Mi vida se vino abajo cuando descubrí con quién me engañaba mi novio, pero ahí no acabó nuestra historia - Historia del día

Cada día, mi confianza en mi novio se desvanecía más. Su extraño comportamiento, sus planes cancelados y sus gastos misteriosos me perseguían, dejándome una dolorosa duda que no podía quitarme de encima. Estaba segura de que ocultaba algo. Pero cuando por fin exigí respuestas, la verdad no se parecía en nada a lo que había esperado.

Me senté en el suelo del dormitorio llorando, sintiendo que cada día mi corazón se destrozaba un poco más. La cuestión era que mi novio Mike era el mejor hombre que había conocido nunca.

Nuestra relación era hermosa, llena de momentos en los que me hacía sentir vista y valorada. Siempre me apoyaba, estaba a mi lado y se preocupaba por mí de verdad.

Pero últimamente había algo que no encajaba, una duda persistente que no podía disipar. Seguía posponiendo nuestros planes, ignoraba mis mensajes durante horas y era como si no quisiera verme en absoluto. Me pregunté si tal vez Mike me estaba engañando, pero no estaba segura.

Me quedé mirando la pantalla del teléfono, sintiendo una punzada de ansiedad. Se suponía que Mike tenía que haber venido hacía dos horas, y aún no había rastro de él.

Volví a escribirle, intentando que mi mensaje fuera sencillo, sólo un "¿Dónde estás?". Mi teléfono permaneció en silencio.

Entonces, por fin, vi aparecer esos tres puntitos en la pantalla. Me dio un vuelco el corazón.

Apareció su respuesta: "No puedo ir esta noche". Ninguna explicación, ninguna disculpa, nada que me dijera por qué. Las lágrimas cayeron con más fuerza.

Me levanté, sintiéndome temblorosa y perdida, y luego me senté ante el ordenador. Con una opresión en el pecho, tecleé en la barra de búsqueda: "Señales de que te engaña".

Leí las señales, sintiéndome mal cuando algunas de ellas coincidían con las cosas que yo había notado: planes distantes e ignorados. Las anoté, diciéndome que observaría atentamente cómo se desarrollaban las cosas.

Señal 1 - Actúa de forma reservada

Unos días después, por fin volví a ver a Mike. Vino a casa y quedamos en salir a cenar. Cuando salí de casa y me acerqué a su coche, Mike, que normalmente se quedaba en el asiento del conductor esperando, saltó de repente y me detuvo cerca de la puerta.

"Perdona, tengo algunas cosas amontonadas aquí. Deja que lo limpie", dijo, saliendo del coche.

Abrió la puerta del acompañante, metió la mano, tomó una caja pequeña y la metió rápidamente en el maletero. "Ya puedes subir".

Subí al asiento, echando un vistazo al maletero donde había escondido la caja. La curiosidad y la duda me roían mientras empezábamos a conducir. No podía dejarlo pasar.

"¿Qué había en esa caja?", pregunté, mirándole.

"Oh, nada importante", se encogió de hombros, sin apartar los ojos de la carretera.

"Si no es nada importante, ¿por qué no me lo cuentas?", insistí, intentando parecer despreocupada pero sintiéndome todo lo contrario.

"No te preocupes", dijo, ignorando mi pregunta como si nada.

Sentí un fuerte pinchazo en el pecho y miré por la ventana, sintiendo el silencio entre nosotros como algo pesado.

Mi mente se llenó de preguntas y preocupaciones. Cuando llegamos al restaurante, me sentía agotada.

Sin embargo, Mike parecía relajado, como si no hubiera pasado nada. Me preguntó por mi trabajo, recordó pequeños detalles, como el nuevo proyecto que le había mencionado. Parecía... normal.

"¿Y cómo te va a ti?", pregunté, intentando sonar ligera.

"Todo bien", dijo con una sonrisa. "El jefe volvió a intentar subirnos la cuota, pero nos opusimos. Se echó atrás".

"Entonces, ¿por qué has estado cancelando tanto los planes?", pregunté en voz baja, sin dejar de mirarle.

Dudó. "Es que... están pasando muchas cosas".

Asentí, sintiendo cómo crecía el dolor en mi interior. Pensar que ocultaba algo me dolía más que cualquier otra cosa.

Señal 2 - Gastos sospechosos

Aquel día fui a casa de Mike para un maratón de películas. Nos acomodamos en el sofá e intenté concentrarme en la película, pero Mike no paraba de sacar el móvil, enviar mensajes a alguien, sonreír y volver a teclear.

Su cara se iluminaba cada vez que miraba la pantalla. Yo conocía esa mirada. Era la forma en que sonreía cuando recibía un mensaje dulce suyo.

"¿Con quién hablas?", pregunté, intentando sonar despreocupada, pero no levantó la vista.

"¿Con Mike?", repetí, esta vez más alto.

Parpadeó, sobresaltado. "¿Eh? Oh, nadie", murmuró, y luego añadió: "En realidad, mi madre".

"Entonces, ¿nadie o tu madre?", pregunté, enarcando una ceja.

"Mi madre", dijo, volviendo a mirar el teléfono.

Hice una pausa, observándole mientras seguía tecleando. "Ya veo", contesté, levantándome del sofá, intentando mantener la voz firme.

Me dirigí a la cocina, con la esperanza de calmar mis nervios con algún tentempié y tratando de respirar a través de la tensión que se acumulaba en mi interior.

Mike estaba tan concentrado en su teléfono que ni siquiera levantó la vista cuando me fui. Mientras tomaba las patatas fritas, mis ojos se posaron en un pequeño montón de papeles que había sobre la mesa.

Parecían desconocidos, así que los recogí, curiosa, casi sin pensar.

Al hojearlos, me di cuenta de que eran extractos bancarios. Mis ojos recorrieron la lista de cargos y se me encogió el corazón.

Una joyería, una floristería, una tienda de trajes de caballero y -se me retorció el estómago- el alquiler de una cabaña en el bosque.

Me empezaron a temblar las manos mientras sujetaba los papeles. Las lágrimas brotaron, nublándome la vista. Cada acusación me parecía un golpe, cada una de ellas confirmaba mis peores temores.

Cuando volví al salón, me obligué a parecer tranquila, aunque por dentro me estaba desmoronando.

Señal 3: Se acuesta con alguien importante para ti

Después de ver aquellos extractos bancarios, supe que tenía que actuar. No podía quedarme sentada y esperar más.

Cuando Mike canceló otra cita, decidí que había llegado el momento de averiguar con quién estaba.

El momento lo empeoró: era nuestro quinto aniversario. Eso debería haber significado algo. Pero en lugar de eso, estaba allí, delante de su edificio, decidida a descubrir la verdad.

Su auto estaba aparcado delante, y pude verlo dentro, sentado en el asiento del conductor. No estaba solo.

El corazón me latía con fuerza. Esperé, casi sin respirar, necesitando saber quién estaba con él.

Entonces salió del auto y le siguió una mujer. Se me cayó el estómago cuando vi quién era.

Ashley. Mi mejor amiga. Mi Ashley, la persona que había estado a mi lado toda mi vida.

No me lo podía creer. ¿Cómo podían traicionarme así las dos personas más cercanas a mí?

Di la vuelta con el auto, demasiado dolida para quedarme. Una vez en casa, les envié el mismo mensaje: "Los he visto. Lo sé todo. Los quiero a los dos fuera de mi vida para siempre".

Después de enviar ese mensaje, los bloqueé a los dos de mi teléfono, de las redes sociales, de cualquier sitio que se me ocurriera.

Me sentí tan sola, herida y traicionada. Con manos temblorosas, llamé a mi madre, sin apenas poder pronunciar las palabras.

"Mamá... voy para allá", conseguí sollozar al teléfono.

"Carol, cariño, ¿qué ha pasado?", preguntó preocupada.

"Mamá... Mike me ha engañado", grité, con la voz quebrada.

"¿QUÉ? Ese imbécil!", casi gritó. Podía oír cómo aumentaba la ira.

"Hay más...". Me atraganté, luchando por decirlo. "Me engañó con Ashley".

Hubo una breve pausa y luego volvió su voz, feroz y protectora. "¡Los mataré a los dos!", gritó antes de colgar.

Fui directa a mi habitación y empecé a hacer las maletas, dejando cualquier cosa que me recordara a Mike.

No quería volver a verle ni a saber nada de él ni de Ashley. Sólo quería borrarlos de mi vida, como si nunca hubieran existido.

Con la bolsa al hombro, me dirigí hacia la puerta, dispuesta a marcharme. Pero cuando la abrí, allí estaba: Mike.

Parecía abatido, con la cara llena de arrepentimiento, como si ya supiera el daño que había hecho. Lo miré fijamente, conteniendo a duras penas la rabia y el dolor.

Detrás de él, Ashley estaba junto a su coche, moviéndose incómoda, manteniendo las distancias. Parecía nerviosa, como si temiera acercarse más.

La fulminé con la mirada, incapaz de creer lo que habían hecho. En aquel momento, sólo sentí traición.

"Carol, no es lo que piensas", empezó Mike, su voz casi un susurro.

"¿Ah, sí? ¿Vas a decirme que me lo estoy imaginando todo?", repliqué, apenas capaz de contener la rabia en mi voz.

"Carol, escúchame. Nunca te he engañado. Ni con Ashley, ni con nadie. No lo haría", dijo, mirándome directamente.

Negué con la cabeza, sintiendo que el dolor volvía de golpe. "¡Estás mintiendo! Me ignoraste durante semanas, me cancelabas citas, enviabas mensajes a alguien sin parar, ¡ocultabas cosas! Vi los recibos, Mike. Joyas, flores, el alquiler de una cabaña. Y hoy te he visto con ella".

"Carol, por favor, no es lo que parece", insistió él, con ojos suplicantes.

"Piérdete, Mike. No quiero volver a veros ni a ti ni a esa bruja. Ambos me han traicionado", dije, las palabras cortaron el silencio.

"Por favor, Carol. Te quiero. Sólo te quiero a ti. Quiero pasar mi vida contigo; eres la única con la que he imaginado estar. Siento mucho haberte hecho sentir así", dijo, con la voz temblorosa. "Pero no dijiste nada".

"Vete, Mike. Ahora", dije, intentando mantener la voz firme.

"Carol, ¿todos esos recibos que encontraste? Eran para ti. Todos y cada uno", dijo, con voz suave. "Ashley me estaba ayudando a planearlo... hoy es nuestro quinto aniversario y quería que todo fuera perfecto".

Hizo una pausa y, despacio, se arrodilló y sacó algo del bolsillo.

Se me cortó la respiración cuando lo miré, con la mente a mil por hora. "¿Qué está pasando?", conseguí decir, mirando a Ashley, que ahora tenía una pequeña sonrisa en la cara y sostenía el teléfono en alto, grabando.

"Carol", dijo Mike, mirándome con ojos brillantes. "Eres el amor de mi vida, mi mejor amiga, mi compañera, mi alma gemela. ¿Quieres casarte conmigo?". Abrió una cajita para mostrar un anillo, con la mano temblorosa.

"Entonces... ¿no me has engañado?", pregunté, con la voz entrecortada por la confusión y el alivio.

Mike soltó una suave carcajada, con la cara llena de amor. "No, Carol. Sólo quería que fuera perfecto para ti, así que le pedí ayuda a Ashley".

Me tapé la cara, sintiendo las lágrimas y el peso de mi error. "Soy tan tonta", susurré. Los miré a los dos, con el corazón henchido de disculpas. "Perdónenme, por favor... los dos".

Mike esbozó una pequeña sonrisa esperanzada. "Bueno... ¿quieres casarte conmigo? Porque me empieza a doler la rodilla".

Me reí entre lágrimas, asintiendo. "¡Sí! ¡Sí! Claro que sí".

Mike se levantó y se le iluminó la cara al ponerme el anillo en el dedo. Le rodeé con los brazos, tirando de él, y le besé, sintiendo cómo me invadían el alivio y la felicidad.

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