Niña de cumpleaños llora al enterarse de que finalmente tendrá un hermanito: se convierte en su única cuidadora 1 año después - Historia del día
Una niña que anhelaba tener un hermanito finalmente vio hecho realidad su deseo, pero inesperadamente se vio convertida en su cuidadora principal, así como la responsable de muchas tareas en casa. Fue entonces cuando su padre se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.
“¡Esperen todos! Antes de que comencemos a cantar el cumpleaños feliz para nuestra dulce Sandy, tenemos algo que decirles”, dijo el padre de la niña, Lucas. Su esposa, Melinda, se acercó a él.
“¡Tendrá un hermanito en unos meses!”, anunció.
Todos aplaudieron y vitorearon, y la pequeña Sandy comenzó a llorar por la noticia. “¿Es en serio?”, sollozó feliz. Había suplicado tener un hermanito durante mucho tiempo y ahora se convertiría en hermana mayor.
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Fue el cumpleaños más feliz de su vida. Sin embargo, la pequeña no tenía idea de lo que ocurriría en los próximos años.
“¡Sandy!”, gritó su madre. “¡Recoge los juguetes! ¡Y luego ven aquí y ayúdame con los platos!”.
“Sí, mamá”, dijo la niña, y se apresuró a hacer lo que le ordenaba.
Melinda era una mujer muy agradable con todos, pero parecía tener problemas cuando se trataba de su hija de cinco años.
“¡Tendrás que ser más rápida y hacer lo que te diga cuando llegue tu hermano! ¡No podemos tener este desorden en la casa! ¡Sandy, lo estás haciendo mal! ¡Eres muy torpe!”, continuó Melinda.
La niña intentaba recoger demasiadas cosas al mismo tiempo y dejaba caer la mayor parte. Era evidente que se esforzaba, pero la presión la superaba.
“Lo siento, mamá”, dijo Sandy en voz baja, con la cabeza gacha, mientras recogía lo que había dejado caer.
“¡Tus disculpas no me ayudan! Yo no voy a limpiar esta casa ¡Date prisa! ¡Me duele la espalda! ¡Tienes que aprender a hacer esto!”, siguió presionando Melinda.
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Sandy no sabía que a su madre la habían criado de la misma manera. Su difunta madre la había obligado a hacer todas las tareas del hogar, desde que aprendió a caminar y hablar.
Cuando era niña, Melinda estaba muy resentida con su madre. De adulta, había cortado todo contacto con ella, pero ahora era incapaz de reconocer que estaba repitiendo el mismo patrón.
Sandy solo tenía cinco años y ya hacía demasiadas cosas en la casa. Su padre trabajaba mucho para mantener a la familia, y cuando llegaba a casa en las noches todas las tareas estaban terminadas. Él ignoraba quién las había hecho.
El hermano pequeño de Sandy, Marcos, llegó unos meses después y ella lo adoraba. Estaba junto a su madre casi todo el tiempo y cuando lloraba por la noche, ella se despertaba y la ayudaba con cualquier otra cosa que necesitara.
Eventualmente, comenzó a hacer aún más por su hermano. Lo cuidaba en ausencia de su madre, le cambiaba los pañales. También le leía cuentos por la noche una vez que Melinda lo acostaba y era responsable de estar pendiente de él si llegaba a despertarse.
Sandy no tenía idea de que todo esto iba a ser difícil. “Tú pediste un hermanito, así que no te quejes”, le decía Melinda, cuando la pequeña parecía estar demasiado cansada. La niña pensaba que lo que decía su madre era cierto.
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Pasaron los años, y al cumplir los diez años, era prácticamente la única responsable de su hermano. Sin embargo, las cosas empeoraron cuando Melinda se enfermó y tuvo que ser hospitalizada durante semanas.
Lucas tuvo que tomar turnos adicionales de fin de semana en el trabajo para pagar sus tratamientos. Los niños quedaron al cuidado de la señora Suárez, una vecina de 90 años que, por su edad, apenas podía hacer nada. Se sentaba en el sofá y miraba la televisión.
Sandy tuvo que hacerse cargo de todo, absolutamente. Hacía las comidas, ayudaba a Marcos con la tarea, limpiaba la casa, lavaba la ropa. Tenía que usar un taburete para llegar a la secadora.
Una noche, ambos niños se arrodillaron y oraron por la recuperación de su madre. “Amén”, terminó Sandy y llevó a su hermano a la cama.
“¿Sabes algo? A mí no importaría si mamá nunca volviera”, comentó Marcos, con una voz inocente.
“¿Qué? ¡Claro que te importaría! Queremos a mamá de vuelta. La necesitamos”, respondió Sandy, frunciendo el ceño. Levantó la manta sobre su hermano, y lo arropó.
Marcos se encogió de hombros. “Mamá siempre está ocupada con su teléfono o viendo televisión. Si nunca volviera, siempre te tendría a ti”, le dijo el niño. No veía a su madre como su principal cuidadora. Sandy sí lo era.
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La niña le dio las buenas noches y se fue a su habitación, donde se sentó y pensó en esas palabras durante mucho tiempo. Recordó cómo su madre la había tratado toda su vida y lo horrible que se sentía.
Lo que Sandy no sabía era que su padre lo había escuchado todo.
“No sé qué decir”, respondió Melinda mientras ayudaba a su esposo a empacar sus cosas del hospital. Los tratamientos habían funcionado y ella estaba mucho mejor. Lucas le acababa de contar lo que había escuchado decir a sus hijos.
“Después de escuchar a Marcos, me di cuenta de lo que ha estado ocurriendo en casa. Sandy se encarga de todas las tareas de la casa y de cuidar a su hermanito, ¡y solo tiene diez años! ¿Es esto lo que queríamos cuando decidimos tener hijos? ¿No es lo mismo que te hizo tu madre?”, preguntó Lucas, con ojos afligidos.
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Melinda volvió a sentarse en la cama del hospital mientras las lágrimas asomaban a sus ojos. Miró hacia abajo, avergonzada, y asintió.
“Tienes razón. He estado tratando a Sandy como mi madre me trató a mí. ¡Exactamente como prometí que nunca lo haría!”, se lamentó. Lucas se acercó a ella y la abrazó.
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“Cariño, lo bueno es que todavía hay tiempo para cambiar eso. Rompamos ese patrón. Hagámoslo mejor”, aseguró Lucas, y Melinda asintió.
“Tienes razón. Aún podemos hacerlo mejor”, sollozó, mientras intentaba secarse las lágrimas.
Y Melinda cumplió su promesa. Se sorprendió cuando llegó a casa y recibió el mayor abrazo de parte de Sandy. A partir de entonces, sus tareas se redujeron. Era hora de que ella fuera una niña.
Melinda también comenzó a ocuparse de ser una madre para Marcos. Tomó algún tiempo, pero las cosas en su casa mejoraron. Sandy seguía siendo una niña muy responsable y su hermano la adoraba, pero el niño comenzó a darse cuenta de que su hermana no era su cuidadora.
Lucas comenzó a pasar más tiempo en casa y organizaron muchas salidas familiares. Inscribieron a Sandy en varias actividades extracurriculares, que Melinda le había negado porque la necesitaban en casa.
También fueron a terapia familiar para que los cambios se mantuvieran en el tiempo, y sanar las heridas. Melinda debió recibir terapia individual porque necesitaba comprender cómo romper el ciclo que había iniciado su madre.
Fue un trabajo duro. No sucedió de la noche a la mañana. Pero Sandy finalmente pudo disfrutar de una verdadera infancia y su relación con Marcos fue la de dos hermanos que se quieren muchísimo.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los niños tienen derecho a vivir una infancia feliz; Todos los niños deberían tener tareas y responsabilidades en el hogar, pero siempre acordes a su edad. Ellos tienen derecho a disfrutar de una verdadera infancia.
- Ir a terapia es la mejor forma de romper ciclos tóxicos: Melinda se dio cuenta de que estaba actuando como su madre, y no quería eso para Sandy, así que hizo todo lo posible para cambiar.
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