrimas y la abrazó. "Te lo prometo, Catherine. Lo superaremos. Confía en mí".
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Unos meses después, Catherine ya no podía soportar la soledad. La casa vacía y las noches silenciosas eran demasiado para ella. Quería sentirse mujer, aunque sólo fuera por una noche.
Así que se arregló, se puso su vestido favorito y se maquilló. Se miró en el espejo, esperando ver un destello de la mujer vibrante que una vez fue.
Aquella noche decidió ir a un bar local. El ambiente era cálido y animado, un marcado contraste con el vacío que sentía en casa.
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Pidió una copa y encontró un rincón tranquilo donde sentarse. Mientras sorbía su cóctel, sintió una mezcla de excitación y culpabilidad.
¿Estaba mal buscar la felicidad sólo por una noche?
Entonces conoció a Jerry, un hombre con un gran sentido del humor. Tenía una sonrisa fácil y una forma de hacerla reír que le pareció un soplo de aire fresco.
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Le invitó a otro cóctel y empezaron a hablar. Su conversación fluyó sin esfuerzo y pronto se sintieron completamente cautivados el uno por el otro.
Catherine sintió una chispa que no había sentido en mucho tiempo.
Esa noche Jerry acompañó a Catherine a casa. Ella no pudo resistirse a invitarle a entrar cuando estaban en la puerta de su casa.
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Echaba mucho de menos la atención masculina, y se sentía viva y feliz con Jerry.
John nunca la había tratado como Jerry, con tanto cuidado y genuino interés. Aquella noche se sintió como si estuviera viviendo un sueño.
Catherine y Jerry siguieron viéndose. Compartían risas, secretos y momentos de pura alegría. Catherine ocultó que estaba casada, incapaz de afrontar la realidad de su situación.
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Pero esto no podía durar para siempre. Una mañana, Catherine se dio cuenta de que estaba embarazada. La noticia la golpeó como una tonelada de ladrillos. Supo que tenía que tomar una decisión que cambiaría su vida.
Una noche, con el corazón encogido, se lo confesó todo a Jerry. Le habló de su esposo y de que no podía dejarlo.
Jerry se sorprendió y le suplicó que reconsiderara su futuro juntos. Prometió cuidar de ella y del bebé, pero Catherine estaba decidida.
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No podía soportar la idea de perturbar la vida de su esposo a pesar del amor que sentía por Jerry.
Cuando se acercaba la hora del regreso de John a casa, Catherine supo que tenía que tomar la decisión más difícil de su vida. Dejó a la bebé con Jerry, desapareciendo de su vida para siempre.
Volvió con su esposo, cargando con el peso de sus decisiones y los recuerdos de un amor que nunca pudo abrazar del todo.
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Fue una decisión dolorosa, pero Catherine esperaba encontrar algún día la paz.
Después de leer, Victoria se sentó en silencio un momento, absorbiendo el peso de la historia de Catherine. Respiró hondo y miró a la anciana que tanto la apreciaba.
"Sra. Catherine, ¿por qué decidió volver con John cuando era evidente que Jerry la hacía más feliz?", preguntó Victoria con suavidad.
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Catherine suspiró profundamente, con los ojos nublados por viejos remordimientos. "Quería ocultar la verdad. Tenía miedo de la reacción de John y de las consecuencias que pudiera tener".
"Temía lo que pensaría la gente y cómo cambiaría todo. Pero, Victoria, siempre me arrepentí de no haberme quedado con Jerry".
Victoria asintió, comprendiendo la difícil posición de Catherine. Podía ver el dolor en sus ojos, el arrepentimiento que había perdurado todos estos años.
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Catherine reveló entonces por qué había pedido a Victoria que leyera el diario.
"Hay algo más, querida", dijo Catherine, con la voz ligeramente temblorosa. "Se llamaba Jerry Whitehouse...".
Victoria palideció. Era su apellido. Sintió que la recorría una sacudida de asombro.
"Jerry... Ése es el nombre de mi abuelo. Mi madre me dijo que creció sin su madre... Tú eres mi abuela, Catherine".
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Catherine asintió, con los ojos llenos de lágrimas.
"Sí, querida. Lo soy. He cargado con este secreto durante tanto tiempo y nunca imaginé que te conocería así. Perdóname, querida. Si pudiera volver atrás, me quedaría con Jerry. Elegiría otro camino".
Victoria sintió un torrente de emociones: conmoción, tristeza, pero también una extraña sensación de alivio. Había encontrado una pieza que faltaba en el rompecabezas de su familia. "Está bien, Catherine... abuela. Me alegro de haberte conocido".
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Se abrazaron, y Victoria sintió una sensación de conexión y cierre. La vida de Catherine había estado llena de decisiones difíciles y arrepentimientos, pero ahora, en este momento, habían encontrado una forma de curar algunas de las viejas heridas.
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El diario las había unido, salvando la distancia de los años perdidos, y ambas sabían que este nuevo vínculo era un regalo precioso.
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