Hermanos pelean por la herencia de su padre hasta que ven a 2 niños pobres dividiendo una manzana en la calle - Historia del día
Dos chicos pobres les enseñan una valiosa lección de justicia, desinterés y amor fraternal a dos hombres que se pelean por la división de una herencia.
Uno pensaría que después de la pérdida de un ser querido, las personas estarían postradas por el dolor y no podrían pensar en nada más que en el vacío que esa persona dejó en sus vidas.
Por supuesto, para la mayoría de nosotros las cosas son así, pero algunos inmediatamente comienzan a pelear sobre quién recibe qué de la herencia.
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Maximiliano Pérez había hecho todo lo posible para asegurarse de que eso no sucediera con sus hijos, pero fracasó. Sergio y Miguel nunca se habían llevado bien desde que eran niños.
Siempre decían que no se llevaban bien porque eran demasiado diferentes, ¡pero Maximiliano creía en secreto que eran demasiado parecidos!
Cuando la salud del hombre empezó a deteriorarse, tomó previsiones. Llamó a su abogado y a su gerente comercial y revisaron sus bienes. No había manera de dividir las cosas equitativamente.
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El terreno y la casa valían una fortuna, pero solo podían mantenerse con las ganancias del negocio familiar. “¿Qué debo hacer?”, preguntó Maximiliano preocupado.
“¡Dáselo todo al más digno!”, dijo el abogado, Gary Peraza. “La gente hace eso todo el tiempo”.
“¡No!”, dijo el padre. “Mis hijos son buenos hombres, ¡simplemente no son buenos el uno con el otro! Demasiada rivalidad entre hermanos”.
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Después de días de discusión, Maximiliano tomó una decisión y Gary redactó las cláusulas del testamento.
Cuando el corazón del hombre dejó de funcionar unas semanas después, sus dos hijos estaban junto a su cama. Sergio y Miguel dieron muestras de afabilidad mientras organizaban el funeral y el servicio conmemorativo de su padre.
Cada uno pronunció un bonito discurso en honor a Maximiliano y su legado. Pero cuando finalizó el entierro, los dos hermanos se presentaron juntos en la oficina del abogado y exigieron verlo.
“Caballeros...”, dijo Gary con un dejo de ironía en su tono, algo que a ninguno de los hermanos le importó.
“El testamento”, espetó Miguel. “¡Queremos verlo!”.
“Y el inventario de las casas”, agregó Sergio. Solo las antigüedades valen una fortuna”.
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“Por supuesto”, dijo el abogado con calma. “Por favor, tomen asiento”. Gary sacó el testamento de Maximiliano de su escritorio, se aclaró la garganta y comenzó a leerlo en voz alta.
“Última voluntad y testamento de Maximiliano Pérez... Estando en mi sano juicio, por la presente lego... etc... etc... ¡Ah! Aquí está. Todo lo que poseo, ya sean bienes inmuebles, acciones, activos líquidos, o la propiedad de mi empresa...”.
Ambos hermanos se inclinaron hacia adelante con entusiasmo. ¿Quién se lo iba a llevar todo? Gary continuó: “.... se repartirán por igual entre mis hijos, Sergio y Miguel”.
“¿Qué?”, preguntó Sergio. “¡Eso es absurdo! Soy el mayor...”.
“Podemos vender la casa y el negocio y dividir el efectivo...”, sugirió Miguel.
“¿VENDER?”, gritó Sergio. “¿Vender la casa y el negocio que ha estado en la familia por generaciones? ¡NUNCA!”.
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“Caballeros”, dijo el abogado. “Su padre creía que ustedes dos podrían trabajar juntos como hermanos, compartiendo su legado al igual que compartieron su amor. Espero que no lo decepcionen. Cuando hayan tomado una decisión, háganmelo saber”.
Los dos hombres salieron furiosos de la oficina del abogado.
“¿Ahora qué?”, preguntó Miguel. “¡Si vendemos, perdemos mucho dinero!”.
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“¿Vender la casa de la abuela a extraños?”, dijo Sergio sacudiendo la cabeza. Entonces tuvo una idea brillante. “¡Se me ocurre algo! ¿Por qué no me cedes tu interés en la compañía, te doy una anualidad y puedes vivir en la casa de huéspedes en la finca?”.
“¡Ah, y te conviertes en el gran hombre!”, gritó Miguel enfurecido. “¡Y yo recibo sobras de la fiesta y una casita diminuta!”.
La pelea se estaba haciendo más intensa y podían haber llegado a las manos, pero dos niños con pantalones cortos y camisetas descoloridas se acercaron a los hombres. “Disculpe”, dijo el niño más alto. “¿Tiene una navaja?”.
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Sergio miró a los chicos con sorpresa. “¡NO! ¿Por qué iba yo a tener una navaja?”.
Pero Miguel sonrió y sacó una navaja suiza de su bolsillo. “Estar preparado siempre ha sido mi lema, muchacho”, dijo. “¿Para qué necesitas la navaja?”.
El niño más pequeño intervino: “Mamá nos dio la última manzana para nuestra merienda, así que tenemos que dividirla exactamente por la mitad”.
“¿Cómo se divide una manzana de forma exacta?”, preguntó Sergio, curioso. “¡Siempre hay una parte más grande y otra más pequeña!”.
El niño más alto explicó: “Nuestro papá nos enseñó cómo hacerlo. Cuando tenemos algo para compartir, uno de nosotros lo divide lo más equitativamente posible porque, verás, el otro elige primero”.
“Así que si cortas un poco más grande uno de los trozos, ¡solo te estás engañando a ti mismo!”.
Los hombres intercambiaron una mirada. “Partes iguales... ¡O compartimos!”, dijeron al mismo tiempo.
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“Escucha”, dijo Miguel. “Siempre fuiste brillante en marketing y ventas…”.
“Y tú eres el mejor en el desarrollo de productos...”, exclamó Sergio. “Dirigimos el negocio juntos...”.
“¡Y podemos dividir la casa en dos apartamentos para tener nuestra privacidad!”, añadió Miguel. “¡Esto podría funcionar!”.
Mientras tanto, los niños habían partido su manzana y estaban felizmente mordiendo sus mitades. “Aquí tiene, señor”, le dijo el chico más alto a Miguel. “¡Aquí está tu navaja!”.
“Sabes qué”, dijo el hombre. “¡Quédense con esa navaja! ¡Ustedes, muchachos, nos enseñaron una valiosa lección hoy!”.
El niño más pequeño parecía un poco triste. “¡Ojalá eso nos ayudara a comprar comida!”.
“¡Ah, pero sí los ayudará!”, dijo Sergio, guiñándole un ojo a Miguel. Los hermanos les preguntaron a los niños sus nombres y direcciones.
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Al día siguiente, su madre quedó atónita cuando una limusina conducida por un chófer entregó bolsas llenas de comida, incluido un saco de manzanas.
El conductor le entregó a la asombrada madre un sobre con un cheque por $50.000 y una nota que decía: “Esto es lo que ustedes nos ahorraron en honorarios de abogados. ¡Úsenlo sabiamente!”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El dinero nunca puede valer más que la familia. Miguel y Sergio aprendieron a dejar de lado su egoísmo para trabajar juntos como familia.
- Nunca olvides que algunas personas necesitan ayuda desesperadamente. Miguel y Sergio se dieron cuenta de que mientras se peleaban por la división de millones, dos niños hambrientos solo tenían una manzana para comer.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.