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Una mujer caminando con un cochecito | Foto: Shutterstock
Una mujer caminando con un cochecito | Foto: Shutterstock

Al pasar junto a una madre con su bebé, una señora oye la canción de cuna que escribió para su hija perdida - Historia del día

Guadalupe Campos
20 oct 2021
05:00

La hija de una mujer se perdió en un parque a los 3 años. La madre la buscó durante 25 años, y se llevó una sorpresa al escuchar a una joven cantar.

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Una figura inquietó un tiempo a los padres que llevaban a sus hijos a un gran parque: una mujer mayor, que llegaba sola y se quedaba mirando a los niños con una expresión ávida en el rostro, y luego se iba con rostro decepcionado.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Carol Pedraza llevaba 25 años yendo cada día a aquel parque. Y si las madres y padres con sus hijos hubieran conocido su historia, se hubieran inquietado todavía peor.

Un cuarto de siglo antes, Carol había sido como ellos: una madre que se sentaba en un banco de plaza mientras su hermosa hijita de tres años se deslizaba por el tobogán y construía castillos en el arenero.

Pero toda su alegría y tranquilidad se habían desvanecido en unos pocos segundos. Carol le había dado a su hija, Amber, un poco de jugo. Cuando la niña terminó, apenas se volvió y caminó unos pasos para tirar la botella vacía en el cesto de la basura.

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Siete segundos. No podía haber sido más que eso. Pero cuando se dio vuelta, Amber había desaparecido. Así, como por arte de magia. Nadie había visto nada, nadie había oído nada.

Por varias semanas, el rostro de Amber estuvo en todos los programas de noticias, y todo el mundo la estaba buscando. Pero después la desaparición dejó de ser noticia, y el público pareció olvidarse de la niña.

Los amigos y familiares de Carol, que en un principio la apoyaron, fueron apartándose. Todos daban a la niña por muerta, y ella no toleraba esa idea. Estaba segura de que su hija vivía.

Esos 25 años fueron una larga pesadilla sin tregua. No podía superar aquel momento en que solo se volteó un momento y su hija desapareció para siempre.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Su matrimonio tampoco soportó la angustia y la ausencia. Su esposo prefirió aceptar que su hija había muerto, mientras Carol siguió buscando. La terapia de pareja tampoco ayudó: el día en que Amber hubiera cumplido 8 años, se divorciaron.

Dos décadas y media volviendo al mismo parque, siendo testigo de la alegría y las risas ajenas, preguntándose si su hija estaría bien, si sería feliz.

Si viviría aún.

Un día, Carol estaba por marcharse cuando una melodía familiar la paralizó con la fuerza del rayo. Se volvió. Pocos metros atrás, una jovencita estaba inclinada sobre una cuna. "Cinco lindos dedos tengo aquí, otros cinco más, para mí, diez dedos de niña, a que sí...", cantaba.

El corazón de Carol se inquietó. Claro que conocía esa canción: ¡ella la habia creado! ra una cancioncita que había hecho para su Amber, ¡y la niña se la hacía cantar por lo menos diez veces al día!

Se acercó a la joven y la miró. Tenía grandes ojos marrones con pequeñas vetas grises. ¡Carol conocía muy bien esos ojos! La mujer se recogió el pelo y la miró.

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"¿Necesita algo?", preguntó.

"Solo los miraba a ti y a tu bebé", dijo, "y recordaba cuando solía cantarle a mi hijita".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

La mujer asintió y sonrió, pero se la notaba incómoda ante la mirada de Carol. Ella sonrió y le dijo: "disfrútala, crecen tan rápido...".

La mujer asintió y volvió a concentrarse en su hija. ¡Era Amber! Carol lo sabía. Pero ¿cómo probarlo? No podía meterse en la vida de esta mujer sin prueba.

Entonces vio a la mujer beber de una taza de café y sentarse en un banco del parque. Cuando se paró para seguir con su cochecito de bebé, la taza quedó abandonada en el banco.

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Carol la tomó disimuladamente, la guardó en una bolsa y se la llevó. Horas más tarde estaba en un laboratorio privado pidiendo un test de ADN. Pagó una alta suma para tener los resultados lo antes posible, pero los días se le hicieron eternos lo mismo.

¡La niña del parque era Amber! Con el resultado, Carol fue a la policía. Hacía tiempo que los detectives que se habían encargado del caso se habían retirado, pero encontró a un policía que era apenas un novato por entonces. Él recordaba el caso.

"Tengo dos hijos ahora, señora Pedraza", dijo. "Yo tampoco dejaría de buscar".

Con la muestra de ADN, Carol podía probar que Amber vivía, y que estaba en la ciudad. Ahora solo necesitaba encontrarla.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Durante las semanas siguientes, Carol fue al parque cada día, esperando encontrar a la joven. Finalmente, ¡allí estaba! La vio jugar con su bebé, y luego la siguió hasta su casa.

Ahora tenía su dirección también. Carol habló con el detective y con un consejero para que la asesoraran sobre la mejor forma de acercarse a su hija. Después de todo, era probable que esta joven ni siquiera supiera que alguna vez había sido una niña robada.

Carol y el detective tocaron a la puerta de la joven. Cuando la abrió, Carol dijo "hola, Amber". Hubo un chispazo de reconocimiento en sus ojos. Pero luego la chica rió.

"Debe ser un error con la dirección, yo soy Amelia. Amelia Burgos", dijo.

El policía se adelantó, y le mostró su identificación. "Señora Burgos, yo soy el detective Laínez de la policía. Necesitaríamos conversar un momento con usted, si será tan amable".

La joven se preocupó. "Mi esposo... ¿Está bien Daniel?"

"No se preocupe, no ocurrió ninguna desgracia, su esposo está bien. En realidad, necesitamos hablar con usted sobre su propia infancia".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

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La joven Amelia/Amber alzó las cejas. "¿Y desde cuándo manda la policía gente a hablar sobre las infancias de los demás?".

Carol no pudo contenerse. "Soy tu madre, fuiste secuestrada...", dijo, en un torrente de palabras.

Amelia/Amber se puso en guardia. "Están locos. ¡Fuera de mi casa!", dijo.

Carol empezó a cantar: "Cinco lindos dedos tengo aquí, otros cinco más, para mí, diez dedos de mi Amber, a que sí, y una sonrisita tierna así...".

"¿Cómo sabes esa canción?", reaccionó la joven. "Esa es mi canción, ¡nadie más la canta!".

"La canto", dijo Carol, "porque yo la inventé para ti cuando eras una bebé. Mira, tomé tu taza de café en el parque, y el ADN prueba que eres mi hija".

"¡Tu hija!", dijo Amelia/Amber. "Pero mi madre murió cuando yo tenía doce, me crio mi tía...".

"¿Y tu 'madre' te cantaba esta canción?", preguntó el detective.

"¡No! jamás, pero cuando nació mi hija Katy la recordé".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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Carol miró a su hija adulta con lágrimas en los ojos. "Estás bien, estás viva y estás bien... Si supieras el miedo que tuve...", dijo.

Por supuesto, no fue nada fácil. Amelia/Amber tenía mucho para procesar. Según pudieron reconstruir, la mujer que ella había conocido como madre la había robado del parque y se la había llevado a otra ciudad.

Aquella mujer la había criado como una madre cariñosa, y después de su muerte, su hermana, que no sabía nada del secuestro, la había acogido. La policía tuvo que repetir la prueba de ADN, para hacer oficiales los resultados mediante un forense, y todo confirmó la historia.

A Amelia le costó aceptar que se había llamado Amber alguna vez. Pero pudo construir con Carol la relación de madre e hija que les había sido robada, y la pequeña Katy tuvo una abuela muy feliz de tenerla.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Una madre nunca se resigna a perder un hijo. Tras 25 años, Carol seguía buscando a su hija, aun cuando las chances de encontrarla prácticamente habían desaparecido.
  • La pérdida de un hijo es el peor dolor. Carol no podía aceptar la posibilidad de que Amber hubiese fallecido, y estaba segura de que seguía viva.
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