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Anciana gruñona queda atrapada en ascensor con 3 pandilleros a los que había regañado: cambia de opinión 1 hora después - Historia del día

Mayra Pérez
13 jul 2022
16:00

Una anciana de carácter fuerte tiene un enfrentamiento con adolescentes de su vecindario, a los que considera ‘pandilleros’, y de pronto termina atrapada con ellos en un ascensor.

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Greta Vargas había estado viviendo en la misma calle durante más de 75 años y la odiaba. Se había mudado allí en 1947, justo después de la guerra, cuando su papá compró la casa de piedra rojiza.

Greta seguía siendo la misma persona, aunque con algunas arrugas y canas, pero el barrio había cambiado. Después del anochecer, la calle que alguna vez fue elegante ahora era el antro de pandillas violentas.

Fachada de un edificio de apartamentos. | Foto: Unsplash

Fachada de un edificio de apartamentos. | Foto: Unsplash

Cuando se casó, ella y su esposo Freddy se habían quedado en esa casa, ocupando el último piso. Allí crio a sus hijos, lloró a sus padres y enterró a su marido.

La niña de doce años de ojos brillantes con coletas era ahora una anciana de ochenta y siete años, pero su espíritu era fuerte y tenía mucho coraje. Odiaba los cambios que veía a su alrededor y los combatía de la mejor manera que sabía.

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Mientras la mayoría de los ancianos que vivían en esa calle se alejaban o corrían furtivamente para evitar a los pandilleros, Greta caminaba erguida y solía salir a las mismas horas.

Con su elegante abrigo gris, su cabello blanco y su bastón con empuñadura de plata, Greta era una figura hermosa desfilando por la peligrosa calle cuando tuvo su primer encuentro con los tres adolescentes: Diego, Kevin y Fernando.

Los jóvenes estaban holgazaneando afuera de la tienda de comestibles local, quejándose del calor y deseando tener dinero para comprar refrescos cuando vieron a Greta. Ella caminaba con determinación y estaba enfundada en su abrigo a pesar de los casi 27 °C.

“¡Oye!”, dijo Diego, empujando a Kevin. “¡Mira a la abuelita! ¡Parece que tiene unos cuantos dólares en su bolso!”.

“¡No vamos a robar a NADIE!”, dijo Fernando con firmeza. “¡Sabes que eso no está bien! ¿Quieres terminar como tu hermano?”.

“¿Quién dijo algo sobre robar?”, preguntó Diego, mirándolo con inocencia fingida. “Solo vamos a preguntarle…”.

Anciana camina por la calle con abrigo y bastón. | Foto: Unsplash

Anciana camina por la calle con abrigo y bastón. | Foto: Unsplash

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Dicho eso, se puso de pie y caminó hasta pararse en medio de la acera, justo en el camino de Greta. “Disculpe, señora”, dijo con una amplia sonrisa. “¿Podría ayudar a tres jóvenes a tomar unos refrescos fríos en un día caluroso?”.

“¿Disculpa?”, preguntó Greta, asombrada. “¿Qué quieres decir?”.

“Bueno”, Kevin se puso de pie y se acercó para divertirse. “¡Esperábamos que fuera amable y pudiera darnos unos cuantos dólares!”.

Una de las cejas de Greta se elevó, y su gesto habría hecho temblar a cualquiera que la conociera. “Joven”, dijo ella. “¿Me estás robando o pidiendo dinero?”.

“¡No!”, intervino Fernando. “Está bien, señora, ¡ellos solamente están jugando!”.

Diego le dio un empujón. “¡Cállate, Nando!”, gritó, luego se volvió hacia Greta y se inclinó burlonamente. “¡Cualquier cosa que salga de su generoso bolsillo, señora!”.

“¡Generoso!”, grito Greta. “¡Seré generosa! Te daré esto…”. Sacudió su pesado bastón con empuñadura de plata y golpeó a Diego en las costillas, y él inmediatamente aulló y se tambaleó hacia atrás.

De repente, volvía a ser un asustado chico de quince años, no el tipo duro que pretendía ser. Greta se volvió hacia Kevin y lo señaló con el dedo torcido. “¡Vamos, acércate!”, dijo.

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Adolescente malencarado. | Foto: Unsplash

Adolescente malencarado. | Foto: Unsplash

Kevin caminó hacia atrás hasta que estuvo fuera del alcance de su bastón y gritó: “¡Vieja LOCA!”. Los tres chicos corrieron, alejándose de Greta.

“¡Regresen, cobardes!”, gritó detrás de ellos. “¡Y súbanse los jeans! ¡Se les ven los calzoncillos!”.

Al escuchar el ruido, el señor Lee, dueño de la tienda de comestibles, salió. “¿Qué está pasando, señora Vargas?”, preguntó.

“Son esos gánsteres que merodean por su tienda, señor Lee”, dijo Greta. “¡Intentaron robarme!”.

“¿ESOS tres?”, preguntó el señor Lee, horrorizado. “No son chicos malos, señora Vargas. A veces me hacen algún trabajo, entregas. Son descarados, pero no son malos”.

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Greta negó con la cabeza. “¡Son gánsteres!”, afirmó ella. “¡Mira sus pantalones, hasta la mitad de sus traseros y sus gorras al revés! ¡Gánsteres!”.

El señor Lee insistió. “Señora Vargas, los verdaderos gánsteres salen por la noche. Estos son niños tontos que fingen ser algo que no son. Ni chicos malos, ni gánsteres”.

Pero Greta no quería ni oír hablar de ello. Fue a la peluquería a arreglarse las uñas y el cabello como todos los miércoles. Allí, les contó a sus amigas la historia de su batalla contra la pandilla.

Adolescente con lentes oscuros. | Foto: Pexels

Adolescente con lentes oscuros. | Foto: Pexels

Almorzó en la cafetería local, luego decidió visitar a su mejor amiga Míriam, que vivía dos cuadras más abajo en un antiguo edificio de apartamentos. Entró y subió al ascensor.

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Para su sorpresa y alarma, escuchó una llamada de voz: “¡Espera!”. Entonces una mano impidió que la puerta del ascensor se cerrara y tres chicos entraron.

¡Eran los mismos tres chicos! Greta sostuvo la respiración cuando uno de los chicos presionó para subir al decimocuarto piso. El chico al que había golpeado, Diego, se volvió y la vio. “¡Mira quién está aquí!”, exclamó.

El ascensor dio una sacudida y empezó a moverse y Greta levantó su bastón. “¡No te acerques a mí!”, dijo ella con voz amenazadora. “¡Puedo defenderme!”.

“Señora”, dijo Kevin. “¡No necesita ese bastón!”.

“Sí…”. Diego retrocedió lo más lejos que pudo en el ascensor. “¡No me pegue, señora!”.

Fernando levantó las manos en señal de apaciguamiento. “Lamentamos si la asustamos, ¡no era nuestra intención hacerle daño!”.

Tienda de víveres. | Foto: Unsplash

Tienda de víveres. | Foto: Unsplash

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Greta estaba enfadada. “¿No era su intención?”, preguntó. “¿Tratan de asustar a los ancianos y no quieren hacer daño?”.

“¡Nunca lastimaríamos a nadie!”, dijo Diego. “¡NUNCA hemos lastimado a nadie!”.

“¡Los ancianos no saben eso!”, dijo Greta, más enojada que nunca. “¡Los ancianos son frágiles, débiles y vulnerables y ustedes los asustan!”.

“Lo sentimos mucho…”, dijo Diego. Pero Greta ya no escuchaba. El ascensor dio una sacudida y se detuvo. ¡Se había detenido entre pisos!

La cabeza de Greta se sentía rara y había una mano enorme apretando su pecho. ¡No podía respirar! Los tres muchachos vieron que se llevaba la mano al pecho y el bastón cayó en el suelo del ascensor con un estrépito.

Greta cayó desmayada, justo cuando el ascensor volvía a moverse. “¡Señora!”, gritó Diego, asustado. “¿Está bien?”.

Kevin dijo: “Creo que está teniendo un ataque al corazón, ¡llama al 911!”. Luego se arrodilló junto a Greta y comenzó la RCP.

Cuando llegaron los paramédicos, Greta estaba consciente pero confundida. Su cabeza estaba en el regazo de Diego y él le acariciaba la frente. “Va a estar bien”, seguía diciéndole. Kevin estaba acariciando su mano suavemente y tomando su pulso.

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Ascensor y escaleras de un antiguo edificio. | Foto: Unsplash

Ascensor y escaleras de un antiguo edificio. | Foto: Unsplash

Fernando condujo a los paramédicos hasta la anciana y rápidamente se hicieron cargo. “La vamos a llevar al hospital”, les dijeron a los chicos.

“¡Nosotros también vamos!”, afirmó Diego.

Cuando Greta se despertó horas más tarde en la sala de emergencias, los médicos le dijeron que había tenido un infarto leve. “Tus nietos te salvaron la vida”, dijo sonriendo. “¡Debes estar muy orgullosa de ellos!”.

“¿Mis nietos?”, preguntó Greta asombrada.

“Sí”, están esperando para ver que estás bien. Les dije que podían verte un minuto…”, dijo el médico. Luego apartó la cortina y Greta vio a los tres jovencitos.

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“¡Son ustedes!”, exclamó. “¿Me salvaron la vida?”.

La sorpresa de Greta no terminó ahí. Cuando le permitieron volver a su casa, los tres insistían en acompañarla para hacer sus compras y le llevaban los víveres a casa. Descubrió que los adolescentes no eran tan terribles después de todo. Eran buenos chicos, no los gánsteres que les gustaba fingir ser.

Interior de una ambulancia. | Foto: Unsplash

Interior de una ambulancia. | Foto: Unsplash

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Las primeras impresiones no siempre son correctas. Greta pensó que los tres jovencitos eran gánsteres que intentaban robarle, pero luego descubrió que tenían buen corazón.

No intentes ser algo que no eres. Los tres chicos querían tener una imagen dura, y casi terminaron en problemas por eso.

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